"ARTE. La máscara y lo que queda cuando cae la máscara". Rafael Argullol
DIGRESIÓN TRECE. La enfermedad del domingo. España (2012). Guion y dirección: Ramón Salazar. Intérpretes: Bárbara Lennie, Susi Sánchez, Miguel Ángel Solá, Greta Fernández. Si hay algo que detesto es la afectación y grandilocuencia y, si ese bulto molesto y grasiento pasa por ser la seña de identidad de la representación, peor, mucho peor. Me suelo fiar de los críticos, que para eso están, y en este caso la película entró en mi tiempo avalada por el unánime aplauso de todos ellos (españoles) y también porque Bárbara Lennie me gusta mucho. La profusión de adjetivos laudatorios de los críticos a la película, como: trabajada, precisa, increíble, exquisita, perfecta, elegante, impresionante… y así todo, me confundió. Yo no vi nada de eso. La historia resulta artificiosa de principio a fin: desde el deslumbrante lujo de la vida de la madre, a la vida alternativa y rural de la hija. La falaz historia se articula en función de las dos protagonistas, madre e hija, que se colocan estáticas delante de la cámara y ponen cara de sentir profunda, transcendente e infinita tristeza. Desde el dolido silencio de ambas parece que pretenden comunicarnos la singular importancia de sus vidas y la complejidad de sus sentimientos. El problema es que desde sus silentes gestos apenas si consiguen comunicar nada de interés. Pero no es eso únicamente lo malo, sino que nunca llegamos a saber nada auténtico de la historia de esas mujeres; lo poco que cuentan se parece demasiado a una abigarrada colección de tópicos contados sin alma. Todo en esta película está orquestado para llegar hasta alguna sima de dolor existencial, pero lo único que alcanza es el enfático ridículo, por pretenciosa. Dice Marchante, de ABC: «El reto del director consiste en convertir una película quieta en una «road movie» inmóvil a toda velocidad (…)”. Es mentira. De velocidad dramática, nada de nada; es tristona, estática, aburrida. Por si fuera poco, ni siquiera las interpretaciones, tan alabadas, me parecen buenas. Nadie puede interpretar bien la banalidad, por mucho que se empeñe. No es fácil ver lo que veía Bergman en el alma humana y que el fallido intento no se note.