Exaltación de la primavera…
NOTICIAS DE LA DICHOSA NUEVA WEB XVIII: en ese momento, todo habrá tenido sentido, espero. Además, obtendré otros beneficios, como el poder conocer cuáles han sido mis intereses estéticos y hasta existenciales. Los que saben algo del hecho de vivir, porque lo han pensado mucho, dicen que lo que uno mira o hace es siempre un reflejo de lo que es. O, dicho de otro modo, en mi caso, lo que he fotografiado sería un reflejo de mi manera de ser y estar. Un virtuoso espejo. Sí, y lo es de modo esencial porque no me he distraído con propósitos interpuestos, como por ejemplo empeñarme en cuestiones temáticas, integrales o totalizadoras. No, lo mío ha sido cosa de flaneur con algunas digresiones performativas pero, aun así, éstas no han sido con afán artístico sino tan solo una proyección de mi manera de entender estéticamente la vida o de estar fotográficamente; sí, solo ocurrencias porque ya que tenía una cámara entre las manos algo había que inventar. Digo yo…
…Una salamandra o lagartija grande, casi un lagarto pequeño, ¡qué miedo me dan los lagartos!, tomando el sol al atardecer. También, como fondo, uno de mis paisajes infantiles. El lagarto pequeño, de plástico, que compré por la mañana en «los chinos» de mi barrio, con toda la intención del mundo, pero sin saber todavía qué haría con él: si ponerle asomándose debajo de una piedra, mordiéndome una mano o en posición contemplativa. Me decidí por esta última, y le coloqué sobre una piedra herida y vendada.
UN PRODUCTIVO VIAJE A MADRID (ocho de diciembre) V. Finalmente, y a modo de resumen de las muy, probablemente, extraviadas opiniones sobre de Chirico, diré que lo que no me gusta de Chirico es el propio Chirico, el personaje, hombre fatuo, flatulento más bien. Sin embargo, me asombra su perfil de pájaro anguloso y algo siniestro que, como su pintura, no se parece a nada. Mis sensaciones en esta exposición, como dije el otro día, son contradictorias; reconozco el talento de sus hallazgos, pero detesto su artificiosidad…
…Seguí festejando la primavera al sol un buen rato. Pero, más adelante, aparecieron otras cosas, sintomáticas y alarmantes, las flores ya no eran tan libres y tampoco las mecía la brisa. Estaban quietas, encerradas. Se habían tornado otoñales, invernales más bien. Temí que a pesar de mi inmaculado traje blanco, mi espíritu alegre y desenfadado, y mi mirada ávida de colores aromáticos, la reverdecida y luminosa mañana, se fuera oscureciendo. La alegre paradoja del vivir primaveral que es lo que siempre he deseado, aunque sólo sea fugazmente, siempre se torna en otoñal, o invernal. Flores, sí, porque están, pero su destino suele ser aciago, perecedero y fatal. A mis flores siempre les pasa algo, como en esta fotografía…
Y OTRAS de «fotógrafo-narcisista» (y absurdo): una tarde de Mayo salí al campo a mis asuntos. Dispuse la representación en el escenario de uno de mis paisajes de siempre. Y sí, una de las fotografías que me salieron fue ésta: absurda y artística, y también narcisista, que diría el «Académico», porque no remite a nada y nada trata de aclarar, señalar, recordar o sugerir. Ni falta que hace porque ya todo está explicado de millones de formas diferentes. Tampoco remite a la nostalgia, ni a la memoria, ni a nada en especial. Sólo muestra a un pequeño y vociferante león sobre una mesa de madera con paño blanco encima. Ya está.
…A las cinco menos cinco nada de nada, soledad absoluta: solo yo con mi idiotez, siempre pegada a mí como una sombra. A las cinco me dije: -tío eres el más tonto del mundo, se te va a hacer de noche y aquí no vendrá nadie- Pasé por donde se podía y me reconvine diciéndome: -para matarte, has perdido hora y cuarto para cumplir una estúpida prohibición que ahora incumples- A lo largo de una hora di una vuelta e hice algunas fotografías. Cuando volví a la entrada todo seguía como antes, completamente solitario y cerrado. Volví a llamarme imbécil y me dispuse a volver a mi casa. Llegué dos horas y cuarto después, algo frustrado y sobre todo cansado…