París, los Romanos, Berlín, los Barcos, Lisboa, Estambul y Ella…
El loco de Saint Eustache se acababa de caer en el interior de la iglesia. Llovió copiosamente y París se mostró con una magnífica luz de tormenta. Era por la mañana y teníamos el resto del día para deambular sin rumbo. Ahora no recuerdo lo que hicimos; sí sé que los hados fotográficos no nos fueron propicios, salvo en esta fotografía, que aún a tú pesar a mi me parece magnífica. Quizá muy pronto volvamos a París, sobre todo porque a ti te entusiasma (yo no lo tengo tan claro).
Esta es una fotografía realizada, como quizá recuerdes, después de una tormenta. El barco zozobró, pero nos agarramos a los restos y conseguimos alcanzar la orilla. Hablando de otras celebraciones, hoy cumples un número de años que marcan un antes y un después; quizá como todos, pero hoy es más literario y esencial. A partir de ahora tus días serán los mejores: la textura de la vida es más física y el tiempo se apura como un néctar venenoso y fatal.
…SOBRE EL CONFORMISMO Y EL PLACER EN LA MUY MADURA EDAD VI: Vuelvo a lo que me traigo entre manos y que da título a estos días: indudablemente, placer, a pesar de contar con una avanzada edad, se puede conseguir viajando. A mí me gusta. Pero eso sí, que los viajes duren poco. Hoy nos levantaremos en Munich, donde nunca hemos estado, y volveremos a casa dentro de cuatro días. Antes en Berlín, seis días. En Centroeuropa siempre he fotografiado bien, me parece. Aunque ya soy un poco otro y quizá ya no vea lo que era capaz de ver antes. Veremos. Me digo: -hombre ya te gustaría ser otro porque eso significaría que hay alguna posibilidad de salvación, aunque solo sea así, tontamente, y solo porque el tiempo pasa-. Pero no, los únicos cambios son a peor, al deterioro, a la pérdida de las facultades y de los sueños. Por cierto, ya no sueño nunca, salvo apestosas y ridículas pesadillas. Como aún no tengo fotos del viaje, sencillamente porque cuando escribo ni siquiera lo hemos comenzado, incorporo una de las que realicé hace diez años en Berlín, en la que aparece una bella e interesantísima mujer, que no es otra que Ella, Naty, la mujer de mi vida. Aunque ella ya es otra también, procuraré repetir la fotografía en Berlín, diez años después, para demostrar que el paso del tiempo solo la ha mejorado…
…Creo que existen otros criterios de ordenación infinitamente más originales y sutiles. Tendría que evitar la férrea horma formal y orquestar las imágenes en otra longitud de onda. Esa sólo podría ser la propia sensibilidad y percepción. Qué hay de común entre la fotografía de ayer y la de hoy; formalmente casi nada, salvo que están realizadas con la misma mirada y la misma sensibilidad (o falta de ella), y lo que representan es secundario. Me parece. Pero tampoco sirve un caos absoluto (o sí), sino, más bien, considerar que una determinada agrupación de imágenes debe tener un ritmo propio e interno, como lo tiene una composición musical o las palabras que conforman un poema. Música y poesía: nada de rígidas y empastadas composiciones formales de contenidos homogéneos y «coherentes»… o simplemente redundantes y aburridos…
…Ah, y antes de que se me olvide porque voy a dejar enseguida todo este pesado asunto: una noche, fugazmente, y después de la tercera copa de Whisky en una discoteca que se movía, me sentí muy perspicaz y hasta inteligente. Sentado en un taburete, situación que me ofrecía una perspectiva casi cinco centímetros por encima de los jóvenes que se movían incesantemente a mi alrededor (bailaban), pensé que ya no formaba parte de ese mundo. Obvio. Teníamos en común que pertenecíamos a la misma empresa, yo como retirado consorte, y ellos como jóvenes e hiperactivos que acaban de empezar; ¡pero qué inmensa distancia nos separaba! Pertenecí a otro momento de la historia del mismo lugar, cuando las cosas se hacían de otro modo y el paisaje humano y cultural era extremadamente diferente. Lo primero que aprendes cuando llegas joven a un sitio, es lo que marca para siempre tu relación con esa realidad; justo esas primeras experiencias son las que se quedan grabadas nítida e indeleblemente. Te quedas prendido de ellas, y lo que viene después son añadiduras olvidables. No, no es que yo sea un viejo (que lo soy) que no ha sabido adaptarse al paso del
tiempo, seguramente en la mayoría de los valores importantes sobre los que se sustenta una vida, esté unos cuantos pasos por delante de esos jóvenes tan dinámicos (y tan anticuados ya); no, estoy pensando en otra cosa: simplemente, que nada tengo que ver con ellos y sí con los de antes, con los que han muerto ya. Pero, en fin, sólo es cuestión de un rato que todo alcance el sentido de la nada más absoluta…
…Soy un tipo maduro (en mi caso no es sinónimo de experiencia y sabiduría), que viajó a Estambul (sin propósitos especiales) durante siete días, en compañía de la mujer de mi vida, a la que fotografié de vez en cuando (no me canso nunca de hacerlo) y que en esta fotografía aparece orlada con sencillas, mínimas y remotas cruces, grabadas sobre el mármol de un muro de la majestuosa Santa Sofía…
