DIGRESIÓN DOS: Así empieza lo malo, Javier Marías (2013). Hacía años que no leía a Marías, nunca ha sido uno de mis queridos autores. Si me pregunto por qué, cosa que nunca hago, no sé qué contestarme. Quizá solo un prejuicio sobre la excesiva politización de su discurso social (artículos) que en un hombre tan sabio y crecido ya resulta fuera de lugar, algo tonto porque conlleva una innecesaria carga de imaginaria utopía ¡¡¡a estas alturas, con lo que ya sabemos, Javier!!! Por si fuera poco, también ha emprendido una cruzada contra los premios, incluso hasta el Cervantes, que tampoco quiere. Sus teorías éticas en política se parecen demasiado a las de Iglesias (Podemos) pero sin coleta y con veinticinco años más. Difícil de entender, al menos para mí. Bueno, allá él con sus irrespetuosas decisiones (por lo del Cervantes). A lo que iba, que es lo único que me interesa, la novela, ésta última: me atrevo a decir que está bien, incluso muy bien. Sus interminables disquisiciones sobre el comportamiento humano son perspicaces, irreprochables, lúcidas y de agradecer, ya lo creo; pero…quizá, largas, muy, muy largas. La novela tiene más de quinientas páginas, se podría decir lo mismo en trescientas pero, si él necesita quinientas cuarenta, pues también vale. Pero cuidado, porque esas doscientas de más en algún momento han estado a punto de echarme de esta apreciable historia. La trama sobre la que se construye su visión sobre el amor, el sexo, la amistad, la ruindad, el miserabilismo de una época sombría de este país, es ocurrente pero leve, apenas va más allá de un alambicado artificio; no así las reflexiones que contiene y que articulan el conjunto. Hay hallazgos originales en el dibujo de los perfiles de Muriel, centro de la trama, enigmático y peculiar. Del resto de los personajes también ofrece unas semblanzas interesantes y creíbles, plagadas de reflejos y ecos de otras épocas. Todas acertadas para mí. Igualmente, resulta interesante el permanente despliegue y desarrollo de las contradicciones morales de los personajes, especialmente Muriel, hombre complejo y de una coherencia casi suicida. A pesar de algunos desfallecimientos en la lectura, siempre me quedaba prendido en alguna de las reflexiones del narrador protagonista, en primera persona, que hacía que siguiera y siguiera. No, la novela no es en absoluto desdeñable, colmada, como está, de matices sobre las debilidades y grandezas humanas. Ah, y también el paso del tiempo, cómo no. Creo que a estas alturas sería incapaz de enfrentarme a una historia donde este incomprensible y fatal fenómeno no estuviera presente: «Cuanto ocurre ha ocurrido y es inamovible, es la horrible fuerza de los hechos, o su peso que no se levanta. Quizá lo mejor sea encogerse de hombros y asentir y pasarlos por alto, aceptar que ese es el estilo del mundo…Sólo después de asentir y encogernos de hombros, en verdad lo peor queda atrás, porque al menos ya es pasado. Y así empieza sólo Io malo, que es lo que aún no ha llegado». Javier Marías
2 NOVIEMBRE 2014
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