"Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo el presente". Lao Tzu
DIGRESIÓN CUATRO. Once Upon a Time in… Hollywood (Érase una vez en… Hollywood) EE.UU. (2019). Guion y dirección: Quentin Tarantino. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Dakota Fanning, Damian Lewis, Luke Perry… (y muchos más).
La película que más me ha gustado de Tarantino, de siempre, fue la primera (Reservoir Dogs, 1992), y luego la segunda (Pulp Fiction,1994) y luego las demás, unas más que otras, pero, para mí, la leyenda la forjaron las dos primeras. En cuanto a ésta última, está bien, sin duda; máxime si consideramos su peculiar y personal mezcla de estilos y que, aparte de la aproximación a dos personajes paradigmáticos del Hollywood de los años sesenta, le sirve, además, para pasear la cámara por los estudios y platós, lo que es de agradecer (arqueología de la producción cinematográfica). También es de sumo interés para nosotros por la proximidad geográfica y cultural de los muchos y célebres spaghetti western que se rodaron en España en aquella década, a los que hace mención explícita en la película (Corbucci, los hermanos Romero Marchent, Leone, Sollima y otros). Es sabida la gran pasión de Tarantino por ese género, homenajeado en sus dos western, dos de las buenas películas de su filmografía: Django desencadenado (2012) y Los odiosos ocho (2015). Me gusta mucho en todas sus alusiones y homenajes al prodigioso género del oeste, claro. Es lo que salvaría, por encima de todo, de esta película, por otra parte algo floja (siempre espero más de Tarantino). La historia en sí no me despertó especial interés, salvo por el homenaje en formato de canto épico a los que se aferran con uñas y dientes a un glamour que nunca tuvieron. Sí, siempre conecto con historias de perdedores (son de los míos) y, por si fueran pocas las lujosas conexiones espirituales, hay un doble, un especialista que realiza los trabajos de riesgo (Pitt); como yo en esta fotografía, que realizo el mismo trabajo de especialista en Fort Bravo (Almería) pero para mí mismo, por afición (sin cobrar ni nada).
…Por ejemplo, para realizar esta fotografía tan gozosa para mí, tuve que coger sin permiso una escalera que no era mía para así poder encaramarme y entrar por una ventana en un primer piso de una casa que tampoco era mía. Fotografié. Abandoné el lugar abandonado dejando todo exactamente como estaba, y la escalera la devolví al lugar donde se encontraba. Nadie pudo percatarse de mi presencia en ese lugar, la tarde del uno de Marzo…sin embargo, yo sí noté que me lo pasé estupendamente…
…Sospecho que mis fotografías siempre serán así: confusas y sencillas a la vez; impulsivas y desmañadas; palpitantes e inseguras; directas y esenciales; prescindibles e imprescindibles al mismo tiempo. Idealmente, me gustaría que, al menos, tuvieran fuerza. Como dice un artista multidisciplinar y también fotógrafo: «Más que bello, el arte tiene que ser fuerte» Jean-Marc Bustamante. Aunque para este individuo,(del que nunca he visto nada que me guste) lo «fuerte» y lo «bello» deben ser valores y formas sensiblemente diferentes de lo que yo pueda concebir como tales. Supongo. Ah, y luego las palabras, siempre las palabras, haciendo y deshaciendo obras y artífices. Sin palabras que le constituyan a uno apenas queda nada…de uno…
UNO de OCTUBRE: ante mi desorden de lecturas, mezclado con el fotográfico, el doméstico, el supuestamente lúdico en algunos momentos, y el existencial en general, ando perdido, desorientado e ineficaz. Me parece que debo poner un poco de orden y disciplina. Supongo que a partir de mi pasividad social, por impotencia, está bien que cultive la irresponsabilidad y la indolencia, pero siempre y cuando no me crezca por otro lado, como una especie de excrecencia refleja, la ansiedad de la insatisfacción, que a su vez me sitúa en el desorden y en consecuencia en la ansiedad otra vez y así más y más, de lado a lado. Tengo que acabar con esa estúpida espiral y ordenar mi dispersa cabeza. Me parece…
«…siempre peleando
con todo tu
corazón y tu alma
para no
fracasar en
eso de vivir»
¿quién podría
pedir
más ?
