29 MAYO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
Harumi Shimono, obra encontrada en su casa
Soporte de imagen
-DIGITAL 50
Fecha de diario
2025-05-29
Referencia
10888

Recordando: a Harumi Shimono (2)
…Están sobre mi cuaderno amarillo
Sonriendo, no sé de qué…
una tarde verde amarillenta
en un jardín…
Harumi Shimono (1976).
Martes, veintisiete de mayo de dos mil veinticinco

…Harumi, después de la muerte de Masao, en dos mil cuatro, siguió viviendo en la casa que ambos compartían, en un pueblo cercano a Toledo. Mantenía una actitud vital activa, inquieta, sociable, amigable y encantadora, como siempre se había mostrado con el entorno que compartió con Masao. Al menos lo que yo podía percibir. Con Naty y conmigo, mantuvo una relación muy activa (tuvimos mucho contacto los meses que duró la preparación del catálogo de la magnífica muestra). Nos dedicó, a Naty y a mí, el catálogo de la exposición. Aparte, ella, sociable como era, cultivaba la amistad y trato con los muchos amigos que tenía en la ciudad; aparte de artistas japoneses que también vivían aquí (el matrimonio Onhuma, Ryosuke y su mujer, este último vino a España al mismo tiempo que Masao).
Antes de seguir diré que, desde mi punto de vista, Harumi, tenía un inmenso talento como artista, tanto como dibujante como escultora, pero no ejerció como tal públicamente nunca. Es más, solo dibujó y esculpió durante los primeros años en España, tanto en Toledo como en Ronda. Sus manos, su mirada y su talento eran prodigiosos, especiales y personalísimos.
Pasaron algo más de dos años desde la muerte de Masao, y un aciago día de la primavera de dos mil seis, se despertó sin visión en un ojo. A partir de ese momento comenzó un largo peregrinaje por consultas de oftalmólogos y neurólogos, sin que ninguno acertara a explicar el fenómeno. La agresividad e inesperada desgracia se parecía demasiado a la historia de Saramago: Ensayo sobre la ceguera.
El veintiséis de Junio de ese mismo año cuando acompañé a Harumi a la consulta de una neuróloga, esta le dijo:  –todo está bien, no hemos encontrado causas en ninguna de las pruebas realizadas. Solo queda aplicar un tratamiento de mantenimiento a base de corticoides y esperar a ver cómo evoluciona-…
No, nada estaba bien: un ojo se había negado a seguir viendo, repentina y brutalmente. La última doctora, no sabía por qué. Nosotros tampoco. Llevé a Harumi a su casa. Por el camino intenté desdramatizar lo sucedido; dije que, seguro que la visión volvería, así, de pronto, como se había ido. Y si no, no era tan grave, al fin y al cabo, quedaba el otro y… para lo que había que ver, ¡con uno bastaba! Nos reímos sin ganas. Su mal no era grave en aquel momento porque podía valerse por sí misma, y seguro que se solucionaría pronto, -pensé-; pero me sentí impresionado y acuciado por malos augurios…
Ella siguió preocupada y decidió probar con médicos de Japón; también porque en esos momentos difíciles necesitaba sentir el apoyo de sus hermanos y acogida por su otra ciudad: Kioto.
La llevé al aeropuerto muy temprano, un día de octubre, no recuerdo cuál…
La Fotografía: Harumi dejó en su casa, no solo toda la obra invendida de Masao; sino, también, una caja de cartón que contenía decenas de blocs colmados de dibujos y multitud de hojas sueltas, que encontré azarosamente en el fondo de un armario, cuando levantábamos su casa, junto con su hermano. Toda esa ingente obra la realizó desde su llegada a Toledo y años posteriores, en lo que se incluían otros muchos de sus trabajos en Ronda, en el Bar La Oliva, de personajes populares de la ciudad y clientes del bar. Centenas de maravillosos dibujos a lápiz de una belleza estilizada, sutil, y cargados de penetrante intención. No, no eran únicamente dibujos naturalistas, sino hondos estudios antropológicos en los que vibraban rasgos caracterológicos, culturales y vivenciales de sus personajes. Emocionantes todos. Guardo esos cuadernos como –oro en paño-, que diría nuestro común amigo Carlos Villasante.
PS. El retrato de la parte inferior, de una mujer joven con melena de pelo negro es un autorretrato de la propia Harumi, sin duda, de aquella época, claro.

Pepe Fuentes ·