9 NOVIEMBRE 2014

© 2014 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2014
Localizacion
Pantano Valdecañas, (Cáceres, España)
Fecha de diario
2014-11-09
Referencia
7347

HISTORIAS DE UN HOMBRE SIN HISTORIA. La pesca, los peces muertos y los pájaros invisibles V:
De pronto, otro pez muerto, pero esta vez más entero y reblandecido por el agua. Me dispuse a fotografiar, claro. A diferencia de los pescadores de caña que los capturan vivos, yo, con mi máquina, que no es un artilugio de pescar, me tengo que conformar con los muertos. Cuando estaba tranquilamente componiendo: eligiendo distancia, proporciones, luces, y en fin esa interesada e interesante actividad que se deriva del hecho de fotografiar, que es casi como la de pescar, a lo lejos, divisé el ineludible todoterreno que siempre aparece y que supone que alguien viene a meter las narices en mis artísticos asuntos. Me tranquilicé diciéndome: -estás en un pantano y se supone que las orillas son públicas, como si fuera un río; en el camino no había ningún obstáculo ni prohibición, luego no pasará nada-. El vehículo hostil llegó donde me encontraba y comprobé que en las puertas había distintivos de la administración pública del territorio donde me encontraba (Extremadura). Se bajó un tipo de uniforme, como de guardabosques o algo parecido, y vino hacía mí portando un inquietante bloc. Me dije: -pepe, aunque no tenga sentido vas a tener problemas-. Mi máquina de fotografiar (o pescar) peces muertos estaba en la orilla sobre el trípode.
El guardabosques: -buenas tardes, qué hace aquí?
El fotógrafo de peces muertos: -Nada, fotografío el paisaje-
El guardabosques: -Enséñeme el permiso-
El fotógrafo de peces muertos: -No, yo de eso no tengo-
El guardabosques: -Entonces no puede estar aquí. Tiene que marcharse ahora mismo o le tendré que multar (entendí lo del cuaderno).
El fotógrafo de peces muertos: -Por qué, he llegado hasta aquí sin ningún aviso o prohibición, estoy en la orilla del pantano y solo fotografío el paisaje, le dije con expresión inocente señalando mi máquina de fotografiar paisajes. Naturalmente, no le dije lo del pez muerto, por si se enfadaba.
El guardabosques: -Está en terreno Zepa, de acceso prohibido o restringido. Solo se puede entrar con permiso que tiene que solicitar en Mérida-
El fotógrafo de peces muertos (con gesto de perplejidad): –¿Y eso de la Zepa qué es?
El guardabosques (mirándome como si fuera subnormal)-Zona de especial protección para aves.La información está en Internet- me dijo con suficiencia, como si ya tuviera claro que yo era un pobre ignorante.
El fotógrafo de peces muertos: -Pues desde que llevo aquí, pájaros no he visto- Sentí que se tensaba y en su gesto algo así como: te la vas a cargar, tío.
A continuación me pidió el DNI, aclarándome que no era para multarme (todavía) sino para verificar que no tenía antecedentes de agresiones ecológicas (o a los pájaros, supuse). Me pregunté: se lo doy o no a este fatuo palurdo con uniforme de guardabosques. Como solo quería que me dejara en paz lo antes posible se lo di (de muy mala gana). Apuntó mis datos cuidadosamente. Debió pensar que me tenía acorralado y se envalentonó pidiéndome que le enseñara el maletero por si llevaba una escopeta de caza, -me dijo-.
Se está pasando mucho El guardabosques -pensé- pero como tampoco deseaba que llamara a la guardia civil (esos van armados) para reducirme o algo peor, y como no tenía nada que ocultar lo abrí. Ni siquiera miró. Supuse que quería dejar claro quién mandaba allí.
Me atreví a decirle que deberían poner indicadores informativos con las restricciones de lo de la Zepa (protección de pajaritos, que no de inocuos fotógrafos de trípode, que ya me gustaría, algo así como una cierta conciencia de que hay que respetarnos y cuidarnos y no perseguirnos con saña, porque nosotros sí que somos una especie en extinción). El guardabosques me dijo que ya estaba en Internet y que era suficiente. El tipo, como además de partidario de los nuevos soportes de comunicación también parecía convencido de un cierto determinismo fatal y escéptico, me matizó que para qué, si los destruían. No me adentré en esa dialéctica, para qué. Finalmente se fue advirtiéndome que la próxima vez, antes de entrar en un territorio Zepa, tenía que pedir permiso en Mérida, aunque también podía hacerlo a través de Internet (no me lo creí). Me largué contrariado por mi prudente docilidad en el trato con el severo guardabosques. Y así, medio enfadado, conduje hasta mi casa.    

Pepe Fuentes ·