"A veces lo necesario, ser simplemente guapo". Peter Handke

© 1982 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
1982
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-35 MM- TRI X 250
Soporte de copias
ILFOBROM GALERY FB
Viraje
SELENIO
Tamaño
17 x 27 cm
Copiado máximo en soporte baritado
1
Fecha de diario
2021-04-24
Referencia
1808

DICCIONARIO DEL TONTO

TONTO: adj. y s. “[Persona] de poco entendimiento o inteligencia”. RAE
Es la que mejor me viene, aunque La Real Academia incluya catorce o quince acepciones más.
De mi propia cosecha añadiría: “Tonto es aquel que no se ha tomado la medida a sí mismo y actúa con engreimiento y vanidad”.
Yo soy un Tonto sin paliativos, pero no tengo pruebas documentales (certificados médicos, estancia en clínicas o centros especializados y cosas semejantes). Lo sé desde siempre, y la apreciación nunca me generado ninguna duda.
En el mundo de la deficiencia mental hay diferentes patologías y formatos, sin incluir los que tienen taras fisiológicas o clínicas de nacimiento, que no cuentan en la entrada de hoy.
Están, por ejemplo, los que parecen normales pero no lo son: serían los tontos vocacionales por determinación y carácter que cultivan la tontería con voluntad y persistencia y que, lamentablemente, suelen tener éxito en su empeño. Entre esos no creo estar, solo me faltaba.
Luego, los que lo son por una simple falta de facultades, entre los que me encuentro.
Los atributos con los que nace una persona, y la capacidad mental es una de ellas, pueden ser excepcionales, normales, escasas o decididamente deficientes, como es mi caso.
Las pruebas más antiguas que recuerdo se remontan a mi época escolar: era incapaz de asimilar cualquier proceso mental basado en la lógica y el raciocinio, y daba igual si era de letras o ciencias. Era incompetente en todo. Mi hábitat natural era el de la última fila de la clase (zona de torpes).
Mis padres, que fueron de las mejores personas que he conocido pero que no se caracterizaban por una gran inteligencia (aunque más que suficiente y desde luego superior a la mía), se dieron cuenta enseguida de que tenían un problema conmigo y desde los siete años comenzaron a llevarme a profesores de refuerzo (asistí hasta los catorce; tuvieron que dejarme por imposible). No consiguieron nada, el aprendizaje me estaba vedado.
Tampoco tenía otras cualidades, como el deporte, manualidades, desinhibición social o cualquier otro valor. Por si fuera poco, era tímido, cobarde y soso. Mi caso era integral y excepcional, digno de estudio, pero como no tenía rasgos físicos que me definieran como retrasado, nadie se daba cuenta. Era engañosamente normal.
Para completar el cuadro clínico, no solo me fallaba la inteligencia objetiva, sino, también, la emocional. No he conocido a nadie con mayores deficiencias en inteligencia emocional que yo mismo.
No exagero, juro que es así por todos los Dioses que en el mundo han sido: ahora ya sabemos que han muerto todos, la inteligencia ha acabado con ellos.
El tormento no acabó al finalizar la época escolar, luego, a lo largo de toda mi vida, me ha pasado lo mismo.
Cualquier avisado podría preguntarse cómo he conseguido sobrevivir y llegar a viejo de un modo razonablemente confortable. Yo también, pero lo siento, no hay respuesta clara y definitiva ni para los avisados ni para mí.
Tal vez, la falta de inteligencia fue una aciaga circunstancia de nacimiento que me vino dada (nací así, voluntariamente yo no hice nada que me abocara a la deficiencia), sin embargo, no fue así en el aspecto físico, también de nacimiento, porque, sin ser deslumbrante, fui siempre bastante “aparente”, lo que me permitió disfrutar de un cierto atractivo que ha hecho que las mujeres me tuvieran en cuenta y me ayudaran a sobrevivir y a parchear mi siempre frágil autoestima. Eso fue tremendamente importante para mí. Menos mal.
Sin las mujeres yo no habría podido soportarlo. Les debo mi supervivencia y la vida misma y a mi madre la primera, que me parió, cuidó y hasta me buscó el trabajo que me permitió mantenerme (yo, por mí mismo, no habría sido capaz).
Amo a las mujeres (y, además, me gustan mucho), pero que nadie se llame a engaño, nunca he vivido de ellas, sino con ellas.
Creo que hay una única razón consciente a mi favor y es, simplemente, que como siempre he odiado mi suerte de Tonto, he luchado a brazo partido para disimular e incluso dármelas de enterado, y para ello utilicé como apoyo una voluntariosa y persistente afición a la cultura (improbable e infrecuente para un Tonto). Gran recurso es la cultura para los que no hemos estudiado nada. A ella se puede acceder libremente, sin exámenes, ni títulos, ni nada. En el colmo del envanecimiento y el adorno, me dije: -no vale solo con jugar la baza del conocimiento diletante: me haré artista, que es una mejora de gran sofisticación, e incluso me curará de la incompetencia- (nadie puede pensar que un artista pueda ser Tonto, creía entonces). Pero claro, ahí me pasé: a artista no podía llegar porque excedía sobradamente mis capacidades; sin embargo, el intento me ha entretenido mucho.
Alguien podría decir que como Tonto soy un impostor, porque escribo, pero eso no sería un argumento porque escribir puede hacerlo cualquiera (incluso los tontos lo hacen), ya que  para  escribir tan solo se necesita la voluntad de hacerlo.
Y ahora, lo mejor de todo, es que ya me da igual ser Tonto, me siento fuera y ajeno de esa categorización. El saberlo y recordarlo tan solo me provoca una distante y melancólica sonrisa.
La Fotografía: Fotografía de 1982 (29 años). En ese tiempo inicié mi década prodigiosa de amoríos, gozo sentimental y sexual. Luego siguió yéndome bastante bien porque mi aspecto físico se mantuvo a pesar de los años que me iban cayendo encima. Creo que mi relativo éxito con el mundo femenino no se debía tanto a mi aspecto como a que siempre he admirado a las mujeres, respetado y dedicado lo mejor de mi manera de ser. Ellas, generosas, creo que lo entendieron así y supieron disculpar mis deficiencias: las propias de un Tonto. Mi relación con las mujeres siempre ha sido inmejorable (jamás me he sentido menospreciado por ellas, todo lo contrario, siempre respetado y querido). Por si fuera poco mi éxito en este sentido, llevo treinta años conviviendo con la mejor mujer del mundo. A pesar de ese supuesto éxito, tan solo físico, lo habría cambiado, sin dudarlo, por un poquito de inteligencia. Mejor, mucho mejor inteligente y feo que supuestamente guapo y Tonto. La inteligencia mejora con el conocimiento y la experiencia vivencial diaria, y así hasta el mismo umbral de la muerte; sin embargo, lo físico empeora cada día con el paso del tiempo (y, encima, la tontería no tiene cura, ni siquiera mejora diferida).

