DIARIO DE LA BELLEZA 8.4
“…Llevo muchos años al servicio de la madre iglesia y debo decirles que hay un pecado que temo más que ningún otro, la certeza. La certeza es enemiga de la unidad. La certeza es enemiga letal de la tolerancia. Incluso Cristo tuvo dudas al final, Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado grito Jesús en su agonía tras nueve horas en la cruz. Nuestra fe es algo vivo precisamente porque camina de la mano de la duda. Si solo hubiera certeza, sin dudas, no habría ya misterio y no haría ya falta la fe. Camarlengo (Ralph Fiennes). Guion:Peter Straughan. Novela: Robert Harris
Martes, veintidós de abril de dos mil veinticinco
Me he levantado como si nada pasara y sí pasa, algo importante, especialmente para el mundo, y sobre todo para los mil cuatrocientos millones de católicos en el mundo (seguidores de los papas): Ayer murió Jorge Bergoglio, el Papa Francisco.
Los católicos somos en torno al 17% de la población mundial y me incluyo porque estoy bautizado y supongo que entro en las estadísticas. Los cristianos en general son algunos millones más, en torno al 28%.
Yo no soy practicante y tampoco creyente, en ningún Dios. Javier Cercas dice lo mismo de sí mismo, y menciono a este autor porque acabo de leer El loco de Dios en el fin del mundo.
Cercas y yo compartimos una embobada fascinación por la puesta en escena del catolicismo, magnificente y teatral comparada con cualquier otra religión (por eso lo que escribo sobre el mundo vaticano lo incluyo en el capítulo de la belleza). Sigo con Cónclave, la película inglesa de Edward Berger (2024), que vi anoche precisamente. Días antes vi El Tormento y el Éxtasis (diario del miércoles y jueves), Los dos papas, de Fernando Meirelles (2019) y veré Habemus Papam, de Nanni Moretti (2011). Esta última puede que sea la más interesante porque es un tratado sobre el miedo y la duda en un mundo esencialmente sugestionado por el deseo de certezas.
Cónclave es una película lujosa y también artificiosa. Comercial y fácil porque no entra en metafísicas, solo en intrigas. La trama enseguida muestra las facciones y perfiles de sus intervinientes y lo que políticamente representan o defienden: por un lado, los tradicionalistas, rígidos y combativos, especialmente su líder (un macarra); y por otro los buenos, que buscan paz y consenso para seguir manteniendo el confortable estado de las cosas sin estridencias.
Y todo ese campo de juego aderezado con maniobras fatales para alcanzar el poder: unos contra otros, como debe ser cualquier lucha política que se precie. Sin embargo, aquí, lo verdaderamente interesante son las formas de una gestualidad hierática y aparentemente pasiva, pero tan venenosa como cualquier otra. Resulta fascinante como espectáculo contemplar a viejecitos renqueantes ostentosamente ataviados sacándose las entrañas encarnizadamente ¡qué agónica energía, por Dios!
En cuanto a filosofía doctrinal, apenas si hay, únicamente la cita de hoy.
¿Cómo se vertebra la película en cuanto a narración cinematográfica? En modo thriller con sorpresas, trampas y todo tipo de artilugios narrativos, que en conjunto afean el resultado, a pesar de la belleza inigualable del Vaticano y sus ritos. Muy bien interpretada y con un ritmo interesante gracias a la intriga que urden los creadores (aunque al final se les vaya de las manos el montaje, con terrorismo incluido). Todo se salva en conjunto, gracias al escenario y la orquestación que se desarrolla, al vestuario y a las solemnes votaciones de los cardenales (fórmula inventada en el siglo XV, creo). En resumen: superficialidad y puro entretenimiento, que no está nada mal, por cierto.
La Fotografía: La película presenta imágenes de gran belleza. Aunque algunas escenografías son inverosímiles su magnificencia las hace plenamente válidas.