"Culebra: Reptil alargado, cilíndrico, amigo del diablo…" Antonio Gamoneda
…Sí, claro que volví. Fue el sábado cinco de octubre, por la mañana. Naty vino conmigo, por segunda vez, a las cuevas de La Mancha (este enclave creo que se convertirá en mi particular plató durante un tiempo). Me encanta que me acompañe ella, nos complementamos y las fotografías suceden con mayor facilidad. Solas casi; desplegamos la sencilla pero aparatosa maquinaría fotográfica y todo, las imágenes sin propósito ni destino, gozosas, inútiles pero imprescindibles, empiezan a fluir ante nuestros ojos, inconteniblemente, sin más…»Lo que ves es lo que ves». Frank Stella. Lo que vemos es lo que es…y a veces lo que podría ser…
…No hay propósito, no hay mensaje, ni discurso, ni concepto; no, no hay nada de nada; tampoco intenciones alegóricas, metafóricas o simbólicas; ni siquiera sugestiones premeditadas, recados auténticos o espurios, ni equívocos, y mucho menos ciertos. Ni caso a la verdad o a la mentira, ambas intercambiables. Y la realidad…tampoco sé de eso. En todo caso, y un poco tal vez, algo de lo que dijo Francis Bacon: «El arte está en la lucha continua por acercarse al lado sensorial de los objetos«.
…Creo llevar la dirección contraria a la que dice seguir García Alix (aunque nunca me cruce con él) cuando afirma (no sé si lo seguirá creyendo, o habrá cambiado el discurso): «He educado los ojos, la mirada. Ahora es mucho más reflexiva, más consciente, a veces más abstracta, menos ingenua, mucho más intencionada». Estoy justo en la antítesis de todo lo que él afirma…mi mirada se muestra cada día peor educada y olvidadiza, más frívola e indiferente y por supuesto irresponsable; nada positiva y menos intencionada que nunca…
…En mi caso, solo hay ganas de fotografiar, sin más. Es un gesto, un ademan desnudo, un puñetazo al vacío. Es nada. Absolutamente prescindible para el mundo, que no para mí. Últimamente cultivo el desprecio por el menor de los atisbos de transcendencia en lo que se refiere a lo fotográfico. Creo recordar que en Agosto de este año dije en este diario que me gustaba mucho Harry Callahan, y sí, naturalmente, porque él decía cosas tan sensatas como: «Creo que un artista quiere alcanzar continuamente el borde de la nada, el punto donde ya no se puede ir más lejos». Por supuesto, no me siento epígono de él ni de nadie, aunque sé que inevitablemente todos lo somos de todos, pero no actúo conscientemente en ese sentido. Ah, y la soga que trepa por las paredes, sólo es eso, una soga que se sube al techo porque ya no soporta arrastrarse por el suelo. Sin más (ni menos).