© 2001 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2001
Localizacion
Fuerteventura (España)
Soporte de copias
ILFOBROM GALERY FB
Viraje
SELENIO
Tamaño
29,7 x 42,0 cm
Copiado máximo en soporte baritado
2
Año de copiado
2002
Fecha de diario
2008-07-24
Referencia
1280

He recorrido un largo camino, pero esta historia aún no ha terminado. Cada día me agarro a la necesidad con uñas y dientes, y todavía dudo. El arte da igual, es lo de menos. La belleza: ¿quién sabe? El arte y la belleza: ¿para quién? Supongo que el proceso es sencillo: alguien facultado para crear belleza o arte (no siempre es lo mismo), lo hace; y otros, con recursos suficientes, lo adquieren o lo pagan (no siempre es lo mismo). En el proceso: los intermediarios, que algo se llevan. Todo perfecto, el mecanismo funciona. Nada que objetar. La cuestión es ésta: cuando hacer arte, buscar la belleza o conseguir dinero, es secundario o relativo y sólo importa la propia supervivencia ¿se debe hacer o no? No lo sé: a mí sólo me interesa no desesperarme demasiado y sentirme vivo a la vez; pero dudo mucho que eso sea posible, sobre todo, porque no suele ser lo mismo.  

© 2006 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2006
Localizacion
Lago Powell (Utah, EE.UU.)
Soporte de copias
ILFOBROM GALERY FB
Viraje
SELENIO
Tamaño
20 x 25 cm
Copiado máximo en soporte baritado
1
Copias disponibles
2
Año de copiado
2007
Fecha de diario
2006-11-16
Referencia
2136

DIEZ REFLEXIONES EXISTENCIALES DE UN HOMBRE INVISIBLE X.