Charles Bukowski
UNA CUESTIÓN DE OREJAS II (las de Charlie Brown y las mías)…Seguí reflexionando o más bien reafirmándome repetidamente en que la convicción del individuo del podcasts era inexacta y objetivamente mentira: la obra existirá siempre por el mero hecho de que alguien la haya realizado, independientemente de que sea mostrada a los demás. ¿Y qué coño importan los demás?, -me preguntaba crecido, en intensa conversación conmigo mismo-. Nada en absoluto para el que tiene la voluntad de hacer (claro, pero también los aficionados a los crucigramas hacen, y no creo que reivindiquen nada como yo ahora, así que no sé). Me aventuré un poco más allá en mis solipsistas elucubraciones: si El Quijote no hubiera sido publicado, solo significaría que no habría sido publicado, pero estaría escrito y Cervantes habría existido, y el existir y escribir El Quijote habría sido lo más importante para el propio Cervantes. Si se hubiera dado la infortunada circunstancia de no ser publicado, nos habríamos perdido tan increíble obra y habría supuesto un inmenso menoscabo para la humanidad, pero se lo habría merecido por desatenta. Qué es más importante El Quijote o Cervantes; evidentemente para el mundo El Quijote, pero para el propio Cervantes, él mismo y la sublime y apasionada experiencia de escribir El Quijote. Creo. Yo siempre estaré con Cervantes, por mucho que me guste El Quijote. Estas gentes que implícitamente vienen a decir que si no haces público tu libro puedes ahorrarte escribirlo me tocan mucho las narices. Y me enfadan. Sí, porque cualquier obra realizada, por el mero hecho de que lo sea es importante, independientemente de que haya receptores o conocedores de la misma. El autor no puede retorcer el brazo al mundo para que conozca su trabajo, si no quiere hacerlo. El hacedor solo tiene dos caminos, pasar del mundo y hacer lo que tiene y siente que debe hacer o languidecer cruzándose de brazos (o dicho de otro modo, morir). Más o menos la situación podría ser la siguiente: -si nos constituye lo que hacemos y si eso es negado, también es negado el ser constituido por sus acciones- según estos gurús del sí o el no-. Mi quehacer diario nunca será conocido por nadie (salvo tres o cuatro excepciones) luego, a fin de evitar la sensación de inútil idiotez, tendría que abandonar mi actividad diaria y simular que existo absolutamente quieto (solo dejar pasar el tiempo hasta el final). Para mí que no, que eso no lo haré nunca, sencillamente porque las cosas hechas existen y sirven, ya lo creo que sí, aunque solo sea para uno mismo. Bien, y en este punto de las apasionadas y reactivas reflexiones cruzamos la puerta de la clínica veterinaria. El veterinario (el que me encontré hace unos días en la orilla del rio) me dijo que lo que lo más probable que le pasara a Charlie era que se le había metido una espiga en la oreja (se veían por doquier en la foto de ayer), y que en esos casos penetran muy dentro y no salen a no ser que se las extraigas con instrumental ad hoc. Colocamos a Charlie un bozal, artilugio que le enfada sobremanera y provoca una reacción agresiva inusitada en él. Gruñe e intenta atacar a cualquiera que le toque, incluido yo. Hubo que anestesiarle y sí, dentro de su oreja tenía el tallo de una espiga, largo y puntiagudo. Después de que despertara volvimos a casa. Él curado de su dolencia y yo también de la mía: había olvidado lo que escuché en el podcast y que tanto me había enfadado (aunque nadie me puso un bozal). Luego, escribí estos dos días, para nadie, pero que existen, pese a quien pese. «Vengo como vencedor de mí mismo». Don Quijote (Miguel de Cervantes).