DIGRESIÓN UNA (Epílogo). Arenas Movedizas. Henning Mankell (2015).
El otro día dije que estaba «catando» el hacer literario de ficción de Mankell. Cómo no, si me han gustado tanto sus memorias. He probado con la primera novela de la serie del investigador Kurt Wallander, de un total de once: Asesinos sin rostro (1991). La he leído en unos poquitos días por la tremenda adicción que crea el personaje y el ritmo de la narración. Cuando terminé tuve que reprimir la inercia de seguir con la siguiente y luego otra y otra. Tengo mucha lectura que me interesa atrasada. Pero quizá vuelva a Wallander, por su sencillez y su potente influjo como antihéroe. Nada de superpoderes que le adornen, solo es un individuo que lleva a cuestas sus contradicciones y dificultades para equilibrar su vida. He disfrutado mucho de la novela. Curiosamente, en ella hay un personaje secundario pero importante, compañero de Wallander, al que diagnostican cáncer veintitrés años antes de que a Mankell le ocurra exactamente lo mismo y con las mismas y escasas probabilidades que superarlo. Wallander (Mankell) se acerca al personaje respetuosa y compasivamente, pero sin involucrarse demasiado. No hay modo de entrar verdaderamente en el dialogo con la muerte que cada uno mantiene, sobre todo cuando el señalado ya la divisa, real y oscura, a lo lejos.
«El conjuro pasó por su cabeza.
-Hay un tiempo para vivir y otro para estar muerto-
¿Qué tal te va? -preguntó con cautela.
La cara de R. no era visible en la oscuridad.
-Ahora mismo no tengo dolores -contestó-. Pero mañana volverán. O pasado mañana». Henning Mankell
17 NOVIEMBRE 2015
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