Las contorsiones de las lágrimas… o “Morer, simmais devagar” Rey Portugués, en su lecho de muerte
Algo más sobre la vida y la muerte, y sobre la negación del morir a través de la escritura, de un diario como este, por ejemplo, porque, a fin de cuentas, escribir es un modo de resistencia numantina al estado de sitio al que nos somete la muerte una vez que hemos llegado hasta aquí. Existen diversas estrategias para conjurar semejante e invencible enemiga; paradójicamente hasta la suicida, que suele ser la más vistosa, aunque también la más trémula y desesperada. También la huida compulsiva y descontrolada, como dice Juan Antonio Masoliver Ródenas en sus Monotonías: «Corría y corría huyendo no sabía de quién, en busca de no sabía qué, hasta que finalmente se encontró con la muerte».
Ayer escribí de la importancia de los diarios como ahuyentadores de la muerte (también Masoliver parecía estar en esa idea) y hoy, precisamente hoy, se da la curiosa estadística de que este diario ha llegado a los cuatro mil días consecutivos, a las cuatro mil fotografías, a los cuatro mil textos o, lo que deseo que sean para mí, cuatro mil barreras a la muerte (que no me servirán de gran cosa cuando Átropos decida cortar el hilo de mi presencia en el mundo)«Ya todo era pasado cuando cerró los ojos». Juan Antonio Masoliver Ródenas. Un último apunte sobre El ciego en la ventana. Monotonías: Masoliver incorpora un estupendo aforismo sobre los necios. Lo desarrolla en once frases. Solo incluiré cinco, aunque estoy entusiásticamente de acuerdo con todas. Quien quiera conocer las restantes que se compre el libro, porque es genial: «Necio es el de la bandera y el de la patria. Necio es el que es feliz y se lo cree. Necio es al que miro con desprecio. Necio el que pierde su tiempo hablando de los necios. Necio es el amigo del necio». Para terminar: todas las fotografías de estos últimos días, desde el veinte, día en el que invité a Masoliver a mi diario, están realizadas en el cementerio de Père-Lachaise en París, lugar bellísimo al que me gustaría volver para seguir fotografiando las maravillas que contiene: esculturas, pretenciosas arquitecturas, literatura, tristeza, melancolía, vanidad, y riquísima y matizada información sobre el género humano (además de muchos muertos ilustres) y porque, de algún modo, me ayuda a declinar y conjurar al mismo tiempo a la dichosa parca. «Le acongojaba la ceguera de las estatuas». Juan Antonio Masoliver Ródenas
…Por circunstancias familiares, he presenciado en primer plano el deterioro y la devastadora conquista de la enfermedad del cuerpo de J., una persona muy próxima a mí. Todo empezó a mediados de Septiembre. Cada día, y desde hace un mes aproximadamente, he observado el incontenible y aniquilador despliegue del mal inclemente. Cuando el invencible enemigo se instala tan cerca, tanto que lo puedes ver, oler, tocar, el peso de la tristeza y la impotencia te aplasta el ánimo con fuerza irresistible. Su proximidad te hace sentir que ese siniestro plan de aniquilamiento, inesperado y canalla, también te puede tocar a ti mañana, o incluso que ya habita dentro, inadvertidamente…
Sí, acabo de leer (aunque no con la suficiente y necesaria concentración) la última obra de Juan Antonio Masoliver Ródenas, El ciego en la ventana. Monotonías (qué bonito título). También él habla de la vida y de la muerte, cómo no, y como persona consciente quiero suponer que además la teme; pero eso no lo sé porque en una entrevista que le hicieron hace poco en un periódico da la impresión de que es de los autosuficientes, de esos que suelen decir que no temen a nada. De cualquier forma es un individuo tremendamente lúcido, así que no sé. Bueno, el caso es que, en Monotonías, habla del sentido de escribir un diario y como yo estoy en lo mismo, pues nada, que he copiado su reflexión para que así quede claro lo que pretendo con el mío, porque si solo lo digo yo no me lo creo tanto como si lo dice un tipo listo, un artista. Sí, porque la desmemoria y el olvido es una de las formas que adopta la muerte. «El diario nace de la necesidad de registrar, y exige ser fiel a lo ocurrido, porque precisamente lo escribimos para recordarlo en el futuro, sin las deformaciones de la memoria. En las memorias puede haber nostalgia, una sustancia lírica que deja de ser, por tanto, acta notarial. Se escribe no sólo para reconstruir una vida sino también para tratar de entendernos a través de lo que reconstruimos, de la escritura. Y, al mismo tiempo, trabajamos para ir modelando una imagen de nosotros que no necesariamente responde a la realidad». Juan Antonio Masoliver Ródenas
EPÍLOGO al DICCIONARIO IMPROVISADO E INNECESARIO: Nada más que decir. Y ahora Ambrose Bierce: FIN: La obra a la que dedicamos todos nuestros deseos. AMEN
Si yo tuviera alguna fe en la vida eterna, hubiera muerto joven y tenido un aspecto físico tan frágil y espiritualizado como esta mujer, me habría gustado tener una estatua como esta en mi tumba.