"El alma se alimenta de todo, en especial de las pérdidas". Marina Tsvietáieva
Sólo el que puede ordenar sus emociones sistemáticamente es un artista. Matisse
Parafraseando a Matisse: por eso yo NO he conseguido serlo (artista). Conjugar emoción y sistema no es lo mío. De todas formas, en mi permanente confusión, a veces, veo un poco de luz emocionada y otras algo de «sistema»; pero claro, no es suficiente, me temo; y lo que es peor, no encuentro la forma de hacerlas coincidir.
DIGRESIÓN SIETE. Gangbyub Hotel (Un hotel a la orilla del río). Corea del Sur (2018). Guion y dirección: Hong Sang-soo. Fotografía: Kim Hyeong-gyu. Intérpretes: Gi Ju-bong, Kim Min-hee, Kwon Hae-hyo, Song-mi, Yu Jun-sang.
Grandísima pequeña película. Intimista. Bellísima. Su blanco y negro es de una suavidad y delicadeza fascinantes. La iluminación y gama de grises que envuelve y muestra a los cinco personajes en un reducido escenario de dos habitaciones de hotel, una cafetería, un restaurante, y un paisaje nevado frente a un río, son memorables. Una escenografía sublime para acoger y desarrollar el pequeño gran drama que es vivir, luego morir. Un poeta envejecido ve venir la muerte (mi padre también la vio acercarse) y se recluye en un hotel y llama a sus dos hijos a los que no ve desde hace mucho tiempo (apenas se conocen) para despedirse de ellos. Dos mujeres jóvenes viven en otra habitación del hotel. Una de ellas, herida por un abandono, se abraza a su amiga para soportar el dolor y el desamor. Los hijos y el padre se reúnen tímidamente; apenas tienen nada que decirse porque el olvido ha creado espacios insalvables de silencio entre ellos. Los hijos se muestran distantes, no entienden ni alcanzan a comprender la transcendencia del momento. Las mujeres se mueven con lentitud, indecisas, titubeantes ante la situación inadvertida que están viviendo. En ese momento nieva profusamente, aunque no lo veamos, y la atmósfera y el color de la vida se transforman en una blanco inmaculado y difuso. Melancólico. El desamor lo impregna todo, como la nieve de la orilla del río. Las figuras de los protagonistas asoman en ese blanco y gélido escenario como estelas fantasmales, apenas perfiladas, con una corporeidad contradictoria. Están vivos, llegamos a saberlo por lo que dicen y no dicen y por lo que hacen y no hacen. En el brevísimo tiempo en el que viven frente al río, envueltos por una atmósfera crepuscular y un inmaculado paisaje nevado, sin apenas palabras reveladoras llegamos a saber mucho de ellos. No conocía el cine de Hong Sang-soo, pero su película me ha emocionado, he disfrutado de su poder sugestivo, de su sencilla belleza, de su vibrante intensidad existencial y hálito poético que homenajea al vacío y la soledad. Extraordinaria.
APUNTE SOBRE EL MERCADO DEL ARTE CONTEMPORÁNEO: Anotación extraída de una entrevista a una famosa galerista y coleccionista de Madrid: -alguien me dijo «es buenísimo (José Damasceno). Tienes que comprar alguna pieza suya». Pero yo no lo entendía, porque no. Luego fui a la Bienal de Venecia y vi su instalación, la de los árboles (Durante o caminho vertical 200: él había cogido guías telefónicas, es decir, papel, y había construido con ellas árboles, proponiendo un ciclo «arbol-papel-árbol». ¡Me pareció tan maravilloso y tan «ecológico»!; y a mi me parecéis tan inteligentes tú y tu maravilloso artista!. Tan sutiles creando asociaciones profundas y sugestivas; aunque quizá algo obvias, no, querida coleccionista de arte contemporáneo? Estamos arreglados. Esta fotografía, muy antigua por cierto, no está realizada con la intención de lanzar un S.O.S. para salvar al planeta; no, ni mucho menos, a mí esos gestos me traen sin cuidado. Simplemente es que se me ocurrió.
– ¿Qué hace usted aquí?- me pregunta el tipo hosco
– Miro los cipreses porque son muy bonitos-
– Usted no puede hacer fotos, es una propiedad privada –
– A mi me parece que es un espacio abierto al lado de una carretera- le digo
– Sí, pero no puede hacer fotos, es una propiedad privada- insiste
El individuo no me mira: mientras habla mantiene la cabeza agachada o mira al fondo (yo estoy a su derecha)
-¿Es usted el dueño de esto? (era evidente que no)
– No, soy el encargado-
-Pues bien, señor encargado, no se preocupe por mí. Me voy ahora mismo (ya había terminado)El taciturno individuo da media vuelta y se va sin despedirse, con la cabeza agachada.
Siempre la misma mierda con las jodidas propiedades; todo en este mundo tiene dueño y no permiten fotografiar. Estos son los bonitos cipreses que miraba cuando llegó el señor encargado, huraño y mal encarado.
Jueves: catorce de Agosto. Nueva Orleáns. Por la mañana seguimos con nuestra infructuosa búsqueda de escenarios por la zona pantanosa del sur, hacia el mar. Hicimos más de doscientos cincuenta kilómetros para terminar en Covington, donde no encontramos nada de interés, salvo unos guisos de la zona, muy sabrosos. Vuelta por el puente del día anterior. Por la tarde fotografiamos en el Barrio Francés (quizá consiguiera alguna imagen de interés, todavía no lo sé). Estuvo bien la tarde del jueves. Por la noche, bares y más bares, llevábamos las cámaras. Entre copas, Naty se dedicó a fotografiar a todos los que se dejaban; otros, más atrevidos, se lo pedían. Les enseñaba el resultado, charlábamos un rato y nos íbamos a otro bar a seguir con la «marcha» fotográfica, alcohólica y musical. Acabamos muy tarde, pero mereció la pena, fue una noche divertida.
…Algunas cosas me interesaron bastante, como por ejemplo un artículo sobre John Banville, del que la semana pasada compré El intocable(2009) y Los Infinitos (2010) obviando, sin embargo, las dos últimas obras (2011 y 2012). Quizá me equivoqué, pero mejor así, porque no he leído a Banville (otra de mis graves deficiencias culturales), y como sospecho que me gustará, así tendré dos obras más para leer (aunque quizá no me dé tiempo). El articulista recogía algunas frases de Banville con motivo de la presentación en Madrid de su última novela: Antigua luz; me interesaron porque denotaban pasión, enajenación tal vez, por la literatura. Y ahora, dos de ellas para el recuerdo. Una: «La imagen que uno crea del amor es intensa, todo se basa en esa idealización. Cuando te enamoras inventas una diosa pese a que sabes que es de carne y hueso. Lo malo es que eso no dura más de tres meses, siempre depende de la diosa que se alargue un poco más…» Y la otra: «Lo siento, para mí, la escritura es mucho más interesante que la vida»…
