Gabriel en el tiempo, su tiempo…
Ayer, Lucía Mae, hoy, Gabriel, su padre. Ambos en torno a los dos años de edad. La risa y el gesto de confiada alegría son idénticos. Me intriga mucho ese asombroso parecido, además de no encontrar explicación más allá de la obvia: se trata de padre e hija. Sí, pero luego, me pregunto, cómo y en qué aspectos se producirá la inevitable bifurcación. Procuraré ir enterándome.
SOBRE EL CONFORMISMO Y EL PLACER EN LA MUY MADURA EDAD I: El mes pasado, una tarde noche cenamos en familia. Estas cenas son muy escasas (dos o tres al año), breves y ligeras como la propia familia, que es corta, como yo la he querido, luego eso me ha salido aceptablemente. Nos llevamos bastante bien y nos queremos. La razón de que cenemos juntos tan pocas veces es que vivimos a siete mil kilómetros unos de otros. Bien, nos encontrábamos en un restaurante al aire libre y distendidamente comenté: -creo que he bajado un escalón en energía y ganas-, y no lo dije para hacerme notar o para que me prestaran atención compasiva; no que va, lo hice por hablar de algo que tuviera que ver con nuestras vidas. Como no parecía que mi corta familia: Gabriel, Jackie, Naty y las niñas Lucía y Emma (ellas no creo que prestaran atención a la confidencia) protestara, que es lo que suele ocurrir en estos casos, me animé y continué diciendo que -ya no me quedaba nada por hacer, solo esperar-. La confesión, absolutamente innecesaria por otro lado (de las de cortar el rollo), había aumentado los decibelios de la afectuosa y tranquila reunión. Fue como escribir con mayúsculas, gritar, un chirrido desagradable, y claro, eso no gusta nunca, ni siquiera a la gente propia. Mi hijo me contestó, sabiamente desde luego, que no me hiciera líos, que lo que me quedaba era disfrutar de la vida. Nada menos. Claro, tenía razón, pero su propuesta es imposible porque desborda ampliamente mis facultades. No me atreví a contestarle que yo no tenía ni la más remota idea de cómo coño se hacía eso (aunque, ahora que lo pienso, quizá es lo único que he hecho siempre, pero eso nunca lo reconoceré). Cambiamos de tema…
Vuelvo a Madrid, al aeropuerto, a recoger a Gabriel. Vuelve de Chicago después de un año. Pasará aquí cuatro semanas, junto a su familia. En esta fotografía tenía la edad que tiene ahora Lucía Mae, su hija mayor. Fue el primer año que fuimos de vacaciones los dos solos, después de que su madre y yo nos separáramos. Gabriel encontraba infinitamente más interesante pasar el día con niños de su edad que salir a pasear conmigo. Era lógico. Para llevármelo una tarde a la playa para una sesión de retratos supongo que tuve que presionarle, o tal vez negociar para que accediera. Está muy guapo en esta fotografía, aunque no parece muy contento. Los años siguientes seguimos viajando juntos en verano, pero no volvimos a hacer retratos. Recuerdo cómo era nuestra vida en común, aunque no sé exactamente cómo era para él. Nos llevábamos bien, no era un niño conflictivo en absoluto, todo lo contrario, era alegre y muy vital. Ahora, treinta y dos años después, seguimos llevándonos bien y Gabriel sigue siendo alegre y muy vital, aunque ya apenas si tenemos ocasión de llevarnos, sencillamente porque solo nos vemos unos días al año. Pero, todo está bien en su vida, con eso me basta.
…es un hombre que creció y creció bajo su propia luz. Hoy cumple un año más. Espero haberle ayudado en algo. Es mi hijo.
Hoy cumples treinta años. Felicidades, ya sabes, te deseo lo mejor, hoy y siempre. En esta fotografía muestras un gesto emocionado y ansioso; estás esperando a Jackie, en la iglesia, instantes antes de que os caséis. El gesto te delata, estás enamorado y feliz. Para mí esta fotografía es la mejor de las que te hice ese día, que no fueron muchas. No actuaba como fotógrafo, sólo era tu padre que se hacía acompañar por su cámara, cómo no, pero ni ella ni yo hacíamos fotografías, sólo nos salían impulsos emocionales. Seguía tus pasos un poco entontecido por la situación (no me hace falta mucho esfuerzo para eso), mientras que tu te mostrabas radiante y con una solvencia que me asombraba. Como te decía el otro día, a lo largo de nuestro tiempo ha habido muchas situaciones donde me demostraste tu madurez, incluso de muy niño, pero es en este justo momento dónde para mí pasas a otro estadio, a otra dimensión de tu vida. No sé sí te enseñé algo a lo largo del tiempo, confío en no haberte molestado demasiado en torpes empeños para que aprendieras lo que a mí, probablemente, no me ha servido de mucho; eso sólo lo sabes tú. Lo que sí sé, viendo esta fotografía, es que ya sabías lo que tenías que saber y que, probablemente, lo habías aprendido solo, como todo lo que es valioso.