DIARIO DE ENVEJECIMIENTO 63 y 3
“No debéis tenerle miedo a la muerte, uno la teme porque ama la vida, ni a quedaros solos en la vida, a convertiros en ancianos olvidados de todos, miedo nunca, cada momento de tu vida, por sombrío que sea, contiene todo lo que fuiste, y eso es sagrado”. Manuel Vilas
Martes, dos de junio de dos mil veinticinco
… No sé porque he llegado hasta aquí estos últimos días, a la vejez. Ha sido impremeditado. Si pulso el botón del automatismo me sale escribir sobre ese doloroso asunto vivencial.
Supongo que debe ser porque pienso en ella a todas horas. La cita de Vilas (mi escritor preferido), es asombrosamente positiva, pero apenas si me sirve porque de santo no me veo, o nada en mí se potencia con esa idea de la “sacrosanta vida vivida”. Sí, porque ahora no tengo la sensación de haber sido nada nunca. Lo vivido ya es imposible que me nutra, por mucho que me ponga de puntillas para asomar la cabeza mirando hacia atrás. Y, aunque hubiera alcanzado logros relevantes, tampoco me valdrían porque ya no significan nada: “Toda la vida sacando las mejores calificaciones, frecuentando las mejores universidades, participando en los más importantes congresos, colaborando en las mejores publicaciones, y ahora se pasa las tardes en el hostal Ocata jugando al domino. Y perdiendo”. Juan Antonio Masoliver Ródenas
No disfruto rememorando lo que hice y lo que no (si apenas lo disfruté como presente como lo voy a hacer ahora que apenas lo recuerdo). No hace mucho que consciente y solemnemente, abolí el pasado.
Ahora solo me preocupa el que pueda mantener mis escasos recursos, porque es lo único que me permitirá ser libre y autónomo. Sin el atributo de la libertad, en la vejez, la vida sería invivible.
Ah, y a propósito del dinero, hoy mismo, con la ayuda en la elección de Naty, he comprado un ordenador que me ha costado casi dos mil euros para solventar el conflicto con la transición de Windows 10 al 11 (mi ordenador no es compatible).
Terminaré refiriéndome a la excesiva atención que dedico a los viejos y que me gustaría saber por qué; probablemente porque pertenezco a esa edad, y tengo la sensación de que somos un colectivo inexistente para los que están en la vida activa. No gustamos a nadie, somos una excrecencia a la que no se mira. Yo, sin embargo, miro mucho a los viejos, sobre todo para comprobar cómo se han deteriorado (yo, también, en el espejo, todos los días). Es desolador. Ahora no encuentro ni palabras ni argumentos para expresar una cierta presencia de ánimo ya que la cita de Vilas no me sirve porque he abolido mi pasado. No me ha costado, porque nada fui.
La Fotografía: Naty con 27 años, en la Cala de San Pedro, cerca de Las Negras, en un maravilloso viaje que hicimos entonces. Publico esta foto hoy para felicitarla y que recuerde lo espectacularmente atractiva que estaba en ese momento de su vida, cuando la vejez era tan lejana, tanto que ni por lo más remoto pensábamos que llegaría. Es mi regalo de cumpleaños, con mi mejor intención y con el deseo de que su futuro sea venturoso y consiga mantener alejada la percepción de la vejez por muchos años que viva.