MONÓLOGOS SOBRE ARTE 24.3
“Kilomba imagina el escenario futurista de un paisaje árido donde el mar ha desaparecido, revelando un rastro de existencia humana”. (del texto de presentación de la muestra).
Viernes, treinta y uno de enero de dos mil veinticuatro
… A medida que me adentraba en el contenido de la muestra me iba sintiendo plenamente identificado con lo que iba viendo despacio, mientras escuchaba una poderosa banda sonora gutural y percusiva como banda sonora. Otro de los aciertos.
Desplegada en varias salas, con una puesta en escena brillante, no solo por la distribución de los motivos con un acertado sentido del ritmo y del equilibrio espacial, sino, además y, sobre todo, por las matizadas iluminaciones que resaltaban texturas y atmósferas.
Los diversos escenarios me parecieron especialmente apropiados dado la naturaleza retórica, teatral y performativa de la muestra. Sí, pero eso lo he sabido después. Vi la obra con mirada limpia y desprejuiciada por desinformada. Por eso, a veces, me sienta bien enfrentarme a una muestra sin información previa, como un recién nacido.
Me estoy dando cuenta que lo que vengo argumentando quizá no esté suficientemente afinado porque, la secuencia creativa, la genealogía de la obra en sí y en conjunto el storyboard desarrollado plásticamente, lo ha determinado previamente el relato. Quizá he sido víctima en mi análisis de ayer y hoy de mi prejuicio sobre la materialización del arte contemporáneo; o más bien, de lo que suele ser el formato de muestras copia del museístico tradicional: obra a obra de significación singular y única. Sin embargo, lo que ofrecía Grada Kilomba, era una tesis dramatizada en forma de Ópera, como indicaba el título (obertura, recitativos, arias y coros).
He preferido no modificar las dos entradas anteriores porque, a fin de cuentas, alimentan mi reflexión entre formas y conceptos en arte contemporáneo y de siempre. Es un debate inacabable y estéril para mí y quizá para nadie más. A fin de cuentas, la verdad es la obra y secundario y aleatorio cómo se ha llegado hasta la obra misma terminada…
La Fotografía: Hoy, una instalación repartida por distintos espacios representa el pecio de un naufragio: uno de los muchos que han tenido lugar en la historia y que para Grada Kilomba es la metáfora de los desarreglos de la vida y valores humanos a lo largo del tiempo; mientras que para mí es, esencialmente, una poderosa creación plena de belleza sugestiva que tiene valor por sí misma, sin más. El cuento me da igual. A no ser que, el único sentido de la obra sea el concepto, o, dicho de otro modo: quitamos el relato y la obra se volatiliza o termina arrumbada y destruida como un despojo sin interés. Para mí, en este asunto, las preguntas siguen porque nunca encuentro las respuestas que me satisfagan del todo.