4 SEPTIEMBRE 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Segovia, Catedral
Soporte de imagen
DIGITAL 6400
Fecha de diario
2024-09-04
Referencia
6292

LOS MICROVIAJES
A Segovia: día 1.1

Viernes, treinta de agosto de dos mil veinticuatro

Ayer jueves, hacia media tarde, decidí que saldría de viaje el viernes. Estas urgentes y casi improvisadas decisiones podrían indicar, en el plano positivo, una gran improvisación y determinación por mi parte (no es del todo cierto porque lo había decidido el miércoles para el sábado, el jueves solo adelanté la salida un día); y tampoco fue un impulso irrefrenable y vital, sino un modo de paliar los efectos secundarios de la reparación del suelo de la cocina de mi casa. No, no quiero dármelas de original y dinámico en mi vida cotidiana, más bien es cosa de que suelo actuar » a tontas y a locas”.
El jueves por la tarde noche me visitó mi amigo para ver un partido del Madrid, cenar y llorar un poco juntos, a los postres. El trajo la comida (tengo la cocina clausurada); el Madrid no consiguió ganar; y nosotros tampoco, salvo por el placer de vernos. Intercambiamos confidencias serias (siempre lo hacemos, especialmente ahora que estamos en la edad de la gravedad y el desconsuelo). Llegamos a la conclusión de que, para nosotros, en la edad provecta ambos (yo más), no tenemos margen para la risa desenfadada y el placer más loco, que tanto nos ha gustado; tan solo aspiramos a un decaimiento sin tristeza, es decir, coherente y sabio. Eso haremos, espero.
El viernes me levanté a las 7:00 de la mañana como cualquier día: ultimé el equipaje que me llevaría y a las 7:45 partí rumbo a Segovia. Mi estado de ánimo era neutro. Tenía un itinerario de visitas más o menos esbozado hasta el domingo. Todo estaba bien.
Sintonicé la audición de Los días del abandono, de Elena Ferrante, que me estaba resultando difícil de soportar en algunos pasajes especialmente duros como eran la disgregación o licuación de la consciencia de la protagonista y eso motivó que, bajo la tensión emocional que me transmitía la novela me equivocara dos veces en las salidas de la circunvalación de Madrid hacia Segovia. Nada importante, salvo porque me obligó a dar rodeos innecesarios.
Llegué a la ciudad poco después de las diez de la mañana, aparqué y me dirigí a la catedral, como siempre hago cuando llego a ciudades que la tienen.
Debía sentirme mejor de cómo me percibía porque acepté visitar la torre en una visita guiada lo que suponía ascender 189 empinados escalones por una estrecha escalera de caracol. Lo hicimos en tres etapas, la primera culminó con una proyección audiovisual sobre la torre, la catedral y Segovia. Éramos un grupo de quince o veinte personas, entre las que había una pareja joven sudamericana con una niña de en torno a seis años, que ante la pregunta de la guía sobre qué tal había ido el ascenso, ella contestó, seriamente: muy mal. Me hizo reír.
La segunda parada fue en la casa del campanero, donde vivía a gran altura, con su numerosa familia y hasta con animales para el consumo doméstico (cerdo y gallinas). El último nivel era donde se encontraban las campanas, en un espacio amplio, varias orientadas hacia todas las direcciones….
La Fotografía:  Estas mujeres descansaban de no haber subido a la torre (dudo que hubieran podido) en un banco del claustro de la catedral.

Pepe Fuentes ·