"Una fuerza sutil pero desbordante habita el vacío de esas casas abandonadas, esqueletos del tiempo, que encontramos con frecuencia en campos despoblados…". Rafael Argullol
DIGRESIÓN TRES. Lo que a nadie importa, Sergio del Molino. Random House. Ebook. Sergio ajusta cuentas con su abuelo, con su familia, con la historia, consigo mismo, y hasta con el Corte Inglés, donde sobrevivió su abuelo lenta y penosamente, aunque fuera su sitio, al mejor que pudo llegar desde su oscura mediocridad. Todos, de algún modo, nos refugiamos en el nicho que nos toca, y es ese porque no puede ni debe ser otro. Como yo. Su abuelo también fue aficionado a la fotografía. Como yo. Su abuelo hizo la guerra. Yo no. Soberbio libro de memorias tangenciales. También de la España de postguerra, de la familia, de vidas truncadas, grises, sin esplendor. Sobre su abuelo, José Molina, dice: “Su estoicismo no era meditado. Su renuncia no era filosófica. Su aburrimiento no era metafísico”. Me ha asombrado la coherente y valiente decisión de su abuelo: volver al pueblo perdido donde nació, una vez jubilado. Yo haría lo mismo ahora, jubilado ya, volver al cerro del Acebuchal, aunque solo lo tenga a quince kilómetros de donde vivo. Lo vengo diciendo últimamente, el descubrimiento de del Molino ha sido una gran suerte para mí por muchas razones, no solo porque es capaz de diseccionar el hecho de vivir con la meticulosidad de un entomólogo, sino, además, radiografiar la sociedad, la nuestra, con una visión panorámica y abarcadora: histórica, social, política, cultural y existencialmente. Su estilo es imaginativo, burbujeante y dinámico. Nunca aburre. Es capaz de mezclar espacio y tiempo armoniosamente, en dosis justas para que el ritmo no decaiga nunca y las tragedias latentes o presentes no se te atraganten. No se compadece de nada ni nadie, pero sin rencor ni crueldad, solo y nada menos que con sinceridad, o tal vez depurada y bella crudeza. He gozado intensamente con esta obra, tanto que, inmediatamente, empezaré La mirada de los peces.
…Las formas aparecían sin lógica aparente, como estos cubículos que se encontraban en el tercer nivel de la casa, sin explicación ni razón. Los asombrosos encuentros en aquella casa a punto de derrumbarse habían sido fascinantes, mágicos…
BUENOS PROPÓSITOS PARA DOS MIL DIECISÉIS:Tengo un gran propósito: no leer (escuchar) nada de actualidad política y social. Estoy suscrito a dos periódicos (El País y ABC) especialmente por los suplementos culturales y resulta que solo me ocupo de actualidad y para Babelia y El Cultural no me queda tiempo. Pues no, solo me ocuparé de los suplementos y de algún que otro articulista interesante para mí. No, no quiero saber nada de la efímera y ramplona política y tampoco de la convulsa pero reiterativa y previsible cotidianidad del mundo. La naturaleza humana siempre es la misma. Sobre todo de los que se encargan de echar carbón a la anodina actualidad. Lo único que puede «salvar» al hombre es lo que haga consigo mismo, con su vida íntima, me parece; o dicho de otro modo, no salvarse, como sostenía lucidamente Cioran.
…Pero de eso se trata, sospecho, de resistirme, incansablemente, a la inconsciencia y la imbecilidad complacida. Lo que me preocupa es que no se me ocurra otra cosa que mirar constantemente hacia atrás para mantener la vigilia. Me temo que, llegados a un punto, la única forma de mantenerse vivo es mirar obsesivamente por el retrovisor. Qué despropósito, qué siniestra inercia, qué esterilidad, qué estupidez. Y para eso he llegado hasta aquí, sólo para eso, me pregunto. Pues sí, supongo, pero mejor eso que nada; siempre mejor sentir y hacer. Hoy por la mañana estoy en tierras quijotescas y él, Alonso Quijano, en la vejez, también se echó al campo, hacia la luz y los espacios abiertos, buscando algo que ya habitaba en el alma de su pasado…