El amor, oh el amor, juego de ilusionismo con el tiempo…
El yo acaba siendo, aparte de inaceptablemente filosófico, muy pesado desde el punto de vista cotidiano. Creo que puede hacerse una división entre los que ven el yo a través del mundo y los que ven el mundo a través del yo. Cada vez me interesan más los primeros y me aburren más los segundos. Es curioso: a medida que se enriquece el mundo, se desnuda el yo. Rafael Argullol
ESCRITO EN MI DIARIO, HOY HACE 21 AÑOS.
Una joven especialmente fea y premeditadamente mal vestida molesta mi sentido estético y gusto por lo bello de una manera alevosa.
La novia dio unos cortos y ridículos pasos de baile haciendo mucho más evidente su error.
Sin embargo no me gustan los artistas serios, transcendentes y dedicados, además de a «sus labores», al apostolado. Uno de ellos, oficialmente artista pintor o plástico (también fotógrafo, cómo no: ahora casi nadie es artista sin «tirar» algunas fotos de vez en cuando; es tan fácil), que se cree ungido por la «gracia», dice cosas como: «Yo trato de compensar, de curar esa tristeza que deriva de una falta de amor en el mundo. Creo que incluso se podría hacer una lectura política de mi obra. Porque lo que quiero es cambiar el mundo» «Yo ordeno mis cuadros de modo que tengan una relación básica con la vida contemporánea. Pero el tratamiento es muy emocional. Quiero transformar la lengua banal en algo espiritual» Sean Scully, pintor (y fotógrafo a tiempo parcial) y predicador de la buena nueva, y del amor universal, y de la espiritualidad, y de….y de,….. ¡monsergas en clave «artística»!
Durante unos días deambulamos por la isla más sugestiva del país. Recordaba destierros de otros tiempos y resonaban culpas de proyectos fracasados. Sus pequeños desiertos nos hacían sentir que flotábamos sobre un fragmento desgajado, marino y acogedor, en una deriva sin rumbo ni propósito…
En un extremo de la isla se encuentra este lugar: Jandia. Es la proa de un territorio expulsado del desierto que navega estático. Hay gente que cuando llega a esta tierra final gusta de escribir su nombre con piedras. Es una bonita metáfora sobre la fragilidad de la vida y lo incierto de los destinos.