DIARIO DE LA BELLEZA 9
“Yo no soy un lector de Franz Kafka, yo soy su enamorado.
Con mucha probabilidad, yo no me habría convertido en escritor si no hubiera leído a Franz Kafka, o si la obra de Franz Kafka no existiese. Si intento borrar la obra de Kafka de mi alma, me quedo sin vocación literaria. No me interesa la literatura si Kafka no es el dueño de la literatura…”. Manuel Vilas (Dos tardes con Franz Kafka)
Lunes, dieciséis de junio de dos mil veinticinco
Ayer, domingo, ya lo conté…
Hoy lunes, por la mañana, he ido a raparme la cabeza. Mi peluquera estaba hiperactiva y contenta, pero no supe por qué. Algunas veces lo está más que otras y hoy, a pesar de ser lunes, mostraba una gran exuberancia vital.
He terminado Bajo la misma estrella, de John Green, que ya comenté que le había maravillado a Haruki Murakami, y a mí también. Nació en Kioto, la ciudad de mis amigos Masao y Harumi. Ya hace demasiado tiempo que no edita una nueva novela. La echo de menos.
A propósito de esta obra, situada en la joven y enfermiza edad de sus criaturas, he de decir que es conmovedora y convulsa. Una exquisitez literaria y una revelación en cuanto a la inextricable naturaleza humana. La historia en sí y quienes la encarnan, rompen cualquier idea preconcebida sobre el amor y la capacidad de resistencia del ser humano ante la adversidad, por horrible que sea. Te remite a otro modo de concebir la vida, a otro universo en el que el amor, la enfermedad y la muerte se mezclan para crear un sublime homenaje a la vida, a la alegría de vivir por encima de cualquier contratiempo o fatalidad. Obra emotiva pero nunca sensiblera, inolvidable por su sutil sentido del humor y su vibrante belleza. Difícil a veces por su crudeza, pero hacia la que sientes un infinito agradecimiento, sin reservas. Lectura obligada. Grandísimo Green.
Hoy, por la tarde, he comenzado a leer la misiva amorosa en estilo -admirativo-incondicional- de ensayo literario de Manuel Vilas (mi escritor preferido), sobre Franz Kafka. Hoy, precisamente, hace ciento un años y trece días que murió Kafka. Hace ahora veintiún años que Naty y yo visitamos su tumba. Una peregrinación. Si volviera a Praga, lo que no haré, volvería a ese bellísimo cementerio y a esa sepultura.
A las ocho he quedado con Los Fuentes (los míos) para dar un paseo por Toledo y luego cenar en un restaurante, a las nueve y media. Se irán pronto, dentro de dos días, a su casa, en Chicago.
La Fotografía: El mundo de Kafka, entre las diversas interpretaciones que admite es la del vacío en la que alguien busca el sentido sin encontrarlo nunca. Muchas de mis fotografías han girado en torno a esa exasperada angustia, como esta: un espacio vacío, un Castillo. Una de mis próximas relecturas.