Diario de mi Felicidad 5
“Se tenga suerte o no, deja huella el afán”. W.B. Yeats
Miércoles, dieciocho de junio de dos mil veinticinco
Hoy es anteayer, miércoles.
Pasé la mañana en casa y a mediodía fui a comer con Jackie, Lucía y Gabriel, para despedirnos, además. Se irían en la madrugada del jueves.
Mañana me levantaré temprano e iré a Madrid, también temprano para llevar mi objetivo largo a reparar y visitar el Reina a lo largo de la mañana; lo que ocurriría después, lo conté ayer, sin haber sucedido todavía. Como poderes adivinatorios no tengo, quizá la entrada de ayer fue un fiasco. Seguramente.
En la entrada de hoy, viernes, tendría que narrar lo que sucedió el jueves realmente, pero como es miércoles, pues no ¡un lío!
Hoy, como estoy en capilla para mañana, no sé de qué escribir, así que improviso sin parar.
Hasta mañana no sabré, pero eso será otro día que no ha llegado.
Ni siquiera sé si el tiempo me dará para crear la entrada del sábado sobre mis impresiones del jueves. Ni idea. Pero bueno, lo que sí es seguro es mi compromiso supremo es este diario y entonces todo llegará.
De verdad, no sé qué hacer ahora (seis y cuarto de la tarde), es como si todos mis deseos hubieran quedado emplazados para mañana por la mañana, hacia mediodía. Hace calor y no me apetece escribir, ni leer, ni nada de nada. Luego, a las nueve, veré solo un partido de fútbol en mi patio, Ángel no puede venir y ni siquiera tengo a Mi Charlie.
Deambulando por mi depósito de citas, buscando inspiración, me he tropezado con una completamente idónea sobre lo que me está ocurriendo en estos días, y la transcribo, naturalmente: “Voy perdiendo el deseo de lo que busco, buscando lo que deseo”. Antonio Porchia
Lo dejo ya porque me estoy mosqueando conmigo mismo por tanta incredulidad. Qué a todos nos acompañe la suerte.
La Fotografía: La comida de hoy, de los Fuentes y yo, el Fuentes grande, ha sido gratísima y divertida. Cuando los he dejado en casa de Carmen, abrazos y pena por el año en el que no nos veremos. Pero, a esa circunstancia estamos muy acostumbrados después de veintiún años. Somos felices entre nosotros porque nada nos oscurece. Todos estamos bien y cuando estamos juntos es una fiesta. La foto es de hace una semana, cuando comimos en mi casa (y de Naty), y a ellos se los ve plenamente felices, alegres, contentos de compartir sus vidas. Durante estos días he observado como se relacionan entre sí: cómo se miran, cómo se hablan, cómo se sonríen entre sí cuando se miran, cómo se tocan y abrazan (podría seguir interminablemente añadiendo matices a la espontaneidad de su amor). Asombroso y emocionante. ¡Qué feliz me hace su felicidad! En esta fotografía, por ejemplo, la mirada de Jackie a Gabriel es vibrante, de dos personas que parece que acaban de conocerse y enamorarse. Y entre ellos, la risa franca y radiante de Lucía, su hija, que parece encontrarse en el mismísimo paraíso, con sus padres.