"La niña y la rosa", de Masao Shimono, enorme pintor de quiméricos sueños, flamencos y pinsapos…
DIGRESIÓN DOS: Abracadabra. España (2017). Guión y Dirección: Pablo Berger. Intérpretes: Maribel Verdú, Antonio de la Torre, José Mota, Josep María Pou, Quim Gutiérrez, Priscilla Delgado, Saturnino García. Gran fiesta. Desde la primera imagen y minuto la historia me atrapó. La vi en estado de gran excitación estética y cinematográfica. No solo por el espléndido y muy sólido guión, sino por la puesta en escena, desde el vestuario a las localizaciones, las magníficas interpretaciones y un tempo de narración exacto, perfecto. No decae en ningún momento, mantiene un ritmo sostenido e intenso. La originalísima historia que cuenta, con sus quiebros, ocurrentes y felices rupturas de ritmo, mantiene el interés en todo momento. El guión siempre sorprende. Historia bufa y hasta sarcástica que es capaz de encontrar ternura e intimismo a raudales. Por si fuera poco, también contiene historias de amor fou. Soberbia resulta la secuencia de la visita a una casa abandonada, con el mobiliario y utensilios intactos desde hacía más de veinte años. El vestuario es irrepetible y genial y la puesta en escena de ambiente urbano de barrio popular madrileño, insuperable. Igualmente, todas las celebraciones de clases populares (bodas) son de un naturalismo y autenticidad impecable. Quedan esperpénticas, claro, como no podía ser de otro modo. Película de realización precisa, exacta, sin un solo error que yo pudiera detectar. Vital, extravagante, divertida, pero también triste y desesperanzada. En resumen, mágica de principio a fin.
La última obra de teatro (sólo veo dos o tres al año), resultó un magnífico espectáculo, en un escenario y con una escenografía soberbia. Espléndidamente interpretada e intelectualmente estimulante. Salí con las manos enrojecidas de aplaudir con entusiasmo y sin reservas. Disfruté. Se trataba de La avería, de Friedrich Durrënmatt. Este autor, del que no hablaré, sencillamente porque no lo conozco lo suficiente, y del que tengo algunos libros medio leídos o casi olvidados como El Encargo, o Griego busca griega, siempre me ha interesado sobremanera. Una de las frases «pilladas» al vuelo en la obra, dicha por uno de los personajes: «…esos que creen que han vivido lo que sólo les ha sucedido…»
MI MENSAJE DE BUENOS PROPÓSITOS PARA 2013:
De unos años acá, suelo enviar un mensaje de felicitación a mis escasos conocidos y amigos. Cada año doy de baja a algunos (los que se han portado mal o no me han dispensado la debida atención) y de alta a otros, cuyo comportamiento iré observando por si tengo que quitarles de la lista. El número total se mantiene sin altibajos (siempre menos de diez). El mensaje de este año ha sido este:
«Hola: dentro de un rato acabará un año y comenzará otro, y aquí estoy, en el paraíso (no hay otro), medio desanimado pero vivo todavía, deseando que el nuevo nos sea propicio y seamos todos muy «dichosos». A pesar de que tengo la sensación de no vivir en el mundo real, me han llegado algunas malas noticias del pasado año y otras en el sentido de que, el que acaba de aparecer, también será feíto y defectuoso. Aunque vivir me sale discretamente y sin estruendos, me gustaría que todo fuera más agraciado y gracioso. Obviamente, a vosotros, los que recibís este mensaje (muy pocos y elegidos), os deseo lo mejor (al resto del mundo también un poco, pero con menos interés porque no los conozco). No consigo involucrarme con lo que está más allá de mis narices pero la buena reflexión, me parece, es la siguiente: -si consigo ser mejor en lo mío y con los míos, y hacer las cosas que me tocan estupendamente y todo el mundo hace lo mismo, todo irá mejor para uno, y de paso para los demás, seguro- (que barbaridad, parezco Mariano R.). Este recado no es broma (bueno, un poco sí) porque se trata de un propósito para mejorar radicalmente, eso sí, en plan individualista e interesado (cada uno a lo suyo, que no están los tiempos para distracciones y generosidades improductivas). Faltaría más. Mucha suerte para todos, alejaos de la gente inadecuada y a la mierda con las vidas amorfas y prejuiciosas. Ah, y salíos con la vuestra siempre que podáis, sin mala conciencia, porque seguro que os lo merecéis. Besos y abrazos». Dicho queda
DIGRESIÓN CUATRO: Salvator Rosa o el artista, de Francisco Nieva. Interpretada por Nancho Novo, Sergio Reques, Sara Sánchez, Ángeles Martín y algunos más. Dirigida por Guillermo Heras. Teatro María Guerrero, Madrid, claro. La vimos un día de Marzo, no recuerdo cual. Ya apenas si hay ocasión de ver teatro de Nieva. Me gusta mucho su sentido teatral barroco, intenso, imaginativo y plagado de cargas de profundidad o minas, como se prefiera. Nieva es diferente a todos los autores de los que tengo noticias. Recuerdo que vi alguna de sus obras en los años setenta y en ese tiempo era un autor excesivo para mí. No conseguí entrar en su mundo. Tenía muchas ganas de reencontrarme con su teatro. Compré sus memorias cuando se editaron, pero no las he leído todavía (ahora las tengo a mano, ya veremos en qué queda el deseo de hacerlo). En su teatro, Nieva ofrece espacios de encuentro entre edades culturales, que combina con audacia, originalidad y sabiduría. Sabe muy bien que todo está interconectado, que no es posible entender una cierta modernidad sin conocer de dónde procede; que no es posible hacer vanguardia sin tener noticias del barroco o de los ismos, de hace ya un siglo, por ejemplo. Todo crece a borbotones en él. Es un gusto disfrutar de su manera de concebir el hecho teatral, de sus barrocas escenificaciones y sus torrenciales palabras. Y de su fino y culto sentido del humor. Disfrutamos mucho de la obra: fresca, sensual, vital; ágil en la recreación de hechos históricos y en la interrelación de referentes culturales. Estupendamente interpretada, con un solo fallo de casting difícilmente explicable (Gezabel la hija del judío, era mayor que su padre y se notaba). Guillermo Heras, el director, hace un buen trabajo de interpretación del mundo del autor. Curiosamente, a pesar de que Nieva la considera una obra capital en su repertorio, no hace mención de ella en sus memorias, al menos que haya visto. En la presentación, Nieva escribe: «El Arte termina por ser el vencedor de la existencia, el gran fabulador, que crea sueños fantásticos y divertidos, amorales y, paradójicamente, ejemplares (…). Las revoluciones del Arte son siempre preferibles a las revoluciones reales». Por supuesto; las otras, las políticas y sociales, siempre acaban muy mal, en decepción, porque siempre tienen que ver con la simple, infinita e insaciable ansia de poder sin imaginación y ni tan siquiera perversidad; solo rebosantes de ramplones y vulgares egoísmos. Como propósito de lectura de sus memorias, incluiré un breve retazo de un elogio al teatro que incluye a modo de presentación:
…El teatro es tentación siempre renovada,
cántico, lloro, arrepentimiento, complacencia y martirio.
Es el único cercado orgiástico y sin evasión;
es el otro mundo, la otra vida, el más allá de nuestra conciencia.
Es medicina secreta, hechicería, alquimia del espíritu,
fabuloso furor sin tregua.
Francisco Nieva