LOS MICROVIAJES
A Segovia: día 1.5
Viernes, treinta de agosto de dos mil veinticuatro
… Después de comer no sabía muy bien qué hacer. Cogí el coche y decidí dar una vuelta por la periferia, bordeando el río Eresma y la ciudad. Visité la ermita de la Fuencisla (ni sí ni no) y busqué un convento que desde la altura de la torre de la catedral parecía grande e interesante, pero eran las cuatro cuando llegué y no abrían hasta las cinco. Volví a la ciudad. Lo primero que hice fue acercarme al acueducto, que recorrí longitudinalmente, desde la entrada hasta el núcleo urbano. Justamente ahí en una cuesta escalonada con parcelas de césped y árboles me tumbé y dormité un poco. Me sentía tranquilo y nada cansado.
Más tarde seguí callejeando sin propósito y sin pensar, como un zombi fuera de su entorno a una hora desacostumbrada.
Nada me urgía y planes no tenía; dejé que una cadenciosa pereza me invadiera arrastrándose por mi estado de ánimo. Calles vacías a las cinco y media de la tarde. Yo formaba parte de ese despoblamiento porque estaba, pero no estaba allí, tan solo era mi alter ego en modo bulto informe capaz de caminar, pero sin alma ni consciencia…
La Fotografía: Detalle del acueducto romano, de 17 km de longitud. Me pareció más interesante, fotográficamente, acercarme a los detalles constructivos que no a una panorámica, tan sabidas todas las que se puedan hacer. Su construcción fue cosa de titanes de finales del s II de muestra era entre los periodos de Trajano y Adriano. No merece la pena que me extienda sobre algún detalle de la construcción y de la época porque, sencillamente, lo copiaría de alguna parte.