"ELEFANTE. El bromista del reino animal, que posee una nariz elástica…
…Hoy, un elefante; o más bien una fotografía de este hermoso animal. Tengo dudas razonables, a pesar de que está realizada con la clara intención de mostrar la misteriosa belleza de este poderoso animal, de que por sí sola suponga en sí misma una fotografía con un -estilo definido y estimable-. Según Roberto Calasso, se podría asimilar a lo que él llama –forma-, me parece: «En literatura, no solo en lo que yo escribo, la forma es lo esencial. No hay literatura sin desarrollo formal. Y la forma es lo que la gente llama estética. Pero es algo que va más allá de la estética. Lo implica todo. Una forma es una forma de pensar. Una manera de ver. Yo no le pondría límites a eso. Y eso vale para hoy o hace dos mil años atrás. Si escribes y tratas de hacer algo exacto, la forma siempre es lo esencial». Llevo años intentando averiguar si tengo estilo propio y nada, que no lo consigo. –Así cómo voy a tenerlo-, me digo…
Miércoles: veinte de Agosto. Fuimos hasta el Zoo, a cuarenta y cinco kilómetros. Nos apetecía mucho, hacía demasiado tiempo que no nos ensimismábamos delante de los animales. Mirar y mirar los movimientos cadenciosos e indiferentes de esas criaturas, apartadas de su medio natural, es hechizante, y fotografiarlos en los artificiales escenarios donde los colocan, es una experiencia fascinante e inquietante al mismo tiempo. Por la noche, lo de siempre, procurar encontrar los mejores sitios para continuar con la observación de las criaturas, esta vez humanas y en escenarios propios a ellas; ah, y si son bellas (las criaturas), mucho mejor.
DIGRESIÓN UNA: El elefante desaparece, de Haruki Murakami. Uno de los mayores males que ha condicionado mi vida es la dificultad para concentrarme. Siempre ha sido así. Esa dolencia ha permanecido estable, ni ha empeorado ni mejorado con el tiempo. Lo dice Murakami en esta obra: «Una vida sin concentración es como tener los ojos abiertos y no ver nada». Es exactamente lo que me pasa a mí. En El elefante desaparece, Murakami reúne una serie de relatos mágicos y desasosegantes. Me enfadé un poco con el primero de ellos porque era la transcripción literal del primer capítulo de la novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, y que titula en esta edición: El pájaro que da cuerda y las mujeres del martes. No veía la necesidad del reciclado, por mucho que existieran conexiones temáticas; no obstante, la irritación se me fue pasando a medida que lo releía con gusto. Con Murakami siempre me pasa lo mismo, después de leer la última obra publicada me digo que lo voy a abandonar un tiempo, que ya me he cansado de su mundo mágico e hipermoderno, pero cuando aparece una nueva obra doy un salto de alegría y la leo inmediatamente con avidez. Lo cierto es que me apasiona el mundo Murakami, me siento bien habitándolo y creo entender bien las sensaciones y motivaciones de sus personajes. Si fuera novelista me gustaría crear una constelación de historias parecidas a las suyas. Tanto la recopilación como el cuento que da título a la obra me han encantado. A veces he vivido situaciones iguales a las de alguno de sus relatos, en el que una prometedora relación de dos personas que acaban de conocerse y que se han gustado mucho, se malogra súbitamente, se pierde para siempre por un tema de conversación mal elegido. Así son las cosas y las relaciones entre los humanos: inexplicables, sencillas y complejas al mismo tiempo. Puedo entender y sentir eso como la palpable textura misma de la vida. El amor o el odio como un golpe, como un súbito pálpito de casualidad, como un frívolo y azaroso giro del destino. Todo tan venturoso o aciago como ineludible. Ese es el mundo de relaciones humanas de Murakami, y me gusta mucho. Hoy he tenido fácil elegir la fotografía para este texto; aunque este elefante no desapareció, que yo sepa.
A diferencia de vosotros, ante la muerte tengo una clarividente dignidad: cuando siento que ha llegado mi hora, me alejo de la manada con un compañero, caminamos algunos kilómetros hasta que llego donde debo morir y doy un par de vueltas trazando un círculo. Sé que la muerte está dentro de mí pero necesito situarla en la tierra. Despido a mi compañero y me quedo en el centro del círculo, donde sólo yo puedo entrar.
…Sí, estuvieron bien los tres días en Valencia. Quizá volvamos. Caminamos bastante por el caso antiguo y también fuimos a la Ciudad de las Artes y las Ciencias y al Bioparc, a ver animales. Tuve un accidente con mi cámara y se malograron dos rollos que hice de la vanguardista arquitectura de Calatrava. Lo sentí mucho, cómo no. Lo de los animales estuvo genial, han conseguido construir un paisaje para ellos de una fantástica y creativa sugestión. Los animales se mimetizan con las piedras y llegan a adquirir el mismo color, o quizá es al revés. El conjunto resulta de una fuerza plástica muy estimable. Por ejemplo, con los elefantes no consigues ver con claridad donde empieza el elefante y terminan las grandes piedras del escenario, o al revés. El arte ha entrado en el Zoo, la experiencia del Ivam y la del Bioparc, parecidas, casi iguales, con la diferencia de que los animales se mueven y no tienen halitosis (supongo)…