LOS MICROVIAJES
A Segovia: día 1.4
Viernes, treinta de agosto de dos mil veinticuatro
… Después, al centro otra vez (el Alcázar está en uno de los bordes del casco histórico). Busqué el Palacio Episcopal para el que había sacado entrada en la Catedral. Se encuentra ubicado en un magnífico palacio renacentista, con una escalera imperial, con los dos tramos simétricos característicos que se abren a ambos lados. El edificio original se construyó para esa finalidad en tiempos de Felipe II; después pasó a propiedad privada, la familia de los Salcedo, que decayó, llegando el edificio a un estado ruinoso, salvo la fachada renacentista y la escalera principal. En 1755 fue adquirido por el obispo Manuel Murillo Argáiz, convirtiéndose nuevamente en Palacio Episcopal hasta 1969 en el que dejaron de residir los obispos, convirtiéndose en museo en el que permanece y se muestra el legado artístico atesorado a lo largo de siglos y el mobiliario propio del Palacio.
Ni que decir tiene que tanto la configuración del edificio como el contenido expuesto era magnificente. Lo vi en una visita guiada que acababa de comenzar cuando llegué, compuesta, tan solo, por una pareja joven colombiana y dos niños, discreta y silenciosa. La guía, mujer joven, mostró una gran solvencia y amenidad en sus explicaciones. Un placer la visita en todos los sentidos.
Cuando salí me dediqué a buscar un sitio para comer, que no me resultó fácil. En la plaza mayor, donde se concentraban más restaurantes que en ninguna otra zona, un menú del día costaba 40 €, cantidad que ni mucho menos estaba dispuesto a pagar, por lo que, harto de buscar, pasé por alto mi desconfianza y entré en un italiano más barato. Como era previsible la comida resultó inolvidablemente mala, sobre todo por el sospechoso color verde enfermizo de la salsa de los espaguetis, pasados de cocción y mal cocinados.
Nada más sentarme llegaron cuatro mujeres jóvenes atractivas que se situaron en la mesa de al lado. Estaban contentas: charlaban, bromeaban, reían (a mí ni siquiera me vieron, yo a ellas sí, por supuesto, no las quité ojo). Compartieron pizza y luego, cada una, un plato de pasta. Comieron mucho y bien, ya lo creo. Mejor mujeres simpáticas y atractivas sin hombres, que tan poco adornan en las reuniones sociales, sea cual sea el propósito. No consigo curarme del poderoso influjo que ejercen sobre mí las mujeres atractivas…
La Fotografía: Elegantes indumentarias de obispo (las clases eclesiásticas y militares son muy distinguidas y vistosas cuando se visten de gala), expuestas en el Palacio Episcopal, como era lógico ya que allí vivieron.