"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". Ludwig Wittgenstein
La tipa decidió que mi trípode había que facturarlo en otro sitio: era un objeto sospechoso (ya lo creo), y que además había que pagar por él (como no tenía la tarifa para trípodes no nos la aplicó, o quizá, sencillamente, porque no existe); pero la tipa estaba por joder, aunque todavía era muy temprano, ¡qué no haría después, con todo el día por delante! La debimos caer tan mal como ella a nosotros y decidió «putearnos» llevándonos lejísimos, por espacios penumbrosos, hasta una cinta transportadora solitaria en la que me hizo dejarlo. Apenas si se adivinaba la abertura que lo succionó, sólo, sin otros trípodes que le acompañaran y nos consolaran (el trípode ha viajado por muchos aeropuertos y era la primera vez que le discriminaban de esa manera). La tipa se fue sin despedirse, ya había hecho la primera faena del día (supongo, eran las cinco de la madrugada). Nos quedamos unos instantes perplejos y preocupados, mirando la cinta que, una vez que transportó a la víctima, se paró y oscureció un poco más. Nos dimos la vuelta apesadumbrados; pensamos que no lo veríamos más.
EL VIAJE: llevo mes y medio sin escribir. He fotografiado bastante. Cuando cojo las cámaras me olvido de la escritura. Sí, creo que me gustan más mis viejas cámaras; aunque cuando me cobijo en la pantalla del ordenador también me olvido de ellas. Son dos mundos que procuro colocar uno junto al otro. Me temo que no podría viajar sin las cámaras, pero sí sin escribir. Sólo me interesa lo que puedo fotografiar y apenas lo que podría describir. Sin cámaras sería ciego o indiferente al mundo: seguro. Fotografiar y escribir (siempre después) son una misma cosa para mí, y, aunque Bukowski y Ferreira no fueron fotógrafos (que yo sepa), hablan de lo mismo:
«Nada impedirá a un hombre escribir a menos que ese hombre se lo impida a sí mismo. Si un hombre desea verdaderamente escribir, lo hará. El rechazo y el ridículo no harán más que fortalecerle».
Charles Bukowski
«Quien escribe es el responsable de la irresponsabilidad de ser quien es». Vergílio Ferreira
Veinte kilómetros después llego a un enclave abandonado (de esos que me gustan tanto): una estación de tren fantasmal de una vía minera (no quedan ni las vías). Saco el equipo y comienzo a fotografiar. Al rato aparece una pareja joven, en bicicleta, con equipajes muy voluminosos. –Hola-, me dicen muy simpáticos . Les devuelvo el saludo y sigo a lo mío. Dos fotografías después el sitio empieza a disgustarme y decido ir a charlar con los espontáneos cicloturistas; habían parado en el segundo edificio, el que se ve a lo lejos.
En el –cuarto oscuro-, uno de los espacios mágicos de mi casa, junto con la –habitación de retratar– y también mi –estudio– con vistas al horizonte (en realidad toda ella es mágica y me encanta porque en ella vivo y exprimo mi vida con toda la intensidad de que soy capaz), tomé unas notas, entre positivo y positivo, que ahora, días después, no sé muy bien qué significan. A saber: ¿Cuál es el sitio de los veteranos?; No quiero hablar con nadie de nada; Me mantengo del aíre; Pasarlo bien, sólo eso; Vivimos en el sueño de que importamos a alguien -y una mierda-; Hay que ser generoso con lo que se hace, con lo que estás comprometido; Me gustan los tamaños pequeños (y los grandes); Me noto el gesto crispado mientras espero que la imagen latente sobre el papel baritado, aparezca después de un minuto en el revelador, y no entiendo por qué; Combinar las sensaciones del positivo con las de la toma; Ayer, mi temporizador de ampliadora falló de vez en cuando, caprichosamente, sin ninguna razón que pudiera entender. Hoy no, en ningún momento de la mañana, y tampoco sé por qué. Tiene vida propia, como mi cámara, y por eso a veces se deprime y se cansa. Tomé más notas, pero no me apetece seguir transcribiéndolas.
…Me estoy apartando de lo que quería escribir, que no es otra cosa que lo que estoy haciendo estos días: trabajar con las copias fotográficas positivadas hace muy poco tiempo. Lavo a fondo con una solución de eliminación de restos de fijador y después viro. Bien, en ese proceso suceden cosas inesperadas o incontrolables, al menos para mí, y que probablemente tienen una explicación técnica y química que a veces sólo deduzco por la experiencia acumulada (aunque éste no es un punto fuerte en mi personalidad, me sigo equivocando como el primer día). El caso es que una misma solución química de viraje se comporta de forma diferente con copias procesadas, aparentemente, de la misma forma. Es el momento en el que suelo pensar e incluso convencerme de que existe un margen, unas veces venturoso y otras indeseable, de comportamiento autónomo de los materiales. Ellos también cuentan y también tienen algo que decir…
LOS MARTES SON DIAS PARA EXCURSIONES LARGAS.
Martes ¡qué le vamos a hacer! Salgo de excursión a las ocho de la mañana en coche. Me alejaré bastante, tengo alguna idea de hasta dónde quiero llegar y de lo que quiero fotografiar, pero no sé si me encontraré con mis intenciones o si, por el contrario, la suerte decidirá no acompañarme, y volveré cansado y aburrido. A unos veinte kilómetros, me desvío hacia un campo florido. Avanzo por un camino, paro y fotografío. Porque sí.