El viaje perfecto…
Dos de Junio IV: escribiré hasta que llegue el momento de salir hacia Lisboa. Naturalmente voy con Naty, mi compañera de viajes y de todo lo demás. Nos conocimos en mayo y sólo dieciocho días después viajamos a Lisboa, para celebrar nuestro encuentro y encantamiento mutuo (precisamente un dos de junio, claro). Para conocer a alguien hasta el enamoramiento total, es conveniente elegir un escenario donde el guión se desarrolle ineludible y felizmente. No podía ser otro que el de -La ciudad blanca- (Alain Tanner, 1983), tan acorde con nuestro carácter y sensibilidad. Deambulamos sin rumbo durante varios días y este era uno de nuestros sitios preferidos, al que acudíamos a diario. Nos sentábamos a mirar el río y los barcos que llegaban y partían continuamente. Podíamos estar mucho tiempo allí, sin hacer nada. Fotografiaba de vez en cuando, especialmente a ella. No había prisa, sólo teníamos un deseo, estar juntos y ya lo estábamos…
El viaje (crucero por el mediterráneo de ida y vuelta) se acababa. El último día deambulamos por la cubierta arrastrando las consecuencias de nuestros experimentos nocturnos: cerrar la discoteca cada noche. Esa experiencia tan exigente nos permitía cultivar la comunión de almas con gente como nosotros: con tendencia a descarriarnos a poco que tuviéramos oportunidad, aunque resultara terriblemente agotador. Así que, cansado como estaba, no podía dedicarme a sutilezas fotográficas, aunque algunas se me presentaron, como ésta, por ejemplo.
…Tengo la sensación de que el soporte virtual donde deposito esta incesante actividad (el inefable y generoso «.com») tiene poderes «metafísicos»: absorbe el componente físico del trabajo y lo sitúa en un espacio intangible e indetectable. Todo es deglutido por el terminal (ordenador) y ahí se acaba todo. Magnífico y maléfico al mismo tiempo. Permite tener que empezar de nuevo cada día: el pasado y el futuro son una quimera. No es frecuente, pero en algún momento se me ha ocurrido revisar un mes cualquiera de un año cualquiera de este diario y, oh sorpresa, me costaba mucho reconocerme en él. Es como si ya perteneciera a otro estadio de tiempo que no me pertenece…
Escribo este diario porque Sí. Con él pretendo que mi anodina vida se ventile un poco. Lo que acabo de escribir debería borrarlo porque ya lo he dicho demasiadas veces. Pero no quiero, porque es lo primero que se me ha ocurrido al situarme frente al teclado. Lo bueno y lo malo de escribir y fotografiar es que nunca se llega a Ninguna parte, y siempre hay que estar empezando de nuevo. El conflicto aparece cuando me empeño en vivir como si pasara algo; pero nunca pasa Nada. Nada es Nada. Supongo que para evitar la Nada hace falta carácter. No quiero compadecerme (o sí). Tampoco busco el consuelo de Nadie. Sencillamente porque me da igual y encima no me lo creería. Afortunadamente no hay problema: cualquier reconocimiento sería inconcebible. Escribo lo que escribo porque sí. Fotografío lo que fotografío, también porque sí. Quizá para disfrutar del inmenso placer de hacer lo que me da la gana. Aunque eso implique algo de riesgo: constatar que me quedo corto. El diario, este mes, quizá, esté resultando un poquito espeso. Probablemente todos los meses sea así; pero esto es lo que hay…
…en él se ven empujados vertiginosamente, sin apenas darse cuenta de lo que les sucede, y que, torpemente, cuentan y lo llaman EDAD,…
VOCES de Antonio Porchia:
* Los niños que nadie lleva de la mano son los niños que saben que son niños.
* Las flores son eternamente bellas, sin un mañana.
* En el último instante, toda mi vida durará un instante.
* La juventud vive de juventud y la vejez de tiempo.
* Mueren cien años en un instante, lo mismo que un instante en un instante.
* A una edad como la mía, seria, no se quiere nada, serio.
* Si eres viejo y sabes ser viejo, ¡oh, cuánto sabes!
* Mi alma tiene todas las edades, menos una: la de mi cuerpo.
* Sueñan mucho los que han vivido mucho: los viejos.
* Los años que he vivido de menos y los años que he vivido de más, suman…mi edad.