Entre el abandono y la paradoja…y la recreación de un zoo…
Quizá únicamente haya que estar atento a las emisiones radioactivas del subconsciente, siempre y cuando no aparezcan para fastidiar el asunto. Qué es el asunto? Tener ganas, respirar profundamente, crear, vivir y también dormir la siesta al sol o a la sombra, por qué no? y reírse del arte y de todo lo que nos haga gracia, sea lo que sea. Esta web, por ejemplo, empieza a hacerme gracia, pero bueno, el colmo del cachondeo será cuando decida cerrarla; sucederá porque estaré harto y me importará una mierda quitármela de encima.
SIETE DE ABRIL (estoy bien ahora). En este tiempo tan primaveral (que no se me olvide fotografiar un campo de amapolas, que tanto me gustan) me encuentro con ganas de fotografiar, escribir y hacer cosas innecesarias, aunque sumamente entretenidas. Todo este despliegue de energías me sienta bien. Parece que por fin voy asumiendo tranquilamente mi condición de viejo sin redención posible. Y además tengo un perrito, Charlie Brown, que me adora. Como vengo contando últimamente, ambos nos vamos a correr aventuras todas las mañanas. Hace unos días estuvimos en la ciudad y nos aburrimos. Nada se nos había perdido en ella. A Charlie y a mí nos gusta mucho más ir al campo. Como la ciudad dio poco de sí voy a escribir breve. Al menos hice una foto, la de hoy, que no está nada mal porque no parece lo que es. Me apasionan las apariencias equívocas. Quizá volvamos otro día. A partir de mañana contaré lo del día siguiente, en el que todo salió bien, o al menos lo pareció hasta que nos fuimos. No puedo afirmarlo sin sombra de duda hasta que revele los siete rollos que hice con la vieja cámara grande. Es la auténtica magia de la fotografía antigua: La Espera a que Madure lo hecho, poblada de Sueños y Expectativas. El día que el gusto por la probabilidad me abandone dejaré de fotografiar…
DEAMBULO POR el parque. Inesperadamente me encuentro con los restos de un antiguo Zoo, al que vine de niño en una excursión del colegio. Intento recordar como fue aquella excursión y sólo consigo una vaga imagen, precisamente de este foso donde había monos de verdad. Esa desmemoria debe ser porque entonces no nos obligaban a rellenar cuestionarios, como ahora a los que llevan cautivos a la feria del libro.
MI VIDA DEPORTIVA. En mi infancia estuve la mayor parte del tiempo solo, sin juegos; aunque no sé exactamente dónde empieza y termina la infancia y tampoco la soledad. Después, cuando tuve ocasión de hacer algo con los demás, ponía mucho entusiasmo: me salían bien los juegos y mal los deportes. Con doce o trece años jugaba al ping pong con compañeros de colegio en una sala de billares oscura, antes de entrar en clase por la tarde. No era buen jugador, pero las partidas se resolvían sin pretensiones y, afortunadamente, los otros, eran tan malos como yo.