2 MARZO 2024

© 2005 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2005
Localizacion
Amsterdam (Holanda)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD HP5 400
Copiado máximo en soporte baritado
2
Fecha de diario
2024-03-02
Referencia
1089

DIARIO DE LAS FORMAS uno
“No se puede escribir sobre la forma, la forma sólo es algo que se practica”. Peter Handke
Viernes, uno de marzo de dos mil veinticuatro

Más de mi crisis en relación con el diario. Siento la necesidad de añadir nuevas vías expresivas o capítulos o miradas o algo que me revitalice a mí, luego, a lo que hago diariamente. Me cuesta. No se me ocurre nada. Quizá tenga que enamorarme para conseguirlo. Si esto es condición, entonces, no lo lograré nunca, me temo.
Para contradecir a Handke (cita inicial), se me ha ocurrido un nuevo capítulo titulado Formas, en el que intentaría averiguar porque he hecho muchas de las fotos que he realizado, el porqué de la elección de algunos motivos y que nunca me he planteado por qué las hice. Siempre he huido instintivamente de ese sinsentido porque como dice Handke, no se puede escribir sobre las formas, se eligen y ya está (el diario no explica las imágenes, me explican a mí). Si se te ocurre teorizar lo estropeas todo, ya nada será lo que es. A lo sumo se puede hablar de las formas que se encuentran fuera de uno mismo, con espíritu descriptivo o crítico, o como sea. He oído muchas veces que las imágenes (formas) se explican por sí mismas o carecen de sentido como tales. Yo, a ese maximalismo no llego, ni mucho menos, porque estoy instalado en la convicción de que todo es posible: unas cosas y otras. Y las favorables y contrarias a todo.
Mi manera de escribir y fotografiar (a trompicones) no está sujeto a ningún plan, lo hago asistido por el puro instinto, por la pura anarquía. Así son también mis lecturas como si de enamoramientos se tratara.
Y hablando de lecturas y enamoramientos, ahora, como vengo diciendo últimamente, estoy inmerso en las obras de Luis Landero y la que leía esta misma tarde, Absolución, me ha proporcionado un bellísimo capítulo del que extraigo unos emocionantes momentos. Dice uno de sus personajes:
“…-Hace mucho tiempo-dijo al rato-, yendo por la calle, vi a través del cristal a dos enamorados, sentados frente a frente en la mesa de un café. Nunca podré olvidar aquello. Estaban frente a frente y se miraban, eso era todo. Pero, ¡Dios mío!, ¡qué forma de mirarse! Me detuve sobrecogido a contemplarlos y no sé cuánto tiempo estuve allí. Es igual, podían haber sido horas, o siglos. Se miraban y no se cansaban ni se cansarían nunca de mirarse…”.
La descripción de esta escena me reconcilia con la idea del amor, por mucho que quiera negarlo. Un momento como el descrito hace que reviva en mí lo que siempre he sabido, aunque ahora me sea negado: sentir que el amor es lo más maravilloso que le puede pasar al ser humano. El enamoramiento es el estado de enajenación espiritual, la más inmensa alegría que alguien pueda alcanzar. Tiene todo el sentido del mundo el buscarlo desesperadamente. No hay modo de encontrarlo porque no existe ni puede existir realmente. No está al alcance de seres normales, de los que caminamos a diario por campos solitarios. Quizá solo sea posible en los místicos y su inexplicable amor a Dios. Sí, pero esos siempre han sido unos locos.
Creo que lo que ha sucedido en la entrada del diario de hoy, pasar del concepto a la idealización de la embriaguez amorosa, es justamente ilustrativo de lo que quería expresar: el caos desesperanzado que llevo siempre conmigo.
La Fotografía: No me he podido resistir a traer hoy la imagen y el texto que escribí el veinte de noviembre de dos mil cinco, para describir la escena que fotografié en un bar de Ámsterdam, ya que el texto de Landero lo merecía y porque me gustaría pensar en una cierta afinidad en las miradas: -Era un domingo de atmósfera húmeda que invitaba al recogimiento y al susurro, a la confidencia y a los sueños.  Me llamó la atención el magnífico perfil del hombre y el recogimiento e intensidad compartida que transmitía esa pareja. Pensé que se sentían inmensamente felices juntos. A la mujer no la recuerdo, será por eso por lo que ha escondido su cara en la fotografía (mi cámara tampoco reparó en ella). Sentí la imperiosa necesidad de fotografiarlos aunque el gesto podía resultar sospechoso en aquel lugar; no obstante lo hice. Ellos no se percataron, pero sí la gente más próxima que me miró incómoda. La extrema lentitud de mi cámara, no muy apropiada para situaciones urgentes, la compensaba con una especial sensibilidad para indagar delicadamente en los intersticios de lo aparente. Fuera llovía copiosamente- (2005)

Pepe Fuentes ·