Cantares de gesta…
VIAJE A BILBAO Y BURGOS (13 al 17 Abril). Domingo. La tarde la dedicamos a pasear: Plaza Mayor, Paseo del Espolón, Teatro Principal, Puente de San Pablo, Iglesia de San Nicolás. En el puente de San Pablo había unas magníficas y bizarras estatuas de caballeros guerreros de la partida del Cid Campeador. Me entusiasman ese tipo de esculturas porque evocan historias míticas sobre las que ya solo es posible soñar. Las fotografiaré siempre, allí donde las encuentre. Observamos y revivimos la vida de provincias un domingo por la tarde, que tenemos olvidada. Matrimonios maduros paseaban por El Espolón, bien solos o en grupo. A veces, una pareja de matrimonios, las mujeres agarradas del brazo charlaban de sus cosas y los maridos, al lado, con las manos a la espalda o gesticulando ligeramente, de las suyas, cosas de hombres, supongo. También matrimonios jóvenes con sus cochecitos de bebés o niños que avanzaban jugando a su lado. Grupos numerosos de gentes ocupaban las terrazas de las cafeterías del paseo. Vida apacible en una capital de provincia un domingo por la tarde. Sentí una cierta nostalgia por ese tipo de vida costumbrista y tranquila, donde los rituales se repiten cadenciosamente, sin sobresaltos, a lo largo de años y años, sin que pase casi nada. Probablemente, aquellas personas que llevan paseando toda su vida por el Paseo del Espolón, los domingos por la tarde, hayan alcanzado algún tipo de sabiduría. Lo dijo Ramón Eder: «El carácter se forma los domingos por la tarde»…
DIGRESIÓN DOCE. Sidi, de Arturo Pérez-Reverte (2019). Ebook: Penguin Random House (2019). Comencé la lectura con un cierto escepticismo pero con ganas. Tenía curiosidad por comprobar cómo había tratado Pérez-Reverte un personaje mítico, controvertido y, a pesar de su popularidad, bastante desconocido, máxime si tenemos en cuenta que hace un milenio de sus prodigiosos hechos. He leído la novela en poco tiempo, entre otras cosas porque la escritura histórica y épica de Pérez-Reverte resulta adictiva. Una vez que comencé, el creciente ritmo de la acción no me dio respiro. Seguí y seguí sintiendo como las páginas se me acababan lamentablemente. Enseguida empaticé con Ruy Díaz y con la época, ya que me hacían soñar con incesantes aventuras al calor de la fascinación que me provocan los héroes épicos, lo que se remonta a la época de la niñez y tal vez a que siempre me han servido para sublimar mi falta de valor. Pérez-Reverte ha dicho en alguna parte que, en el momento de plantear la novela, tuvo en cuenta la obra de John Ford en el tratamiento de sus legendarias historias fronterizas, y sí, me parece un acertado enfoque que ha logrado plenamente. No es difícil imaginar a Ruy Díaz como trasunto de un Wayne épico e indomable, y viceversa. El Cid y sus cabos de mesnada, me han llevado en volandas por la historia que focaliza la novela, de las muchas que podría haber elegido el autor: la alianza interesada entre Sidi y el rey de Zaragoza, Mutamán, contra su hermano Mundir, rey de Lérida, aliado del rey Sancho de Aragón y el Conde de Barcelona (un hideputa llamado Berenguer Remont), por disputas de sucesión y fronteras (esto me hace pensar que Reverte pueda escribir segundas y terceras partes como es su costumbre, porque material hay, desde luego). El desarrollo y ritmo de la acción es el justo para mantener una atención creciente. Pero, en lo que realmente Pérez-Reverte se desenvuelve extraordinariamente bien es en las situaciones críticas, no solo de batallas, sino, especialmente, en los diálogos, negociaciones y descripción de aquellas circunstancias históricas: convivencia y tolerancia política y religiosa entre musulmanes y cristianos. Ah, y como en toda buena novela de aventuras épicas que se precie, los buenos están perfectamente dibujados como tales, y los malos lo mismo; independientemente de que a todos los sitúe en un plano de ambigüedad ética, como no puede ser de otro modo en contendientes a muerte. Aparte de la excelente descripción del paisaje, de los campos de batalla y de las batallas mismas, el lenguaje actualizado con el que está narrada la novela es perfecto, salvo por algún desliz excesivamente coloquial contemporáneo. Por otro lado, y quizá sin pretenderlo especialmente, Pérez Reverte da un curso magistral de cómo actúa un auténtico líder para conseguir adhesiones inquebrantables y el modo de dirigir equipos humanos eficazmente. La novela resulta de lectura gozosa por bien construida en clave de novela histórica trepidante que me ha hecho revivir esos momentos, sobre todo de juventud, en los que esperaba impaciente el momento de ponerme a leer y perder el sentido del tiempo.
VIAJE A BILBAO Y BURGOS (13 al 17 Abril). Lunes. El lunes por la mañana, después de desayunar en el hotel inverosímil donde nos habíamos alojado, nos acercamos al taller de marca de nuestro coche para que le echaran un vistazo porque había dado un aviso de avería. Al parecer, el coche, con la gran consideración que nos profesa, había decidido no averiarse. Volvimos a casa sin novedad. Lo primero recoger a nuestro perrito, Mister Brown, que nos esperaba impaciente y que nos hizo grandes fiestas y nos apremió para que volviéramos a casa. A lo de todos los días. Ha estado bien ir a Bilbao, y, sobre todo, recrearnos con la belleza del Museo Guggenheim y Burgos, también Burgos, y por supuesto fotografiar sus estatuas mitológicas de guerreros legendarios. Mejor ir que no ir; mejor hacer que no hacer; siempre en marcha, nunca parar. Detenerse puede suponer morir antes de morir (algo parecido escribió el poeta ruso, Yevgueni Yevtushenko).
