El agricultor existencialista…
COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS
DIECIOCHO (y 3): Cuando nada propio tengo que decir y es la Cultura la única que puede echarme una mano. También, las fotografías…
“Porque como Eliot dice la Cultura
puede incluso ser descrita simplemente como
aquello
que hace que la vida
merezca la pena
de ser vivida”.
José María Álvarez
Eso creo yo. Tan solo sospecho que, muy probablemente, en el plano político, social y también cultural, por supuesto, nos pasamos la vida buscando figuras, artistas, referentes, que nos reafirmen en todo lo que pensamos de antemano.
La cultura, debería tener un componente importante y sustancial de búsqueda del contraste y refutación propia. Si soy capaz de cambiar de mirada y posición es que estoy vivo. Me parece. E, incluso, que sea culto y no tan solo un cacareador perezoso. Un imitador de voces ajenas.
La Fotografía: En un apartado lugar de la provincia de Cuenca, hace ahora ocho años, una mañana de primavera, me dediqué a recrear imágenes que procedían no sé muy bien si de mi cultura literaria o fotográfica, o tal vez artística (mi cultura no es mucha ni poca, solamente es la que es, de aluvión, desordenada y compulsiva).
“Hay más enigmas en la sombra de un hombre que camina por el sol que en todas las religiones pasadas, presentes y futuras”. Giorgio de Chirico
COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS
DIECIOCHO (2): Cuando nada propio tengo que decir y es la Cultura la única que puede echarme una mano. También, las fotografías…
Mi crisis y ausencia actual de palabras creo que viene determinada, últimamente, por la baja intensidad de mis lecturas.
Juan Marsé se refirió al hecho de leer relacionándolo con lo que dijo Nabokov: “De nada sirve leer una novela si no se lee con la médula”. Dice él: “Aunque leas con la mente, el centro de fricción artística se encuentra entre los omoplatos, un hormigueo en la médula espinal”.
Pocas veces he alcanzado ese nivel de excelencia lectora.
Vuelvo a la idea de la Cultura, necesidad vivencial de primer orden, a través de una lúcida y certera cita de Antonio Muñoz Molina, en cuanto al esfuerzo necesario para alcanzar un cierto nivel cultural; aunque absolutamente teórica en lo que se refiera a la vertiente política, de manual al uso. Se podría refutar su catálogo de lugares comunes desde un mero contraste con los resultados prácticos de esas teorizaciones políticas (especialmente en cuando a la identidad de la izquierda, que parece un ideario utópico y esperanzado de puro militante): “Una cultura personal se adquiere con mucho tesón y mucho esfuerzo a lo largo de la vida, igual que se adquiere la destreza para tocar un instrumento o hablar un idioma extranjero: una cultura autóctona se posee tan solo por nacer en ella. En otras épocas la derecha había creído en las esencias, la izquierda en los devenires; la derecha en lo originario y lo inamovible, la izquierda en lo que se construye sobre la marcha, y lo que puede hacerse mejor. La derecha, desde el romanticismo alemán, había celebrado lo autóctono; la izquierda, lo universal; la derecha, la lealtad a la tierra y a la sangre; la izquierda, el internacionalismo y la ciudadanía del mundo”.
Ahora, todos esos valores, son perfectamente cuestionables porque están profundamente desfigurados y muestran una faz esperpéntica, ridícula y, sobre todo, inmoral. Ambos, tanto izquierda como derecha, han vendido su alma a la conquista y el mantenimiento del poder a costa de cualquier atisbo ético y leal a los ciudadanos sobre los que reinan.
No sé cómo he llegado a este punto de teoría política, sino lo pretendía… debe ser porque ese aspecto del conocimiento humano también es Cultura, por supuesto. Y hasta arte, a veces.
La Fotografía: Camino de La Langa, territorio apartado de Cuenca, hace ahora ocho años, me paré más de dos horas y me dediqué a fabular la relación del hombre con la tierra (con la cultura de intermediaria).
¿Qué buscamos en lo paisajes?
Algo que nos devora. Pascal Quignard
…Busqué la última pedanía que me quedaba: La Langa (me llamaba la atención el nombre). En el indicador que señalaba la carretera hacía la pedanía, también había otro que decía: Escuelas para la vida. Naturalmente no lo dudé, porque me dije: -eso me puede venir bien- una escuela para aprender a vivir de una vez, porque no hay modo, no consigo saber de eso. La carretera era estrecha, apenas podían cruzarse dos coches. Después de unos kilómetros la carretera se bifurcaba: a la derecha continuaba hacia La Langa, y a la izquierda hacia las Escuelas; obviamente cogí ese camino, era mi objetivo: «aprender a vivir«. Después de unos kilómetros, la escuela. A lo lejos divisé un grupo de jóvenes o niños en torno a un monitor en un rastrojo seco; a la derecha dos hombres cavaban una tierra, también seca, aparentemente sin propósito. Deduje: -aquí para aprender a vivir hay que trabajar duro-. Así que, sin pensarlo un segundo, en vez de acercarme, di la vuelta y me largué rápidamente, no fuera que intentaran captarme para su causa imposible y que me creyera algo de lo suyo. Ya trabajé en el campo de niño y no, esa desagradable experiencia no enseña nada, sólo cansa. Luego, en Internet, la información que suponía bajo ese título: «Crear hombres y mujeres autónomos, adultos, solidarios, responsables y comprometidos con el desarrollo personal. Promover un orden socio económico justo, que valore a la persona por encima de cualquier otro valor o interés». Pues que bien ¡qué bonito! Nada que objetar; pero yo ya he quemado todas mis opciones sin llegar a esa impresionante madurez ni de lejos, así que ahora solo me queda ocuparme en -envejecer activamente- y entregarme a la Nada, pero sin tener que cavar…
…«Si con algo se identifica el Tao es con la nada, siempre que no la identifiquemos con un No-ser absoluto, sino con algo anterior a la distinción entre ser y no-ser». Lao Tse. Bien, había llegado hasta tan lejos para fotografiar y aún no había sacado la cámara de la maleta. Me acerqué a La Langa, y tampoco allí me encontré con nada que requiriera mi «arte» fotográfico para hacerse visible. De vuelta, en uno de los lados de la estrecha carretera, encontré este paisaje. Paré y fotografié a lo largo de más de una hora. Me inventé escenas frente al campo vacío, como casi siempre: un ser que se mueve sin sentido aparente a la búsqueda de algo que no existe, o sí (quizá la Nada) y que finalmente se cansa de su quimera, abandona el campo y se va a otro lado. Por fin: tan feliz, cumpliendo con mi absurdo destino de hombre pasmado y sensiblemente desenfocado, que solo aspira a encontrarse con la Nada.
NADA QUE ESCRIBIR XIV…
Dichoso aquél que lejos de los negocios,
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes,
libre de toda deuda,
y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra,
ni se asusta ante las iras del mar,
manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios
de los ciudadanos poderosos». Horacio