LOS DÍAS 23
“… Se procurará no hablar para no decir nada, no maldecir de otros en su ausencia, no cansar con un monólogo poco interesante, no alargar una discusión que está atascada, no hablar de uno mismo, y mucho menos para jactarse. Ese arte no es ni más ni menos que una práctica del respeto hacia el otro”. Michel Onfray
Sábado, veintiocho de junio de dos mil veinticinco
A primera hora de la tarde he comenzado a escribir sin fe. Para mañana no tenía entrada. Creo que cerraré el diario el treinta de junio, a la mierda con este invento que ha empezado a pesarme; ya no me divierto escribiéndolo (a veces sí, pero en contadas ocasiones). Se me ocurre que, por hacer algo, de aquí en adelante, puedo dedicarme a ordenar las 7784 entradas publicadas en libros temáticos (por lo menos me saldrían veinticinco o treinta). Y, luego, morirme. Ya veré.
Hoy, que camino por la vida con muletas para arrastrar mi dañada autoestima, me digo: -no olvides que eres el mejor y más constante diarista fotográfico del mundo; no hay nadie que te iguale- pero ese alarde de engreimiento y soberbia no me gratifica, me deja indiferente.
¡Bah, qué más da! Me digo, también.
Por la mañana he ido a pasear con Mi Charlie y por el camino ha tocado oír un ensayo corto sobre Charles Darwin: «En la lucha por la supervivencia, el más fuerte gana a expensas de sus rivales debido a que logra adaptarse mejor a su entorno.» Pues no sé, no me parece que sea así, porque yo sigo aquí. Seré la excepción.
Luego, ya en mi casa me he encontrado con mi vecina de arriba de la calle y nos hemos detenido encantados a cuchichear sobre otros vecinos y conocidos. Ha estado bien porque es lo que hacemos los vecinos, y eso nos divierte mucho.
Me ha llamado mi amigo-hermano y nos hemos dedicado a cuchichear, también: me ha descrito a una mujer madura muy atractiva e interesante que conoció el jueves por una circunstancia familiar y ambos nos hemos relamido con los encantos que imaginábamos en ella. Le he encargado que investigue y urda alguna estrategia de aproximación al bellezón, ecuatoriana para más señas. No lo hará, seguro.
Ayer estuve en sesión de fisioterapia, por causa de la persistente fascitis plantar que me atormenta sin tregua. No he notado mejoría apreciable. Calificaría el tratamiento como desastroso. Cuando termine habré perdido quince horas de mi vida, más o menos ¡que despilfarro de lo que carezco! En la clínica a la que acudo hay una única terapeuta (mujer en la cuarentena) que habla incesantemente y no dice nada que pueda ser recordado después. Sí, hay personas así, que parece que las palabras que emiten llevan incorporado un disolvente que las borra. Sus frases (que no ideas) elaboradas al buen tuntún no llevan incorporado el fijador de la finalidad y sentido que las incardine y amalgame en una conversación. La razón esencial es que esas personas son incapaces de escuchar y, por lo tanto, lo que dicen no se mezcla con lo que dicen sus interlocutores, simplemente son palabras para la negrura de la sima a la que caen irremisiblemente. Mi fisioterapeuta habla compulsivamente desde la incómoda perplejidad porque percibe que no es escuchada. No puede serlo, es imposible porque no dice nada con sentido. Yo al menos no la escucho. En alguna ocasión he intentado hablar con ella sin conseguirlo. Cuando le toca escuchar a ella su expresión cambia a modo ausente y da igual lo que digas, no te escucha y ni siquiera te contesta a lo que hayas planteado porque sigue conectada a lo suyo. Menos mal que solo me quedan cuarenta minutos de su presencia en mi vida. Procuraré confiar en que los cachivaches que coloca en mi pie izquierdo tengan más sentido que sus insensatas peroratas. Aunque no creo porque parece que los ha adquirido en una galería de objetos abandonados y descompuestos.
No sé cómo acabaré el día hoy, allá por las doce de la noche, si acostándome derrengado por soportar tanta insustancialidad, o yéndome a tomar una copa reafirmativa de que es algo que no debo hacer. Quizá me deje llevar por un impulso sensual (que no sexual), por si hay alguna mujer que, inadvertidamente, de algo de placer y recreo a mis ojos, pero eso sí, con disimulo por mi parte, no vaya a ser que me detengan por inconveniente voyeur ¡vaya mierda de vida!
Ah, por cierto, esta entrada parece una refutación en toda regla a la cita de Onfray del comienzo. Algo no ha funcionado bien, o sí.
La Fotografía: Exposición, Néstor reencontrado, Museo Reina Sofía (2025). Las pinturas, dibujos y grabados que representan a la mujer española. Ataviada de maja o Manola era una tipología concreta de trabajo. Este permitía al artista, lucir el dibujo y sentido cromático o que había perfeccionado, a la par que trataba de subvertir los códigos, que cosificaban la representación de la mujer. Subyugando la mirada masculina. Mientras que la mujer situada a la izquierda del cuadro mantillas, 1915, transmite una autodeterminación alejada de la posibilidad normativa, en obras como verbena”. Parece que este texto puede ser de la cartela de la exposición, pero no estoy seguro, lo mismo lo he escrito yo, aunque no creo.