Diario de mi Felicidad 1 y 2
“No tardé en descubrir que me estaba acostumbrando a sentirme feliz e infeliz a la vez, como si ese fuera el inevitable nuevo estado de mi vida”. Elena Ferrante, La niña perdida (2014)
Martes, veinte de mayo de dos mil veinticinco
… Sigo en la experiencia del mismo día, el martes. Me ha dado para entrada larga.
No alcanzo a entender porque unos días me siento con un impulso vital descomunal en los que afronto esfuerzos con sobradas energías, mientras que otros, apenas si me puedo levantar y paso el día arrastrándome lastimosamente.
Yo, ahora, como dice Ferrante: feliz e infeliz, y todo al mismo tiempo.
Por qué he decidido escribir hoy sobre la felicidad, sencillo, porque me he despertado feliz a las seis de la mañana (ese estadio me suele sobrevenir en días alternos), he visto prensa y me he encontrado con una noticia sobre un estudio realizado en una universidad durante tres décadas, con encuestas realizadas a 40.000 personas, en Alemania, Suiza, Países Bajos, Reino Unido o Australia, y han llegado a la conclusión obvia de que la felicidad varía según actitudes y cualidades, es decir, es cosa de persona a persona. O, dicho de otra forma, según dicen: “Así que todos nosotros, en vez de centrarnos en la búsqueda de una receta universal para la felicidad, deberíamos intentar comprender los distintos ingredientes de la vida que nos hacen sentirnos realizados para mejorar nuestras vidas y conseguir ese tesoro que llamamos felicidad”. Acabáramos entonces, solo se trataba de eso y no nos lo dijeron de pequeños.
A lo largo de la mañana, como me sentía feliz me he dedicado a realizar gestiones que he resuelto muy bien, con solvencia. A media mañana he salido a caminar oyendo La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, y me lo he pasado estupendamente. Es asombrosa, fascinante y gozosa la capacidad de Vargas Llosa para hacer disfrutar a sus lectores. La novela es de 1977 e, incomprensiblemente, no la había leído, así como otras dos de su primera época (que leeré). Estoy disfrutando tanto con los relatos de este título, y sobre todo con un lenguaje que brota como tumultuoso manantial inagotable que me sorprende incesantemente. Me está encantando como hacía mucho tiempo que no lo hacía una novela (a veces, caminando por el campo, me río franca y espontáneamente con lo que oigo). Como la mañana era propicia para la felicidad me he dejado llevar en ese estado, muy contento.
A lo mejor todo es tan sencillo como repetir las fórmulas de éxito. Sí, pero mañana procuraré hacer otras cosas, aunque se parezcan bastante a las de hoy.
Por eso, en este capítulo, me voy a dedicar a radiografiar las cosas que me hacen feliz, a ver si así me oriento y sobre todo, me acostumbro.
La Fotografía: Cuando he llegado a mi casa, me apetecía fotografiar. Eso he hecho, oyendo a Leonard Cohen, como siempre hago en el plató (una manía que me hace feliz) y la foto que he realizado, esta, la he titulado: Ensayo sobre la felicidad. No la voy a explicar porque está claro el contenido y la tesis. El resto del día he seguido sintiéndome feliz.