LOS DÍAS 17
“Por la tarde, finalmente, volvió a acordarse de quién era; durante ese instante consiguió sentirse idéntico a sí mismo y dejó de pensar tan mal de él como hasta entonces”. Peter Handke (El peso del mundo)
Viernes, veintitrés de mayo de dos mil veinticinco
Me habría gustado escribir un libro y que se titulara El peso del mundo; pero no ha podido ser porque ese libro ya lo escribió Peter Handke en 1977. Ni qué decir tiene que a mí Peter Handke (premio Nobel 2019), me interesa y me gusta mucho. Pero, aunque me siento conocedor de su obra por transustanciación, porque de sus decenas de libros publicados, de bellos y sugestivos títulos, solo he leído entero El peso del Mundo. Sé que es un autor que ha trabajado sobre la comunicación humana, la soledad, la felicidad y todos esos aspectos de la vida de los humanos que a mí me interesan tanto. Soy un lector fijo discontinuo, capaz de aplicar la más desordenada actividad lectora. Leo a impulsos, a empujones. Como si me retorciera el brazo y los deseos. “El inconveniente de la «gran literatura» es que cualquier imbécil es capaz de identificarse con ella”. Peter Handke
Esta mañana de ocho a nueve de la mañana, y ayer de ocho a doce, un hombre de oficio, de esos que saben hacer de todo y solo se puede sentir complejo de inferioridad cuando estás con ellos, ha venido a mi casa a arreglar una gotera que provocaba un sumidero de la cubierta en mal estado. También ha reparado las manchas de pintura del techo de la sala de estar y a veces ser.
Me ha abrumado contándome lo bien que le salen las cosas en su vida, y no, no es que presumiera explícitamente, sino que, al contarlas, a mí, que le escuchaba atentamente, solo me quedaba aceptar que me encontraba con un hombre de éxito, pleno de autoestima y sentido del buen vivir. Uno de los aspectos más significativos de su estilo de vida era lo bien que se relaciona con muchos de sus vecinos cercanos, con los que compartía barbacoas, cervezas, chistes, risas, tertulias improvisadas y todo en un ambiente de gran sintonía, camaradería y empatía. Mientras le escuchaba no podía evitar preguntarme: ¿y de verdad existen personas así, que vivan así, y que les guste su vida social así? Y, claro, me he visto obligado a contestarme que sí, porque lo tenía frente a mí, con su tremenda humanidad y sentido de lo que es una vida plena, inasequible a cualquier desfallecimiento. Como no sé relacionarme con este tipo de personas, su presencia en mi casa se me ha hecho muy larga. No aprendo nada de personas así, y hay muchas, según tengo entendido. Culpa mía, sin duda, porque no me adapto al buen vivir.
Cuando se ha ido, el resto de la mañana solo he podido dedicarme a limpiar la casa. Y ahora, por la tarde, soy incapaz de hacer nada en mi provecho, solo escribir esta entrada para hoy.
La Fotografía: Hoy solo he podido escribir esta entrada (estoy sin aire, sin margen de seguridad para el diario). Es difícil reunir sentimientos o argumentos o cuentos para más de una entrada al día. La foto solo podía ser esta, de un individuo parecido a mi hombre de oficio, pero en formato pequeño burgués.