17 ENERO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
De repente, el paraiso, de Elia Suleiman (2019)
Soporte de imagen
DIGITAL 1600
Fecha de diario
2025-01-17
Referencia
10683.1

DIARIO DE LA NADA 17
“De repente, el silencio”. Jean Claude de Feugas
Miércoles, quince de enero de dos mil veinticinco

A las siete de la mañana estamos y estoy bajo cero.
Durante años, por las mañanas, cuando me sentaba frente a la pantalla y el teclado sabía de qué escribir. Ahora No.
Estoy vacío.
Mi inspiración: libros y películas. No hay nada más porque soy un hombre de escasa imaginación creativa. Solo sé resolver chapuzas domésticas chapuceramente. Antes, por lo menos, contaba con mi cuarto alquímico, que como estaba oscuro fantaseaba con que nadie me veía, ni siquiera yo, y así el miedo y la vergüenza acababan (era el niño que se tapa los ojos para desaparecer). Eso fue verdad, tal y como lo cuento.
Así viví plenamente durante al menos quince años, de los cincuenta a los sesenta y cinco o alguno más. Hasta mujer tenía en aquella época. Luego, ya no.
Hasta sexo tuve entonces (ahora, ya no). Y risas, de todo, vamos ¡un lujazo para mi cuerpo y mi alma! Me parece que me estoy engolfando en lo obvio e innecesario porque lo que estoy contando lo sabe todo el mundo que lo tiene que saber. Hasta yo lo sospecho, porque a ciencia cierta no lo sé. Uno nunca sabe del todo, y menos de sí mismo.
Veamos, en ningún momento fui un triunfador o ganador, era tan anónimo como lo soy ahora, pero mi insustancialidad no me dolía. Ahora tampoco, salvo cuando en las madrugadas (la fatídica hora de seis a siete, temible, la de los suicidas), repaso una a una mis impotencias y mis pocas ganas.
Cuando me levanto (a las siete), parece que resucito infelizmente, o al menos se me quitan las ganas de morir; aunque no recupero del todo las de vivir.
Esto hace que me pregunte si en esa hora de vigilia atormentada tuviera un cuerpo caliente al lado, en mi cama, si así, con esa terapia radical, cesaría el dolor de esa negra hora. Al fin y al cabo, soy un mamífero que, como todos, necesita el calor de otro igual (me refiero a una mujer). En estas noches frías, en un alto pegado a mi fachada se forma una gatera (2 ó 3) que se amontonan para combatir el frío.
Me contesto: puede que eso conviniera a tu vida en esa hora tenebrosa, pero qué pasaría las veintitrés horas restantes (los gatos, de día, se largan cada uno a su aire). No sé, me digo, porque todo dependería de cómo fuera esa mujer improbable. Me lo pensaría si fuera inteligente, guapa guapa, con sentido del humor, bondad e indulgencia, capacidad de amar, a mí sobre todo (dinero, también, eso nunca está de más y adorna mucho una relación) y cultura, es decir leída y cultivada. Ayer, recibí un mensaje de una mujer en el que escribió: -e vivido- y así no vale, eso no me sirve de nada.
A la edad provecta se supone que todos estamos muy trabajados en todos los sentidos, y quien no lo esté, pues no.
No sé por qué coño me estoy adentrando por senderos tan simples, tan elementales, tan poco artísticos; supongo que porque no tengo otra cosa que decir hoy.
Este diario es un ejercicio de pura libertad, la que necesito, y eso implica escribir lo primero que se me ocurre.
Lo escrito suele depender de cómo me haya ido en la hora fatídica antes de reclinarme en mi cheslón de escribir.
La Fotografía: Anoche vi una película fascinante titulada De repente, el paraíso, de Elia Suleiman (2019). Se trata de una comedia minimalista, silenciosa: el protagonista, el propio Suleiman, nunca habla, solo mira, intensamente. Nadie habla en esta película, solo algunos personajes increíbles, como un cazador. Otros, encantadores unos, amenazantes otros, fantasmales todos, que hacen cosas prodigiosas llenas de sentido, belleza y espíritu surrealista. Los críticos se han hecho un lío, hasta el propio creador también porque habla del problema de identidad de Palestina y cosas así. Algo ajeno a él como artista, porque la obra que ha creado es un tesoro en sí mismo, más allá de Palestina y de cualquier consideración sociológica, geopolítica o patriótica. El corazón de la historia es cine en estado puro, sobre todo porque el cine, desde su corazón mismo, también es silencio.

Pepe Fuentes ·