Indagación sobre el fracaso…
Quince de Octubre: lunes. Salamanca. Llegué a las siete de la tarde a un sórdido Hospital. Fui porque me llamaste, José Luís, amigo, para contarme que tu hijo había tenido un pavoroso accidente. Supongo que necesitabas un poco de ayuda; más ayuda. Cuando llegué ya tenias a mucha gente a tu lado, personas muy importantes para ti, pero tu necesidad y la de Maricruz, era inagotable. Vuestro hijo estaba en estado crítico después de un estúpido y terrible accidente. Fui para darte un poco de calor, un abrazo muy fuerte, y el apoyo que fui capaz, porque nos queremos desde hace muchos años y, como tú me decías: -si no sentimos cerca en momentos así a nuestra gente, la importante, la que llevamos en el corazón, la vida no ha valido la pena; nada ha valido la pena-.
Dieciséis de Octubre: martes. Salamanca. También hoy estoy cerca de tu desesperación y me desespero contigo. Por qué….? Qué va a pasar con él, con tu hijo; se salvará o no? No lo sabemos, pero tú, en tu fuero interno, sientes que sí, que no puede ser de otra forma, que aún su vida no se ha acabado; aunque las noticias sean desoladoras. Miro atentamente tu cara, y tus ojos, y tu cuerpo, y la tristeza de tu mirada, y tus estados de ánimo que se mueven vertiginosamente, desde la euforia repentina, cuando piensas que saldrá del pozo en el que está, a momentos de abstracción, abatimiento y tristeza abismal. Tú siempre has sido así: visceral, eufórico, apasionado y triste; sí, también triste y algo confuso. Nos parecemos bastante y quizá por eso nos hemos sentido siempre cerca: a mi también la vida me tiene en estado de confusión permanente. Te miro, llevo todo el día mirándote y pienso: -José Luís, no te preocupes, tú eres un hombre bueno y a ti no se te puede morir un hijo, tú no te lo mereces; saldrá adelante por ti y por Maricruz, porque sois grandes personas y a vosotros no os puede pasar esa desgracia-.
«La elipsis sólo me conviene como procedimiento retórico, debidamente catalogado y controlado por mí: de lo contrario me espanta. Quizá porque hay en mi vida una desgarradura, y porque espero repararla tejiendo la trama lo más apretada posible, necesito tomar puntos de referencia como: el martes anterior, la noche siguiente, tres semanas atrás, no omitir ninguna etapa…» Emmanuel Carrère
He anotado esta cita hoy, diecinueve de Noviembre, desde la impotencia y porque a mí me pasa un poco igual que a Carrère. Ayer me levanté animoso (cómo no, si me levanto tan temprano) y no fui capaz de hacer nada en todo el día. Estaba convencido que escribiría fluidamente y nada de nada. A la hora de enfrentarme al teclado y a la pantalla estaba tieso, seco, sin ninguna maldita idea que me asistiera. Tampoco las palabras acudían (viene a ser lo mismo)«No hay pensamiento fuera de las palabras». Louis Aragon. Lo intenté por la tarde y tampoco. Todo el jodido día sin que nada ni nadie me echara una mano. Ni siquiera leer, no había modo, la concentración se disipaba. Por la tarde intenté continuar leyendo El bigote, de Emmanuel Carrère, y aun interesándome mucho (es fatalmente absorbente, infecciosa) no conseguía entrar del todo, me asomaba a la puerta y me volvía y así una vez y otra, como un animalito tímido y desconfiado. No tendría que haber días así, no sé qué hacer con ellos, no sé disfrutarlos. Bien es verdad que los supuestamente activos y «fértiles» tampoco lo son tanto porque no hago mucho más, pero al menos me parece que sí, me lo creo y no me impaciento conmigo mismo. Solo me disipo…
…A medida que pintaba y pintaba deseaba que –La Habitación de retratar– me quedara como un perfecto e idóneo escenario para mis retratos, tanto estética como conceptualmente. Ahora sólo falta que haya personas dispuestas a dejarse retratar por mí; eventualidad altamente improbable. Lo propongo, pero, últimamente, nadie acepta. No sé por qué será. Debe ser por la –ansiedad- que padezco. Lo notan y no quieren líos. De todas formas ya lo dije el otro día, mi ansiedad es la que me permite -no abandonar jamás- así que lo seguiré intentando, con poca fe pero ahí, siempre dispuesto. Ah, y por si fuera poco -La Habitación- me ha quedado preciosa. Fin de la historia de pintar –La Habitación de retratar-.
…inauguro una nueva década que espero que no sea la última. Me sentiré contento aunque sólo sea la penúltima, y como no será prodigiosa, me conformaré con que la enfermedad se mantenga esquiva, distante y desinteresada de mi existencia. La fortuna y la fama ya no llegarán, así que, por favor, sólo deseo acabar bien esta historia, sin estridencias ni gestos agónicos y estériles. Y, si la genialidad, la alegría y las risas a tutiplén no invaden tumultuosas mi vida, que al menos una cierta tranquilidad risueña y productiva me ayude a seguir con mi historia.
DICCIONARIO IMPROVISADO E INNECESARIO
YO: Nada nuevo que decir. Y ahora Ambrose Bierce: UNO MISMO: La persona más importante del universo.