“Pensar el mundo sin lo rural y sin los paisajes, esa es la visión y la obsesión de los urbanos. Pues el paisaje dura, persiste, incluso puesto en peligro por los hombres. Y lo Diverso reside en él, en los campos, visible y perceptible en las epifanías naturales, lejos de los artificios de la cultura”. Michel Onfray

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Referencia
9197
© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
San Cristóbal (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-05-31
Referencia
9196

PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cinco: Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia),
diez de febrero, domingo
I
“Pensar el mundo sin lo rural y sin los paisajes, esa es la visión y la obsesión de los urbanos. Pues el paisaje dura, persiste, incluso puesto en peligro por los hombres. Y lo Diverso reside en él, en los campos, visible y perceptible en las epifanías naturales, lejos de los artificios de la cultura”. Michel Onfray

Habíamos quedado a las ocho y media con Alberto para continuar viaje hacia la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa. Allí visitaríamos, a lo largo de dos días, las célebres lagunas de colores y un paisaje desértico en un entorno de altitud con numerosas cumbres andinas todavía nevadas y enclaves singulares como el desierto de Dalí. Nos esperaban trescientos cincuenta kilómetros por pistas del altiplano y estribaciones de los Andes, hasta llegar a la Laguna Colorada, el punto más alejado. Atravesamos parajes desérticos a través de una pista de tierra bastante ancha (circulaban todo tipo de vehículos) que se dirigía hacia San Cristóbal, pueblo minero (una explotación de zinc y plata a cielo abierto) y, más adelante, a otros pequeños pueblos habitados por mineros…

COROLARIO: Me habría encantado que este recorrido hubiera sido con recursos propios y emplear el tempo adecuado a nuestra mirada; no obstante, todo estaba bien, muy bien. A medida que avanzábamos por la interminable pista de tierra todo era sorprendente para mí. Una fiesta, un placer. Un gozo que no quería que se acabara nunca.

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
San Cristóbal, (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-06-13
Referencia
9205

PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cinco: Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia),
diez de febrero, lunes
XIV
“Los trayectos de los viajeros coinciden siempre, en secreto, con búsquedas iniciáticas que ponen en juego la identidad. Ahí, de nuevo, el viajero y el turista se distinguen radicalmente, se oponen definitivamente. El uno busca sin cesar y a veces encuentra, el otro no busca nada y, por consiguiente, no obtiene tampoco nada”. Michel Onfray

Seguimos avanzando lentamente, no así la tarde y la luz, que lo hacían rápidamente. A ambos lados de la pista se sucedían los rebaños de llamas que pastaban sin pastor, que pudiéramos ver. El cielo se oscureció súbitamente. Nubes plomizas, amenazantes, habían tomado posiciones y se cernían sobre nuestra precaria marcha. Según dijeron nuestros rescatadores quechuas, el problema era que si llovía habría que ralentizar la marcha (más todavía) porque el firme de tierra se ponía resbaloso. A las nueve menos cuarto estábamos rodeados de nubes y relámpagos. Comenzó a llover violentamente y claro, Ibrahim redujo la marcha. Las luces del coche apenas permitían ver más allá del morro y aún nos quedaban más de sesenta kilómetros. La pista de tierra se convirtió en un barrizal, no obstante había coches que nos adelantaban a toda velocidad, camiones, camionetas y todos los vehículos que circulaban en nuestra dirección. A partir de las nueve, para mí, el viaje se convirtió en un ansioso control de los indicadores de kilometraje, a las diez de la noche aún nos faltaban veinte kilómetros y seguía lloviendo con fuerza. Nos adelantó un vehículo pesado. Desesperación, no había modo de llegar…

COROLARIO: Antes de llegar a la oscuridad de la noche, atravesamos pueblos pequeños, destartalados, fantasmales, donde vivían mineros y sus familias, en el centro mismo de la nada más desoladora. No vimos a nadie. Tan solo algunos perros deambulaban perezosamente por las calles.

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
San Cristobal (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Referencia
9206
© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Referencia
9225
© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia) Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia) Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-06-02
Referencia
9226

PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cinco: Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia),
diez de febrero, domingo
III

“¿Qué hay del núcleo duro de mi personalidad ante una realidad sin rituales o conjuraciones constituidas? El gran rodeo por el mundo le permite a uno reencontrarse consigo mismo, tal y como, en nosotros mismos, nos conserva la eternidad”. Michel Onfray

Seguimos avanzando por un dédalo de pistas del altiplano, cruzándonos esporádicamente con vehículos todo terreno ocupados por turistas como nosotros. Poco después comenzamos a ascender pendientes que nos situaban en torno a los cuatro mil metros de altura; los caminos se hacían más irregulares, en muchos casos pedregales con profundas hendiduras producidas por el agua. Paramos a comer al pie de unas montañas con las cumbres nevadas. Alberto desplegó la mesa y preparó la comanda: sándwiches de jamón y queso, ensalada de lechuga y tomate, guacamole, fruta, zumos. Apenas terminamos comenzó a caer agua nieve, recogimos rápidamente y continuamos viaje. Pasamos por una especie de salar bastante grande donde se extraía boro o bórax (no fotografiamos, ni siquiera paramos). Unos kilómetros más adelante ingresamos en el parque natural, previo pago de trescientos bolivianos por los dos (38 €). Avanzábamos por caminos muy intrincados, siempre en ligera pendiente, rodeados de cumbres. Paramos en una o dos lagunas. Fotografiamos. Ya eran las cuatro y media y todavía nos quedaban tres puntos que visitar…

COROLARIO: Tenía la perpleja sensación de que un día como el que estábamos pasando era irreal. Lo que veíamos, lo que hacíamos, lo que hablábamos, lo que fotografiábamos, todo, absolutamente todo, era mágico. Me dejaba llevar en una especie de ebriedad excitada que felizmente duraba y duraba.