El verbo se hizo carne. Ayer, al final del día, asistí a la inauguración de la exposición de un amigo (muy bonitas fotografías; siento algo de envidia porque yo no sé hacer fotografías tan bonitas y menos de colores, como él, qué le vamos hacer). Entonces, otro amigo, delante de unas cervezas y ya más tranquilos después del acontecimiento, me dijo que yo ahora estoy mucho mejor, porque  antes estaba –atormentado-. Me impresionó mucho que alguien que me conoce bien me dijera algo así. Enseguida empecé a buscar en el pasado momentos desgarradores y, aunque algunos me venían  a la memoria, enseguida se desvanecían lo que me hizo pensar en mi gran capacidad para la simulación, porque mi amigo no se equivocaba, faltaría más. Ahora ya no disimulo mi bienestar, estoy cojonudamente bien, «El alma define el secreto del cuerpo» Pascal  Quignard,  y espero que mi retrato y yo nos  parezcamos cada vez más (por eso hago pruebas de vez en cuando). Sólo me falta  firmar autógrafos y tatuarme un poquito (señal inequívoca de éxito), sí, como Beckham o García Alix (este último en fotografía) o quizá apuntarme a una minoría oprimida o racialmente discriminada, aunque como dice Porchia: «Si tienes un mundo, no lo pierdas buscando en él un mundo.»

© 2007 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2007
Localizacion
Toledo (España)
Copiado máximo en soporte baritado
2
Fecha de diario
2007-02-21
Referencia
979

Ser es obligarse a ser. Y obligarse a ser es obligarse a ser. No es ser.
Antonio Porchia

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
pepe fuentes (Toledo (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD PAN F 50
Fecha de diario
2016-08-22
Referencia
522

EL DICHOSO TRÁMITE I. Dieciséis de agosto de dos mil dieciséis, martes, diez de la mañana: tenía una cita fatal con mi edad en un organismo de la administración del estado. Acudí. El asunto de mi esforzado desplazamiento era un trámite administrativo, burocrático o como quiera que pueda llamarse. Entré en un austero edificio rehabilitado a las nueve cincuenta. Un tipo, con uniforme de seguridad, salió a mi encuentro nada más verme. Me preguntó si tenía cita previa, contesté que sí (la había gestionado telefónicamente días antes). El tipo, amable, me pidió mi documento de identidad y, a continuación, actuó sobre una máquina que escupió un papelito donde había una contraseña (GS0003) y que debía servirme para acceder a una mesa de atención personalizada. Me senté en la primera fila de sillas rojas (había tres o cuatro más) dispuesto a desplegar mi paciencia, necesaria en estos casos. No había nadie más que yo en los asientos de esperar. Quince minutos más tarde no había pasado nada, salvo que el empleado de seguridad vino a pedirme disculpas por la tardanza. Le sonreí asintiendo por su detalle porque, a fin de cuentas, él no era responsable del absentismo de los funcionarios. No me sentía enfadado, quizá porque el trámite a realizar no me apetecía nada y debí pensar que cuanto más tarde mejor. Por fin, veintidós minutos después de la hora fijada, apareció mi número en la pantalla, hasta ese momento fundida en negro. Subí un pequeño tramo de escaleras para llegar a la mesa número uno que me había asignado la escasamente dinámica pantalla. Detrás de la mesa, un funcionaría de unos cuarenta y cinco años, con gafas, no muy agraciada y de un color grisáceo que no sé si era consecuencia de un bronceado playero que fatídicamente empezaba a desvanecerse o porque era así de turbia de nacimiento. Nos dimos los buenos días, ceremoniosos, me senté sin que me invitara a hacerlo e inmediatamente me preguntó: ¿qué quiere? Contesté escuetamente: -jubilarme-. No puso objeciones. Ni siquiera parpadeó, lo que me decepcionó íntimamente. A partir de ahí comenzó el trasiego de documentos sobre su mesa: DNI, certificados de los que iba provisto, preguntas sobre mis circunstancias (domicilio, teléfono, personas a mi cargo, y cuestiones muy formales). Respondí a todo pulcramente, a eso había ido, precisamente. Ella tecleó todos los datos que necesitaba y finalmente me dijo que bien, que ya estaba cursada la solicitud de jubilación y que ahora solo me quedaba esperar la resolución de ese imponente organismo a mi sensata y resignada petición…    

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
pepe fuentes (Toledo (España)
Viraje
CLORURO ORO
Tamaño
18 x 22,7 cm
Referencia
296

Desde el primer viaje al último, siempre juntos…

Mi suerte: tanto tiempo con ella…

El pecho de Andy (Warhol)

Parejas I

"Las cosas que le ocurren a un hombre le ocurre a todos". Jorge Luis Borges.

Los retratos enfáticos…