No tuve ni idea de lo que podrian pensar los monos de los templos de Galwar Bagh, mirando atentamente alrededor, a los turistas incluso… de nosotros tan solo les interesaba algo de comida inesperada…
LAS COSAS COTIDIANAS. El cuarto oscuro XVI. Este mono parece vivamente interesado en lo que hay en el fondo del estanque, si es que alcanzaba a divisarlo; o tal vez, en el juego de círculos concéntricos de las gotas de lluvia. No tengo ni idea de lo que puede pensar un mono de los templos de Galwar Bagh (India), mirando atentamente el agua. Tampoco sé hasta qué punto un mono ve lo que mira, o le pasa lo que a mí, que no siempre veo, aunque mire. Siempre que puedo fotografiar monos lo hago, claro; y todo tipo de animales, e incluso los positivo y luego los guardo en mis cajas de olvidar. Quizá, yo sea como un mono, aunque tal vez ni a eso llegue, porque ellos parecen estar más atentos a lo que sucede a su alrededor y divertirse más. La copia de esta fotografía resultó fácil, ni siquiera tuve que hacer reservas. Me estoy acercando al final de mi reencuentro con el cuarto oscuro que comencé a finales de enero y, en lo que se refiere a tratamiento de copias con soluciones liquidas varias, tengo previsto que finalice en unos pocos días.
Datos de copiado de la fotografía de hoy:
Formato negativo: 120 mm. Ilford Delta 3200
Ampliadora: Beseler 23 CII (objetivo, Componon 100 mm)
Papel: Ilford Multigrado Warmtone (Baritado) Brillante
Tamaño: 28*35 cm
Grado de filtro: 2
Tiempo de exposición: 18”
Revelador: Eukobrom
Fijador: Tetenal o Ilford (dos baños)
Eliminador de Hipo: fórmula propia
Virador: Selenio (Kodak o Ilford)
Secado y planchado
Copias realizadas: 2
Destino: A la caja de positivos de animales.
Tiempo de guardado: inespecífico (seguramente hasta mi muerte, momento en el que terminará en un contenedor de basura urbano).
DIARIO DE REVELADO (digital) DIECISÉIS, del veinticinco de octubre de dos mil veinte (domingo).
Ahora, una vez que me he adentrado en el proceloso mundo del revelado digital y sus potencialidades cromáticas, lamento mi falta de reflejos y resistencia a incorporar a mi trabajo todas estas variantes disponibles.
Mi extraviada cabeza suponía que, a través de los rigores de la técnica tradicional, de los límites, se depuraba el mensaje (como la rima en poesía, o algo así). Craso error de perspectiva: en arte, ni siquiera la noble y quimérica aspiración a conjugar la verdad es relevante. Todo ese cuerpo “filosófico” ahora me parece tan idiota como si no hubiera asumido la existencia del Word y me empeñara en escribir con tinta y plumilla (eso no habría estado mal) o con máquina de escribir; como leí el otro día en la magnífica obra de Irene Vallejo, El infinito en un junco, en la que se refiere a los avances tecnológicos en la reproducción de la escritura con un símil muy gráfico: si nuestros remotos antepasados no hubieran aceptado el revolucionario invento de la rueda, tendrían que haber acarreado los menhires sobre la espalda…
La fotografía (de la serie de animales en la India): En la época anterior a mi New Age fotográfica, la habría positivado con una técnica ad hoc para un acabado al cloruro de oro: habría aumentado tiempo de exposición y revelado para compensar el canibalismo del blanqueo del imprescindible viraje al monosulfuro previo (lo que habría supuesto malograr algunas copias), para finalizar con la solución de Cloruro de oro (comprado en China a un precio de ruina). Ahora, todo ese complejo proceso lo resuelvo con tan solo unos cuantos clics y en unos minutos, cómodamente reclinado en mi cheslong de trabajo. Exactamente los mismos resultados, aparentemente. Eso sí, el agotador y carísimo proceso analógico proporciona copias, según mi experiencia, absolutamente inalteradas después de cuarenta años expuestas a la luz ambiente, lo que me hace pensar que, como mínimo y dada la calidad de los químicos utilizados (oro), durarán más de un siglo (o dos, o tal vez tres, no lo sé). Sin embargo, la imagen de hoy puede que dure apenas nada, un suspiro, dado que su virtualidad depende de soportes fuera de control y, desde luego, difíciles de mantener en el tiempo por la consabida obsolescencia.