Monstruos voladores o un homenaje al comic…
17 de mayo. Martes. 13:30. Comida de celebración del «prodigioso hecho de estar vivo». SOBREMESA: café y licores y tema de conversación fotográfico (como es de ineludible necesidad dado las inclinaciones estéticas del oficiante):
«Como dice Pessoa, estoy sujeto a las pasiones visuales. Una imagen llama mi atención y ya no puedo apartar los ojos de ella: un cuadro, una fotografía, una cara entrevista en la calle, en el metro, una viñeta de una novela gráfica, un fotograma, la tipografía de un anuncio, cualquier cosa enmarcada por una ventana, quizás ventanas iluminadas al otro lado de la calle con su contenido misterioso de siluetas humanas, de estanterías de bibliotecas». Antonio Muñoz Molina
Tengo la sensación de que Muñoz Molina habría sido un excelente fotógrafo (aunque a lo mejor lo es).
DIGRESIÓN TRES: Esa puta tan distinguida, de Juan Marsé. Entiendo bien, me parece, a Juan Marsé. Es un autor tardío para mí porque he tardado muchos años en entrar en su mundo, tan próximo culturalmente. No he leído sus grandes obras de hace años y tampoco lo haré ya. «De lo único que me arrepiento es de mis omisiones. Como dijo el poeta: lo que no he hecho, lo que no hago, lo que estoy a cada momento dejando de hacer. De eso si me arrepiento». Juan Marsé. No obstante ya es tarde para retomar todo lo de este autor y tampoco creo necesitarlo. Con las últimas obras me siento satisfecho y muy contento. Esta última novela es una síntesis lúcida, despiadada, directa y al mismo tiempo tangencial de nuestra realidad, la española, a mediados del siglo pasado pero, también, una tristísima y aciaga historia donde se despliega un matizadísimo catálogo de la estupidez humana. Está contada con sobriedad y precisión quirúrgicas, con un estilo pleno de sencillos recursos literarios y al mismo tiempo suntuosos. Obra de melancólica y fatídica belleza.