LOS DÍAS 9.6
Misticismo frente a puritanismo… todo en la misma mañana y aquí mismo, en mi ciudad…
Viernes, doce de enero de 2024
…Retomo mi visita: tampoco aquí me cobraron, ni a mí ni a nadie. A los demás porque había salas cerradas, a mí también, pero sobre todo, porque soy un damnificado social por edad (ya dije lo que pensaba de eso: privilegios ninguno, para nadie).
Me sorprendió que, nada más entrar me encontré con un gran espacio para ser mirado: los cimientos de épocas pasadas y que se veía desde un pasillo con barandillas que lo circundaba. Me gustó esa idea. Conceptualmente está bien porque, en esencia, todo y todos nos sustentamos sobre pasados ruinosos.
Me dispuse a visitar, con el mejor ánimo, los objetos expuestos: armas, restos arqueológicos y reconstrucciones virtuales de batallas o asedios célebres. Pero, no sé porqué la muestra se me acabó enseguida, solo vi hasta un poco más allá de la edad media y no sé si fue porque me desorienté en el recorrido (suelo ir muy volado por todos los sitios) o porque el resto del contenido se encontraba en las salas cerradas. Me faltaban ametralladoras, por ejemplo, armas que me gustan porque matan mucho y rápido desde lejos (así no hay que mezclar sudores con el enemigo). Bueno, también vi una exposición temporal dedicada a los últimos tiempos de la época colonial: Cuba y Filipinas, exclusivamente.
Cuando reabran las salas cerradas vuelvo y ya está, total, a mí me sale gratis.
Salí para visitar las fachadas y los jardines, así como el patio de Carlos V. Un frío polar castigó desagradablemente mi frágil cuerpo.
La Fotografía: Escalinatas amplias, desapacibles, inhóspitas, gélidas (como si fueran de un seminario), aunque arquitectónicamente interesantes, sobre todo por el diseño del espacio, de Francisco de Villalpando. Comunicaban el patio de Carlos V, con el edificio del que forman parte.
Creo que es el momento de traer a colación una reflexión de Gregorio Marañón, absolutamente pertinente por el devenir de mi mañana en ambos museos, que explica la poca sintonía entre El Greco y Felipe II, así como la contraposición estilística y filosófica de ambos personajes:
“El Escorial es una maravillosa sinfonía rectilínea que cubre, allá abajo, el pudridero de los Reyes; y en el arte del Greco, no hay líneas rectas, sino solo curvas que palpitan como corazones o como velas al viento; y en él no hay tampoco nada podrido; todo Ascensión, paso inefable desde este mundo al cielo. Felipe II y el Greco no podían entenderse. Y por eso el pintor se dio cuenta de que se había equivocado, y continuó, probablemente sin resentimiento, su camino hacia Toledo, que era el anti-Escorial, por su traza y por sus habitantes (…) Felipe II era un puritano, que es todo lo contrario de un místico. Gregorio Marañón. El Greco y Toledo