"Sé tú mismo, el resto de los papeles ya están cogidos". Oscar Wilde
DIGRESIÓN DIECISIETE. La omisión de la familia Coleman. Autor y dirección: Claudio Tolcachir. Intérpretes: Cristina Maresca, Miriam Odorico, Candela Souto Brey, Fernando Sala, Macarena Trigo, Diego Faturos, José Frezzini, Jorge Castaño. Teatros del Canal, tres de noviembre. Sabíamos, no mucho, de la existencia de esta obra. Pero, sobre todo, lo que nos impulsó a ir fue la fe que tenemos en Tolcachir desde que vimos, hace nada menos que cuatro años y medio, Emilia (antes de consultarlo pensé que hacía poco más de dos años). Macarena Trigo, ayudante de dirección de Tolcachir y una de las actrices de la representación, fija con lucidez el sentido y alma de esta deslumbrante obra en el prólogo del texto: «En la función no hay espacio para la melancolía. Un perfecto equilibrio entre drama y humor negro, que persigue la veracidad sentimental, revelará lo mejor y lo peor de cada personaje». La obra se estrenó en dos mil cinco y ya lleva más de dos mil representaciones en veintidós países (cuando decidimos ir a verla, ese impresionante dato no lo teníamos). Al parecer ésta es una gira de despedida de los escenarios (lo que tampoco sabíamos), por lo que haber ido a verla es un doble acierto. Los personajes de esta familia atípica, estrambótica, estructurada a su particular manera, ofrecen un auténtico recital de situaciones inesperadas, de diálogos frondosos y divertidísimos, que nos colocan, una y otra vez, ante una manera de entender la vida que combina la desesperación con unas ganas locas de vivir. El texto transpira lucidez, humor, drama y, sobre todo, un sentido de imposibilidad de conciliar la vida con mayúsculas con un determinado orden, o quizá con adocenadas ortodoxias. No entraré a diseccionar a cada uno de los personajes, me llevaría mucho espacio y ese no es el propósito de este breviario sino más bien el de fijar impresiones, y la de hoy no puede ser más gozosa y agradecida a Tolcachir y sus prodigiosos actores.
Uno se ve lanzado de un lado a otro. Ese es el mejor impulso vital y estímulo que se puede tener. Si se limita a amar, está perdido. Si se limita a odiar, está perdido igualmente. Sin erotismo no hay nada vivo. Ni siquiera los insectos, que lo necesitan también. Salvo que se tenga una idea muy primitiva del erotismo. Thomas Bernhard.
«OTROS» 3. Estos, por el contrario, se ríen y parecen divertirse. Estuvieron pensando qué ponerse para la representación de su día. Era necesario disfrazarse, ser rabiosamente originales, festivos y «otros». Están aquejados de ciertas contradicciones (como cualquiera que no esté muerto) porque se manifiestan como «otros» para conseguir ser «unos» y tienen en común con ellos que también lo celebran de forma colectiva, aunque festivamente. En esencia, puede que sean «unos» desdoblados en «otros», que miran a los ojos a los «unos», esos que no saben ser «otros» y les dicen: somos «otros» con derecho y deseo de ser «unos«. Concedido, les contestan los «unos»; lo seréis de pleno derecho porque será la única forma de que os olvidéis de ser incómodos «otros».