2 ABRIL 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-DIGITAL-
Fecha de diario
2024-04-02
Referencia
4338

LOS DÍAS 29
En los momentos en que el tiempo devoraba a la historia era preciso glorificar la melancolía. Así como los renacentistas sufrieron los sinsentidos del medievo agrietado, sus herederos románticos percibieron con dolor las nuevas formas del caos, los absurdos de la modernidad. También ellos fueron atraídos al celo de la melancolía, con la cual enseñaron a varias generaciones, el arte de sufrir la modernidad y con sus lágrimas ensartar el collar de los nacionalismos actuales: «La melancolía es la felicidad de estar triste”, estableció Víctor Hugo”. Roger Bartra
Lunes, uno de abril de dos mil veinticuatro

Por qué comienzo el día con una cita sobre la melancolía, si no quiero hablar de ella.
Nada quiero saber de esa sensación triste que dificulta avanzar con un desapacible viento de cara.
Lo hago porque es la última frase que leí anoche, acostado ya, del ensayo de Roger Bartra: La melancolía moderna. Se trata de una fatal sensación que siempre termina apareciendo en la vida, antes o después, porque está constituida de tiempo, como todos nosotros.  Anoche, a las once y media, la reflexión apareció frente a mí y tuve que apagar el iPad porque era más fuerte que yo, por certera y porque es innegable que las épocas se van apilando unas sobre otras y siempre acaban asfixiando a las anteriores (pertenezco a alguna de las capas ya tapadas). Me entregué desvalidamente al insomnio. Me costaba mucho dormirme. Quizá era la melancolía que sibilinamente se había metido en mi cama.
A la una volví a encender el iPad para escuchar una lectura de voz susurrante cerca de mi oído. Ahora, adentrándome en mi segunda niñez, necesito que una voz susurrante me cuente un cuento todas las noches (en la primera nunca me leyeron nada ni me cantaron una nana para dormir dulcemente). Se trataba de El retrato de casada, de Maggie O`Farrell, sobre la vida de Lucrecia Borgia (carismática y apasionada mujer). Y sí, me dormí enseguida porque no conseguía concentrarme en el relato. Lo poco que pude retener en mi dispersa atención me gustó mucho. Volveré a probar esta noche con la misma historia, pero desde el principio.
Hoy, fiesta en la ciudad, después de desayunar, Mi Charlie y yo nos hemos ido al campo. Nos acompañaba una obstinada llovizna. No nos importaba.
Delante de nosotros, un hombre encapuchado caminaba encogido con lentitud y pesadumbre. Arrastraba los pies. No podía imaginar la edad, aunque parecía joven. Poco antes de llegar a su altura, se volvió sobre sus pasos, y pude ver su cara que me pareció anegada de lágrimas y tristeza. No nos saludamos, no quise profanar la intimidad de su abatimiento. Seguí avanzando, me volví y vi como él tomaba una curva del camino con la misma desoladora congoja. No volví a ver a ese hombre en el resto del paseo; ni lo veré nunca más, seguro.
Comimos a nuestra hora y nos tumbamos a descansar de no estar cansados.
La Fotografía: Por la tarde, mientras haraganeaba en mi estudio, la naturaleza me ofreció una tregua y un acuerdo de convivencia alegre y colorida, que acepté sin dudarlo porque suponía el fin de las molestias de la dichosa lluvia que ya duraba demasiado.

Pepe Fuentes ·