"El hombre está habitado por silencio y vacío.." Octavio Paz
Berlín. Sabía que este lugar era una de las claves fotográficas de esa ciudad. Conocía algunas imágenes que me hacían pensar que tenía algo que hacer allí; es más, la elección de esa ciudad como etapa del viaje fue, esencialmente, para fotografiar esa obra (también estaba el recuerdo de la fotografía de Cielo sobre Berlín, pero esa es otra historia). Era el primer día, amaneció gris y lluvioso, caminamos por la ciudad al azar y nuestros pasos, impremeditadamente, nos acercaron al mismo tiempo que el sol se ponía de nuestro lado adueñándose de la situación. A las cuatro de la tarde todo estaba colocado. Fueron tres horas de toma y de GOZO.
He ahí un dilema importante. No estoy seguro de los sistemas relacionados con las emociones; sí de la inteligencia y los sistemas, o al revés. Pero claro, si se trata de capacidades artísticas y de una afirmación nada menos que de Matisse, al que sí considero un artista, la cuestión empieza a resultarme enigmática.
Saber que nadie escucha a nadie. Nadie sabe nada de nadie. Que la palabra, ya, en sí, es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable.
Alvaro Mutis.
DIGRESIÓN SEIS (4): Como la sombra que se va, Antonio Muñoz Molina. Probablemente podría escribir y escribir sobre esta novela pero no es necesario y tampoco mi propósito. Quiero referirme, para terminar, a algunos bellos matices que me ha regalado. Sus descripciones de Lisboa son espléndidas, pródigas en palabras precisas y enriquecidoras. Yo también he ido muchas veces a esa ciudad que no se parece a ninguna otra del mundo «El tiempo tenía en Lisboa una duración apaciguada, no hiriente, una serenidad parecida a la de la luz» dice. Y sí, la luz de esa ciudad es irrepetible, es la Ciudad blanca, de Alain Tanner; es la ciudad donde el tiempo avanza de otro modo, alejado del tempo y del tedio de lo predecible. A Antonio le gustaba mucho, cuenta, acercarse al río, a un lugar que siempre me ha parecido mágico, frente al Tajo; es el primer lugar que visitamos Naty y yo cada vez que vamos a Lisboa: «Desde el centro de la plaza hice una foto del Cais das Colunas…En el centro había una figura de espaldas que podía ser yo mismo delante del río o un personaje de mi historia». Antonio Muñoz Molina. En ese pequeño e íntimo espacio, pero al mismo tiempo tan abierto y despejado, la mirada tiende a abstraerse y los pensamientos a vagar dulcemente, abandonados a la lentitud del agua y a la tierna luz difusa. Allí puedo estar horas, perezosa y gozosamente, sentado con mi vieja cámara grande apoyada en las piernas, observando a la gente que llega y se va y fotografiando de vez en cuando. Sí, podría seguir escribiendo sobre ciertas afinidades de la mirada sobre Lisboa (también sobre Memphis, donde afortunadamente estuve dos días hace unos años) pero voy a acabar, no sin antes dejar dicho que me resultó especialmente vibrante y emotiva la narración de su encuentro con Juan Carlos Onetti quien, al despedirse, le dice «Es lindo sentirse amigo».
UN PRODUCTIVO VIAJE A MADRID (ocho de diciembre) VI. Después de un paseo y una copa en las inmediaciones de la plaza de Santa Ana, a las ocho y media, nos dirigimos a la sala pequeña del Español a ver Un tercer lugar. Autora y directora de la versión: Denise Despeyroux (Uruguaya). Intérpretes: Jesús Noguero, Vanessa Rasero, Giovanni Bosso, Sara Torres, Pietro Olivera, Lorena López. Según leí en alguna parte, antes de decidir ver la obra, el argumento estaba inspirado, o al menos conectado, con Peter Handke, que tanto me gusta, lo que hizo que me decidiera por asistir con ganas. Luego, descubrí que la única relación con Handke era el título, extraído de su Ensayo sobre el cansancio. Lo explica Denise, quien dice sobre el argumento: “Seis personajes profundamente neuróticos tratan de relacionarse entre sí lo mejor que pueden, y también de amarse lo mejor que saben”. Y sí, eso es lo que muestra la obra, y lo hace brillantemente, con ligereza, humor y tristeza, porque los malentendidos lo malogran todo, inevitablemente. Ninguno de los seis personajes logra alcanzar el estadio anhelado; unas veces por culpa del miedo, otras por la desconfianza y las múltiples interpretaciones que, inevitablemente, surgen en la combinación de palabras y gestos sobre cualquier situación en la podamos vernos comprometidos. Obra excelentemente escrita, sutil, divertida e inteligente. La puesta en escena es ágil y sugerente. Espléndida noche de teatro…