LOS MICROVIAJES
A Segovia: día 2.1
Sábado, treinta y uno de agosto de dos mil veinticuatro
… Se acabó el entreacto del relato del viaje… sigo:
En casa de Mariano me levanté en torno a las 7:30. Desayuné en la pequeña cocina común que contaba con un surtido variado de productos embolsados en plástico y una tarta de chocolate también plastificada. Tomé una ración de tarta y un vaso de leche con Nesquit. Viajo en modo pobre.
La mañana había hecho acto de presencia con una luz velada pero resplandeciente, quizá todavía afectada por la tormenta de la noche anterior y por un presagio de inclemencias que podían aparecer en cualquier momento. La temperatura era perfecta. Mi estado de ánimo también.
El día prometía grandes o al menos interesantes momentos.
En torno a las nueve partí hacia La Granja de San Ildefonso. Llegué enseguida y paseé por los alrededores porque no abrían hasta las diez de la mañana. Entré el primero, detrás una pareja de viejos holandeses (si no lo eran, lo parecían)
Ahora que soy madrugador, no entiendo porque la representación de la vida en el mundo comienza tan tarde, con el poco tiempo del que disponemos…
La Fotografía: Los árboles del pequeño jardincillo de la explanada, frente al edificio del palacio, eran majestuosos, de una impresionante altura. Encontrar belleza a primera hora de la mañana me encantó. Pensé, hoy nada puede salir mal.
“Pues solo la belleza, Fedón mío, solo ella es amable y adorable al propio tiempo. Ella es, ¡óyelo bien!, la única forma de lo espiritual que recibimos con nuestro cuerpo, y que nuestros sentidos pueden soportar (…) La belleza es, pues, el camino del hombre sensible al espíritu, sólo el camino, sólo el medio, Fedón…”. Thomas Mann (La muerte en Venecia).