LOS DÍAS 19
He pensado en escribir un diario, no de sucesos porque no los habrá, sino como un registro de ocurrencias mezcladas y observaciones cotidianas: “mi filosofía”, mis pensées, contra un fondo de simples descripciones del tiempo y de otros fenómenos naturales (…) Sin embargo, no debo hacer el menor intento de “escribir bien”, lo que significaría arruinar mi empeño. Además, lo único que conseguiría es quedar como un tonto (…) Charles Arrowby, protagonista de El mar, el mar, de Iris Murdoch
Domingo, uno de junio de dos mil veinticinco
Tengo un querido amigo que, cuando hablamos, lo primero que le pregunto es ¿qué tal estás? A lo que él, siempre me responde ¡¡¡muy bien!!! Le contesto: ¡yo, regular! Ambas cosas son verdad (o no, depende). Lo cuento porque he recordado que me llamó el otro día. Él siempre bien, yo siempre regular. Aunque vivimos en la misma ciudad, y nuestros horizontes culturales son parecidos, el modo de gestionar nuestras vidas cotidianas no es igual ni mucho menos. A él le va mejor que a mí porque al fin y al cabo somos diferentes, nuestras elecciones vivenciales son distintas, aunque nuestros gustos sean comunes en muchas cosas. Quizá tenga que ver en que yo prefiero la trascendencia (una idiotez, por otra parte, porque ni siquiera sé en qué consiste); y él, el buen vivir (mejor elección, sin duda). Él es inteligente, yo no. Él prefiere la compañía; yo, sin embargo, la soledad. A ver, ambas maneras son grosso modo, para entendernos.
Creo que solo puedo elegir más libremente lo que hacer, o no. Parece sencilla la elección, pero no lo es tanto porque en el vivir todo tiene un precio. A pesar de todo, me cunde más la soledad.
El sábado, no hice nada de nada, de lo mío, la trascendencia.
Sin embargo, me dediqué a tareas domésticas: preparar la sala de verano (mi patio), colocar la tele (me ayudó Naty). Por la tarde, dispuse la tumbona y el espacio donde escribir cosas trascendentes por las mañanas. Por las tardes, no sé dónde me colocaré porque el patio es caluroso. Por la noche, se convertirá en cine de verano. Anoche inauguramos la temporada mi amigo y yo, viendo la final de la champions de fútbol. Como no la jugaba nuestro equipo apenas si prestamos atención.
Hoy, domingo, no sé. Me he levantado sin ganas. Creo que permaneceré deprimido todo el santo día. No tengo previsto ni comer bien: no he cocinado ni me apetece hacerlo. Me abriré una lata de cualquier porquería.
Ah, se me olvidaba, ayer, por la tarde, decidí ir al Súper, y resulta que no pudo ser porque estaba cerrado. Era la fiesta de la comunidad y yo sin enterarme. Aquí, en estas tierras, carecemos de sentido nacionalista porque son bobadas que solo engordan a los políticos sin imaginación, mientras los jaleadores (los ciudadanos), no alcanzan ni las sobras. Ellos sabrán.
Decidí entrar a un centro comercial que estaba cerca y, oh sorpresa, estaba abarrotado de gentes (familias enteras y jóvenes) que se refugiaban del calor paseando por las galerías y sentándose en mesas de bares y restaurantes. Me dejé llevar por el espíritu del sitio: comprar compulsivamente para tapar alguna herida pululante: es lo que hice, entré en una tienda de ropa y me compré cuatro prendas que no necesitaba (devolveré la mitad el lunes, arrepentido).
Vale, ya he cumplido con el espíritu de Charles Arrowby, así que lo dejo por hoy…
La Fotografía: La vertiente fotográfica del propósito de Mister Arrowby, comporta, me parece, ser azaroso en cuanto a la elección de la imagen del día. Tengo miles sin publicar en el diario, luego podría ser cualquiera de ellas. Normalmente busco metáforas, alusiones, guiños, cercanías temáticas y hasta directamente testimoniales, como si fueran de reportaje… pero creo que pueden ser más nutritivas para mi alma las ocurrentes y hasta graciosas por caprichosas: elegir de forma automática, aleatoria y porque sí (poderoso argumento siempre). Trasunto de yo mismo merodeando por una galería de un centro comercial, un día de fiesta, con aviesa pero inocente intención.