1 FEBRERO 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-DIGITAL-IPHONE
Fecha de diario
2024-02-01
Referencia
10237

LOS DÍAS 13
A los amigos los construimos y ellos no construyen a nosotros…

Sábado, veintisiete de enero de dos mil veinticuatro

“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. Gabriel García Márquez
Como siempre, he salido a pasear con Mi Charlie. Hemos caminado en silencio ambos. Yo, escuchando en audible: George Steiner, El huésped incómodo (Entrevista Póstuma y otras conversaciones), de Nuccio Ordine (murió el año pasado y era más joven que yo), de donde he anotado la cita de García Márquez.
Hacia la mitad del camino, he mantenido una larga conversación telefónica con mi amigo Armando. Nos hemos dedicado a añadir matices a lo que ya sabemos juntos, y a reforzar nuestros acuerdos puntuales y generales con los que anudamos nuestra amistad
Con cada uno de los amigos establezco un determinado ámbito de conocimientos, siempre diferente entre unos y otros. Yo no sé lo mismo con Armando, que con Luis, o con Ángel, o con Carlos. Con cada uno sé cosas diferentes consecuencia de la construcción de conocimientos que hemos cultivado y compartido. Eso no quiere decir que cada uno nos pleguemos al otro, no, simplemente son matices y sabores y colores de lo mismo, porque si habláramos idiomas diferentes es altamente improbable que fuéramos amigos.
Tengo pocos amigos, luego los capítulos de mi libro son escasos. Si tuviera muchos, como decía Ordine que tenía Steiner, mi libro sería toda una biblioteca y sin embargo es un delgado librito. Me pregunto, se tienen pocos amigos porque el índice de mis conocimientos es corto; o al revés, tener pocos amigos adelgaza la sabiduría propia, que, consecuentemente, también los afectará a ellos.
Uno solo es capaz de atesorar pocas cosas. O como dice Bizzio más abajo, en soledad se lleva una vida repleta de acontecimientos sin consecuencias…
Yo, como dice García Márquez (hay que ver lo poco que he leído a Gabo, y no sé por qué), estoy sentado todo el día negociando duramente mi pacto con la soledad.
La Fotografía:
Ocho y treinta de la mañana, sábado. Esta fotografía es lo primero que he visto hoy. A partir de esta imagen, reflejo, eco, resonancia de mi estado de ánimo, no sé cómo me irá el día. El sol se dispone a entrar en escena, no está nervioso, ni titubeará, sabe que resplandecerá sobre la tierra porque  ninguna nube entorpecerá su luminosa y constante gloria, aunque no sepa hasta cuando porque también sabe que, incluso él, tiene los milenios contados. En la parte inferior de esta fotografía improvisada ahora mismo, se encuentra la casa de mis vecinos (con los que apenas hablo, sí, porque entre vecinos la amistad no es conveniente, mejor el respetuoso silencio), que ya han encendido el fuego (sale humo de su chimenea) y seguramente se encuentran desayunando felizmente acompañados (pareja de mediana edad, discreta, y sola, pero de dos), acompañados de Mozart, por ejemplo; yo de Bach, mientras escribo. Bizzio, autor recientemente descubierto (me lo señaló Perotti, el de la obra de teatro del otro día), a través de su personaje omnipresente (primera persona), opina que la vida en general, la de las gentes lúcidas, está ahíta, llena de  “cabos sueltos”. No hay otra vida posible, al menos la mía  es así. Sí, yo, como el protagonista de la novela de Bizzio (por cierto, autor a seguir), también vivo en un pueblo (adosado a una ciudad). Él ha elegido el retiro y el silencio, desde una consulta de psicoanalista; mi caso es al revés, el sitio me ha elegido a mí, y no vengo de ninguna parte, yo ya era de aquí desde el principio de los tiempos. A ambos nos gusta la vida que llevamos.
“Me gustaba la casa, me gustaba el lugar, me gustaba el pueblo y, más que nada, me gustaba la vida que llevaba, una vida hecha de pequeños acontecimientos sin consecuencias… repleta de cabos sueltos…”. Sergio Bizzio (Borgestein)

Pepe Fuentes ·