23 ABRIL 2014

© 2005 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2005
Localizacion
Toledo (España)
Copiado máximo en soporte baritado
2
Fecha de diario
2014-04-23
Referencia
938

LAS COSAS DEL AMOR I: veinte de marzo. El mundo ayer (San José), estuvo frío conmigo, despegado. Sólo recibí seis felicitaciones (tres previsibles y tres completamente inesperadas). No me importa nada ese asunto de la repercusión del santoral católico en mi vida, pero, curiosamente, sí me gusta que las personas se acuerden de mí, aunque solo sea por una cortesía intranscendente. En fin, no es de esto de lo que quiero hablar porque, por la tarde, acabé Kassel no invita a la lógica, del maestro Vila Matas (otro día hablaré un poco más de esta obra, quizá antes de que acabe el mes, no sé, ya veré), y de lo que me estoy acordando en este momento es de su célebre e inolvidable frase que traje al diario hace unos días: –Amo mucho a Cataluña-. He pensado insistentemente (bueno, quizá no tanto) en la naturaleza de un amor así en alguien como Vila Matas, al que tanto considero, entre otras cosas, por una presumible y elegante distancia hacia la concreción política, o al menos eso creía, y no acierto a penetrar en el arcano de su amoroso patriotismo. Es que lo suyo parece ir más allá del sencillo y hasta lógico: -me gusta mucho Vallecas– o, –me siento bien viviendo en El Pozo del Tío Raimundo– o, –me encantan los coros y danzas de mi ciudad– o, –el gótico de la catedral de mi ciudad me emocionao, la catalanidad en los paisajes de Dalí me conmueven-. No, no es eso, no es una simple sensación de reconocimiento que hace sentir una seguridad placentera, no, es mucho más, es sentir arrebatadamente: –Amo Mucho– ¡Impresiona, a qué sí! No puedo evitar preguntarme: cómo será un amor de esa naturaleza a algo tan abstracto e inaprensible, o quizá lo contrario, a un territorio físico y humano finito, en el que, por si fuera poco el absurdo, viven gentes que se están poniendo muy desagradables con la politización beligerante de sus inseguras y endebles identidades? Es que no, que no llego a verlo. Debe ser un amor parecido al religioso, insondable y metafísico, algo así como: quiero mucho a San Pedro, o al Papa Francisco (a pesar de todo), o a Escrivá de Balaguer, o a San Timoteo o al brazo incorrupto de Santa Teresa, o al «Barsa». O no, y tal vez nazca de una abismal inseguridad que precisa de asideros corporativos e institucionales para eludir el daño emocional. Me parece que esta reflexión me está saliendo más bien chusca; tendré que seguir mañana a ver si la completo o arreglo un poco…

Pepe Fuentes ·