COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 60
“Yo quiero que me quieran”. Silvina Ocampo
Domingo, quince de septiembre de dos mil veinticuatro
De que Mariana Enriquez es una de mis escritoras favoritas me he enterado hoy, por la mañana, mientras paseaba con Mi Charlie, entre corredores de fondo histéricos que corren con tal pasión y desmesura que se colocan al borde del infarto entre un mar de sudor; ciclistas, algunos pasean, pero la mayoría corren como locos y nos hacen sentir a los paseantes lo cerca que estamos de un estúpido atropello.
Sí, Mariana, es mi escritora favorita ahora porque lo he visto en mi historial de audiciones de literatura y me he dado cuenta de que he oído la mayoría de su obra publicada. La mecánica es la siguiente: en las novedades de Audible veo su nombre y como un gesto automático coloco la obra en lista de favoritos, oigo la obra y me digo: Mariana es fantástica, interesantísima; y así hasta la siguiente, y así con todas, una tras otra. Oír la literatura de Mariana es una feliz costumbre para mí. Claro, a continuación, no tengo más remedio que definirme como un perfecto imbécil por tanta superficialidad e inconsciencia. No tengo problema con eso.
¿Cómo es posible que no me haya parado a ubicar literariamente a Mariana y el porqué de mi admiración incondicional? La respuesta está en el párrafo anterior.
¿Por qué de este examen de conciencia riguroso de hoy? Porque acabo de escuchar con devoción y gozo, un ensayo biográfico, con especial proyección sobre la obra de Silvina Ocampo titulado: La hermana menor, la más brillante hermana de las Ocampo (4 hermanas pertenecientes a la aristocracia argentina, la mayor fue Victoria, también escritora y artista). Dice el editor: “Un retrato emocionante de una de las mejores cuentistas argentinas”. Estoy seguro: comenzaré a leer La furia, relatos.
Mariana Enriquez, despliega no solo la biografía literaria de Silvina, sino también la espuma de sus días y muchos de sus destellos refulgentes de su inmensa originalidad, tanto suyos como de su círculo más íntimo, junto con su marido Adolfo Bioy Casares y el amigo intimísimo de ambos, nada menos que Jorge Luis Borges (durante un largo periodo cenaron juntos todas las noches, los tres y también, a veces, con amigos escritores del Buenos Aires de mediados del siglo XX, o de eventuales novias de Borges).
Silvina fue artista de principio a fin de su larga vida (90 años). Comenzó como dibujante y pintora para enseguida hacerse escritora de una personalísima creatividad (dice Mariana, a través de los testimonios de quienes conocían su inclasificable obra que no se parecía a nadie, ni escribiendo ni viviendo).
Mariana hace un retrato vibrante de Silvina, pero también de Bioy y Borges, de sus vidas como grandes artistas que eran todos ellos, y, significativamente, de los rasgos de personalidad y carácter de Silvina: entrañable, oscura, inteligente, divertida, cautivadoramente seductora y perversa. La obra, mientras la he oído ha alcanzado el nivel de adictiva (afortunadamente, todo lo que oigo últimamente me parece arrebatador, estoy de suerte).
Una de las dificultades de escribir una biografía creativa de alguien, supongo, es que la obra en sí, aparte del poderoso interés de la biografiada, es conseguir que la biógrafa (en este caso, plenamente conseguido) ordene la vida y hechos vivenciales significativos que proyecten lo más nítida y significativamente al personaje y narrarlo con el mismo grado de interés creativo y literario que tuvo su protagonista; y en este caso, Mariana, hace creíble apasionada y lúcidamente la vida de una mujer genial y única, como Silvina.
Por eso, y por el inmenso sentido del humor con el que escribe Mariana, es una de mis autoras favoritas, de antes (sin saberlo), de ahora y para siempre.
La Fotografía: Fotograma de la película: Testament, de Denys Arcand (2023), en la que un hombre viejo es consolado por su bajada al infierno de la vejez por una mujer joven. Por eso me gustó esa película, por su lúcida y voluntariosa candidez hacia lo imposible.
Para Silvina Ocampo, la enfermedad terminal de la vejez es un sufrimiento inconsolable. Cuenta Mariana Enriquez: “… en su último libro de cuentos, Cornelia frente al espejo, es también, salvo por algunos textos escritos anteriormente, un libro de la vejez, un libro en el que reflexiona sobre la vejez. En los retratos apócrifos, por ejemplo, escribe: “envejecer es cruzar un mar de humillaciones cada día, es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva que en lugar de disminuir los detalles los agranda, envejecer es no poder olvidar lo que se olvida, nunca pienso que soy vieja ahora que soy vieja, es un ejercicio demasiado brutal este cambio inmerecido (…) y en anotaciones, en el texto final están las últimas palabras que publicó en su vida, el estremecedor cierre del libro: quisiera escribir un libro sobre nada”. Silvina Ocampo. La hermana menor, Mariana Enriquez (Sobre Silvina Ocampo).