DIARIO DE LA NADA 16
“La vida sexual de un hombre se divide en dos fases: la primera, en la que eyacula demasiado pronto, y la segunda, en la que ya no se le pone dura”. Michel Houellebecq
Lunes, trece de enero de dos mil veinticinco
Ayer domingo no pasó nada digno de mención, salvo que vino mi amigo Ángel a cenar y a compartir una derrota futbolística anunciada (sin crónica ni nada, a secas). Las debacles compartidas parece que son menos. Atropellaron a nuestro equipo de fútbol, o, mejor dicho, soportamos una severísima derrota y apenas tuvimos tiempo de hablar de nuestras cosas ¡hay que ver cuantas energías consume perder! De cualquier modo, tengo tasado el disgusto deportivo muy a la baja (casi no me afecta en nada).
Hoy, no sé si pasará algo o no. Creo que no, seguro que no.
Eso me remite a un problema con mi diario: si nada pasa nada tengo que contar. Sí, ya sé que siempre me queda la ficción, personajes que me tendría que inventar, hacer que entremezclen sus vidas e interactúen entre sí. También que se hagan daño unos a otros. Pero, para eso no estoy dotado.
O la poesía, ese jugar con palabras, sensaciones, sentimientos y todo en clave muy original, imaginativo y, sobre todo, transmitir muchísima transcendencia a ser posible agónica (como este diario, pero en clave artística). El que sea verdad o mentira, es lo de menos, lo importante es que lo parezca. Por eso, tal vez, entre las tinieblas de mi ignorancia, siempre he tenido la sospecha de que la poesía era una impostura sentimental. Quizá habría sentado bien a mi vida ser un poeta satírico o quevedesco o gongorino, pero vivo en el siglo equivocado. En conclusión, tampoco valgo para poeta.
Todos los escritores de enjundia para mí, o que me interesan sobremanera, aparte de ficción literaria, escriben poesía; últimamente, he sabido de Nabokov, Faulkner, Pedro Juan Gutiérrez, por supuesto Bukowski y mi escritor preferido Manuel Vilas, e infinitos más. Parece que, aunque escribas, pero si a la poesía ni te acercas, eres poca cosa.
En resumen, el desafío de la entrada de diario tendré que ir resolviéndolo como pueda, porque por algo soy diarista y nada más.
Recurriré al arte, que en mi caso trata de literatura, cine y pintura y no mucho más. La fotografía, aunque esté convocada, apenas si cuenta. Ahora, en estos tiempos, ya carece de trascendencia y responsabilidad artística.
Aquí es difícil que haya risa (no me hace gracia casi nada), ni tampoco mujeres (muy devaluadas en mi vida de ahora), ni tampoco sexo (a no ser que hable de mis rutinas onanistas, que por cierto han ido cambiando con el tiempo y ahora también suelen ser muy escuetas, sin fantasías, puro minimalismo terapéutico). A propósito de la experiencia onanista, me pregunto ¿se puede considerar la masturbación actividad sexual o solo terapéutica? No me contesto porque me da exactamente igual una cosa u otra. Puede que pudiera titularse como terapia un poquito erótica por lo de fantasear con situaciones tórridas o meramente epidérmicas y funcionales, que también valen.
Ya he terminado por hoy, no se me ocurre nada más.
La Fotografía: Noche en el estudio (1993), de Lucien Freud, exposición en el Museo Thyssen (2023), que tanto me impresionó. “Los cuerpos, especialmente los femeninos, aparecen deformes, enfáticos, flácidos, tamizados por cierta crueldad. Sus cuerpos son cuerpos deshechos, de carnes trémulas como si no tuviesen huesos, cuerpos sin felicidad y permanentemente sumergidos en el ansia. La carne en las pinturas de Freud son textos en los que leemos crueldad, arrogancia y obsesión”. Adolfo Vásquez Rocca
El espinoso y complejo asunto de la atracción sexual, dependiendo de la edad en la que se viva, me parece sumamente interesante e inextricable y será tema de este diario, algunos días, me parece. Un dato biográfico: la virginidad la perdí con una mujer parecida a esta, prostituta, en plena adolescencia ansiosa e insatisfecha (*). Compulsiva (el sexo tiene este componente, también).
(*) No me enteré de nada. La profesional menos todavía. Fue un acto venial, desajustado, tonto, pero necesario.