LOS DÍAS 24 y 2
“Vicio y virtud son para el artista materiales del arte”. Oscar Wilde
Viernes, quince de marzo de dos mil veinticuatro
… El Hospital fue construido entre 1541 y 1603, a instancias del cardenal Tavera, donde se encuentra enterrado en el centro mismo de la iglesia, en la soberbia tumba de Alonso de Berruguete. La construcción comenzó bajo la tutela de Alonso de Covarrubias, al que sucedieron otros arquitectos del momento (las obras duraron sesenta años).
La comitiva de la visita guiada la formamos dos parejas mayores (casi más que yo), una chica joven de Ciudad Real, según me dijo, yo mismo y la guía, mujer joven atractiva, estilizada y rigurosamente de negro. Esa mágica combinación me vuelve loco de interés.
Fuimos recorriendo los distintos espacios visitables: la botica (s XVI), el salón principal donde se exponían dos espléndidos tapices de un maestro belga; otras dependencias palaciegas donde se exhibían pinturas estimables: Ribera, Tintoretto, Luca Giordano, Tiziano, Jacopo Bassano, Sánchez Coello (una copia de Carlos V a caballo, de Tiziano).
El archivo histórico del Hospital (historias clínicas y experiencias médicas, supongo); el archivo histórico nacional de la nobleza, con un maravilloso árbol genealógico del origen de la casa de Medinaceli, así como facsímiles de los acuerdos sucesorios entre el heredero de Alfonso X El Sabio (Alfonso de la Cerda, desposeído) y el heredero de Sancho IV, Fernando IV, entronizado a partir de 1295.
En ese momento acabó la visita guiada y perdí de vista a la guía que tanto me había gustado. También a mis compañeros de ruta turística que tan poco me habían interesado, concretamente una de las parejas, bastante molesta por incívico e inadecuado comportamiento (tocaban los objetos y pisaban las alfombras originales, a pesar de las repetidas advertencias de la guía). Resultaron ser unos entrometidos, de dudosa corrección, y catalanes; lo sé porque hablaron entre ellos todo el tiempo en ese idioma.
Bajé a la iglesia (estaba fuera del itinerario turístico), espectacular y monumental con una cúpula circular que se perdía en una extraordinaria altura. Las obras pictóricas más importantes del Palacio se encontraban allí, todas ellas de El Greco: Bautizo de Jesús, Lágrimas de San Pedro, un retrato del Cardenal Tavera, el tabernáculo de madera dorada con la pequeña talla de Jesucristo resucitado que parece flotar en el centro de su interior, como el resucitado que era.
Y, después, me fui. La mañana: sumamente interesante.
La Fotografía: La visita guiada duró en torno a una hora. Ya he dicho que me gustó la guía (por eso la foto de hoy). Hizo especialmente bien su trabajo. En estos casos suelo tener un problema serio, si quien ofrece las explicaciones es mujer y me gusta, estoy todo el tiempo pendiente de ella y escasamente de lo que cuenta del lugar. Eso me pasó, incorregible siempre.